?Todas las ambiciones son legítimas, excepto aquellas que se trepan sobre las miserias o sobre la credulidad de la humanidad?. Joseph Conrad
Andrés Manuel López Obrador cumplió su promesa y ayer se autoproclamó ?presidente legítimo? de México. Lo hizo a pesar de que las encuestas de opinión señalan que la mayor parte de los mexicanos no están de acuerdo con esta acción, de que sabe que puede afectar el apoyo del PRD en elecciones futuras, de que en círculos cada vez más amplios de dentro y fuera del país los actos de López Obrador son ya objeto de burla y de que si el esfuerzo realmente tiene éxito el resultado sería desestabilizar al país y dañar más a quienes menos tienen, a esos precisamente que él dice querer ayudar.
¿Qué busca entonces López Obrador con sus desplantes? ¿Es realmente tan grande su ambición de ser presidente de la República que está dispuesto aunque sea a jugar que lo es? ¿No le importa poner en riesgo con ese juego las posibilidades electorales del PRD o las de él mismo para 2012? ¿Le da igual el costo de todo este ejercicio para los mexicanos?
López Obrador no es un ingenuo. Sabe perfectamente que está viviendo una farsa. Pero la mantiene porque ésta le permite seguir generando atención y mantenerse en la atención de los medios de comunicación. Sabe también que desde esa plataforma le será posible saltar a la yugular de Felipe Calderón cuando éste cometa, como inevitablemente ocurrirá, cualquier error. Es un plan destructivo, pero que puede tener éxito.
En la superficie, todos los grupos del PRD y el Frente Amplio Progresista están de acuerdo con esta estrategia. Todos han reafirmado públicamente su apoyo a López Obrador como ?presidente legítimo? de México. Incluso Marcelo Ebrard, de quien mucho se ha dicho que tendrá que distanciarse tarde o temprano de Andrés Manuel si quiere aspirar a la Presidencia de la República por la vía democrática, parece mantenerse fiel a su jefe. Por lo menos eso es lo que dijo este fin de semana Alejandro Rojas, colaborador de Ebrard, quien afirmó que el jefe de Gobierno electo no reconocerá al Gobierno del ?pelele? Felipe Calderón y que buscará formas de no tener trato con él. Detrás de esta aparente unidad, sin embargo, parecen surgir ya algunas diferencias.
Dolores Padierna, esposa de René Bejarano y hoy cabeza visible del movimiento Izquierda Democrática Nacional fundado por Bejarano, denunció este fin de semana a los grupos que, como Nueva Izquierda de Jesús Ortega, pretenden ?traicionar? a Andrés Manuel López Obrador y reconocer a Felipe Calderón como presidente. No hay de hecho ninguna indicación de que Ortega pretenda tomar una posición distinta a la del resto de los perredistas: el único que ha tenido el valor de hacerlo es Cuauhtémoc Cárdenas. Pero lo interesante del discurso de Padierna es ver cómo la aceptación del dogma de la ?presidencia legítima? y el rechazo a cualquier trato con Calderón se ha convertido en la prueba de la lealtad dentro de la izquierda mexicana: quien no acepte este juego perverso, estará perdiendo su lugar.
Nadie puede objetar, por supuesto, que López Obrador y los partidos del Frente Amplio Progresista mantengan una posición crítica frente al Gobierno de Calderón. Para eso existe, precisamente, la oposición: para oponerse. La estrategia que están aplicando, sin embargo, va mucho más allá de una oposición razonable o responsable en una democracia moderna. Es una estrategia de descalificación y confrontación. Es la misma que ha venido utilizando la APPO en Oaxaca con resultados desastrosos: la que no ha logrado derrocar a Ulises Ruiz como gobernador, pero sí ha tenido un costo inmenso para la economía de los oaxaqueños.
Esto es lo que López Obrador y sus incondicionales están tratando de hacer en el país. Poco les importa afectar la economía de los mexicanos. Al contrario, una de sus grandes frustraciones es que no han podido provocar una crisis económica que les permita presionar más al Gobierno, para lo cual han bloqueado la entrada a la Bolsa Mexicana de Valores y han hecho protestas en instalaciones de empresas privadas nacionales y extranjeras.
Pero a fuerza de tratar, es razonable suponer que tarde o temprano tendrán éxito y lograrán infundir temor entre los inversionistas. La autoproclamación de López Obrador como ?presidente? debería entristecernos a los mexicanos. Nuestra democracia es todavía muy joven. Pero si bien hemos aprendido a organizar procesos electorales razonables, y a tener alternancia de partidos en los cargos de elección, un grupo demasiado importante de nuestros políticos sigue manteniendo la posición de que la única democracia posible es la que les dé todos los triunfos electorales. No hemos encontrado todavía una oposición responsable que esté dispuesta a trabajar con un Gobierno de otro partido para beneficio de todos los mexicanos.
CATALUÑA Y NO MÉXICO
Entre los políticos españoles es ya una descalificación decirle a un rival que se comporta como un político mexicano. Este sábado 18 de noviembre Joseph-Lluis Carod-Rovira de Ezquerda Republicana de Cataluña cuestionó a sus rivales de Convergencia i Uniò pidiéndoles que se comporten como un partido demócrata europeo y acaten los resultados electorales y no como ?una formación revolucionaria de México?. Según Carod, ?desde el resentimiento y la venganza (difícilmente) se puede construir algo bueno para el país. Estamos en Cataluña y no en México?, les advirtió a los líderes de Convergencia i Uniò.