EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Jaque Mate| Dios y el ADN

Sergio Sarmiento

?La duda no es lo opuesto a la fe; es un elemento de la fe?. Paul Tillich

Allá por las décadas de 1960 y 1970 empecé a sorprenderme en mis lecturas por el hecho de que los teólogos -o cuando menos algunos teólogos- y los científicos empezaban a intercambiar sus lenguajes tradicionales. Como la mayoría de la gente, yo daba por sentado que los teólogos debían emplear un discurso religioso, marcado por metáforas y por la característica incertidumbre de la especulación sobre Dios. En cambio, esperaba de los científicos un lenguaje materialista, pragmático, lógico y contundente.

En los años sesenta, sin embargo, los seguidores de la llamada Teología de la Liberación, empezaron a utilizar un lenguaje que poco tenía de religioso y que más bien abrevaba de la sociología y de la política. No había diferencia entre sus ideas y las del marxismo. Pocas veces hablaban de Dios, puesto que el tema fundamental de la nueva teología era la transformación de la vida en la Tierra. De hecho, en abierta contradicción con las enseñanzas de Jesús, estos teólogos católicos promovían el uso de la fuerza armada en caso de que el Estado no aplicara las políticas sociales que ellos consideraban correctas.

En cambio, los científicos utilizaban cada vez más un lenguaje de connotaciones metafísicas e incluso religiosas. La tendencia había empezado a principios del siglo XX, con la Teoría de la Relatividad de Einstein. Para los años sesenta, la Física Cuántica y el Principio de Indeterminación de Heisenberg le daban al lenguaje de los científicos un aspecto cada vez más esotérico e, incluso, religioso.

Un libro publicado en este 2006 me ha hecho recordar este fenómeno. Se llama The Language of God (El lenguaje de Dios) y es de Francis S. Collins, cabeza del Proyecto del Genoma Humano del Gobierno de los Estados Unidos, uno de los dos grupos de investigación que logró segmentar el genoma humano a principios de esta década.

En contraste con la visión de que los científicos son necesariamente ateos, o por lo menos agnósticos, Collins ofrece en este libro pruebas en defensa de la fe. Examina los argumentos que desde tiempo inmemorial se han presentado a favor y en contra de la existencia de Dios, pero lo hace a la luz del conocimiento científico de nuestros días. Al describir la complejidad del ADN y del genoma humano, concluye que, lejos de demostrar que la ciencia por sí sola puede explicar la vida, únicamente la suposición de que existe un diseño previo e inteligente lo puede hacer.

En filosofía, por supuesto, no hay nada nuevo bajo el sol. Collins reitera en ropajes nuevos algunos de los argumentos de la existencia de Dios que se han propuesto a lo largo de milenios. Los científicos pueden explicar el inicio del universo con la teoría del Big Bang, pero no el impulso del que surge la gran explosión. La causa prima sigue siendo hoy tan necesaria como cuando la postuló Aristóteles hace dos milenios y medio.

Collins está consciente del trabajo de Kant y lo cita: ?Dos cosas me llenan de una admiración creciente [...]: los cielos estrellados por fuera y la ley moral por dentro?. En lo externo, debido a que ?nuestro universo es altamente improbable?, la tesis más lógica es postular un creador que le dé origen. En lo interno, el hecho de que tengamos una ley moral interior, que todos los humanos reconocemos aun cuando la violemos, parecería también un indicio de la existencia de Dios.

Sin embargo, y aquí radica la importancia de su libro, Collins rechaza los esfuerzos de los fundamentalistas cristianos, tan en boga hoy en día en su país, por acabar con la enseñanza de la teoría de la evolución. Para él, este proceso natural está ampliamente probado y no puede ser descartado sólo porque, aparentemente, contradiga algunos pasajes de la Biblia. Los textos sagrados, en todo caso, deben considerarse como simples metáforas. En la controversia en los Estados Unidos entre la enseñanza de la evolución o del creacionismo, él se manifiesta abiertamente a favor de la evolución. De hecho, en The Language of God señala descubrimientos de la genética que comprueban el hecho de que los humanos tenemos ancestros en el mundo animal.

Collins cuestiona también, por otra parte, las limitaciones que han surgido en los Estados Unidos a las expresiones de fe religiosa. Recuerda que, cuando la nave espacial Apolo 8 orbitó por primera vez la Luna, los tres tripulantes se unieron, el 24 de diciembre de 1968, para transmitir a la Tierra una lectura de los diez primeros versos del Génesis empezando por las palabras: ?En el principio creó Dios los cielos y la Tierra...?. En ese entonces, una mujer estadounidense, famosa por su activismo a favor del ateísmo, demandó a la NASA por permitir la lectura pública de un texto religioso desde una instalación gubernamental.

Al meditar sobre esta actitud, o la de los fundamentalistas cristianos que pretenden impedir la enseñanza de la evolución, Collins se pregunta por qué hemos permitido que se alcancen estos niveles de intolerancia. Con el fin de resolver los problemas a los que se enfrenta la humanidad, ?necesitamos desesperadamente escuchar las dos voces?, la de la ciencia y la de la religión.

SECRETO DE ESTADO

El médico español José Luis García Sabrido declaró ayer que Fidel Castro no padece cáncer, pero se negó a revelar cuál es la enfermedad que ha postrado al gobernante cubano. Todo lo que tiene que ver con la salud del comandante es considerado por el Gobierno de la isla como un secreto de Estado.

Leer más de EDITORIAL / Siglo plus

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 252802

elsiglo.mx