?El Gobierno es demasiado grande e importante para dejárselo a los políticos?. Chester Bowles
Los rectores de las universidades están exigiendo que se les dé más dinero en 2007 de lo que la Secretaría de Hacienda ha presupuestado. ¿Lo conseguirán? Es muy probable. Nadie duda de su influencia política y en especial de la del rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente. ¿Pero es eso lo que más le conviene a nuestro país o a nuestro sistema educativo? Me parece que no.
La Secretaría de Hacienda está presupuestando 142,400 millones de pesos para la educación en 2007. La cifra es igual, una vez descontada la inflación, que la que se propuso originalmente para este 2006. Se están programando recortes para las universidades, pero el ahorro se está reencauzando a otras partes del gasto educativo.
A la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Hacienda le están asignando 16,715 millones de pesos para 2007. Esto representa una disminución de 334 millones de pesos, o 1.9 por ciento, sobre los 17,049 millones de pesos que ha recibido del presupuesto federal de 2006.
Pero no nos creamos la historia de que la UNAM recibe un trato de paria por parte del Gobierno Federal. El dinero que obtiene representa el 11.7 por ciento de todo el gasto federal en educación, lo cual no es malo para una institución que cuenta apenas con el uno por ciento de los estudiantes del sistema escolarizado nacional.
En su campaña anual por obtener más fondos para la UNAM, el rector De la Fuente obtuvo una ayuda inesperada del diputado Raúl Alejandro Padilla, presidente de la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública, quien cometió una pifia política al cuestionar sin fundamento la calidad de la instrucción de la universidad. Los otros rectores de las universidades públicas se han unido a la cargada, porque han aprendido en años anteriores que en el perverso mundo de la política mexicana el que más chilla es el que más dinero recibe.
Son muchos los mitos que se utilizan en esta batalla por el dinero de los contribuyentes. Se ha dicho, por ejemplo, que los gobiernos de los últimos años han castigado los presupuestos de la educación, especialmente la de nivel superior. Pero el informe ?Education at a Glance 2006? de la OCDE señala que entre 1995 y 2003 el gasto total de México en educación primaria y media aumentó 49 por ciento, el sexto incremento en importancia entre los países miembro de esa organización, mientras que el de instrucción superior subió 67 por ciento. La educación universitaria, como vemos, ha sacado mayor tajada de un presupuesto en aumento.
El gasto educativo total en México es bajo si nos comparamos con los países ricos, pero resulta alto en términos del producto interno bruto. En promedio los países de la OCDE gastan 5.9 por ciento del PIB en educación mientras que nosotros dedicamos el 6.8 por ciento.
El contraste es mayor si consideramos el gasto educativo contra el presupuesto gubernamental en lugar del PIB. Las naciones ricas usan el 13 por ciento de su gasto público en educación; nosotros empleamos el 22 por ciento. Nuestro problema no es de dinero sino de distribución de recursos y de eficacia de gasto.
Es indudable que México dedica un porcentaje demasiado alto del gasto educativo para las universidades. En otros países la educación primaria y la media son gratuitas, pero los estudiantes o sus familias pagan cuando menos una parte de la instrucción universitaria. Esto permite dedicar una mayor cantidad de recursos a la instrucción básica y media.
En México la instrucción primaria y la media siempre salen perdiendo en ese juego político anual en el que se decide el reparto del dinero público. Si un grupo de directores de secundaria se dirige al Palacio Legislativo para, respetuosamente, pedir más dinero a los diputados para sus escuelas, ni siquiera se les permitirá franquear la puerta. En cambio, los rectores de las universidades son enormemente influyentes y obtienen con facilidad los recursos que exigen.
El reto educativo fundamental de nuestro país está en mejorar la calidad de la instrucción primaria y secundaria y en ampliar la cobertura de las preparatorias. El seguir privilegiando a las universidades no nos ayudará gran cosa. De hecho, el desempleo para graduados de instituciones de educación superior es ya más alto que para quienes sólo tienen instrucción secundaria o media. En esto el propio mercado laboral nos está mandando un mensaje: ya tenemos un número suficiente de graduados universitarios
No le regateo sus méritos a la UNAM o a las demás universidades públicas. El problema es que la prioridad del país es otra. Pero los rectores, siempre en busca de dinero, no se detienen a pensar en ello.
OFERTA DE EBRARD
El jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, ha ofrecido una solución cuando menos al problema de dinero de la UNAM. Ha dicho que a través de proyectos de servicios podría inyectarle cuatro mil millones de pesos a la institución. Esto le permitiría a la UNAM aumentar sus recursos propios sin tener que cobrar cuotas. La idea parece positiva, sobre todo si esos servicios son reales y no un simple subsidio disfrazado. Pero aun cuando fuera un subsidio, es más lógico que lo proporcione el Gobierno de la Ciudad de México en lugar del federal. Después de todo, gracias en buena medida a la política de pase automático de sus propias preparatorias, ubicadas todas en el Distrito Federal, la enorme mayoría de los estudiantes de la UNAM son capitalinos.