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Jaque mate/El debate

Sergio Sarmiento

“Me encanta argumentar;

me encanta debatir. No espero que nadie simplemente se siente ahí y esté de acuerdo conmigo”.

Margaret Thatcher

Tres hombres, una mujer y una ausencia debatirán esta noche los principales temas económicos y sociales de nuestro país. Uno de ellos será el próximo presidente de la República.

Entiendo que la negativa de Andrés Manuel López Obrador a participar le quita algo de brillo a la ocasión. Pero más daño le hace el rígido formato que los políticos suelen imponerles a estos debates. Es cierto que un 75 u 80 por ciento de quienes acudirán a elegir presidente este próximo dos de julio ya han tomado su decisión, por lo que será muy difícil que el debate los disuada. Mas casi la mitad de la población, según una encuesta de Consulta Mitofsky, se muestra interesada en ver el debate y este simple hecho hace que se trate de un encuentro que por sí solo puede cambiar el rumbo de la elección.

Un debate sólo ocasionalmente cambia el resultado de una votación, pero esto no significa que carezca de importancia. La mayoría de los electores toma su decisión de apoyar o rechazar a un candidato mucho antes de los debates, ya sea por lealtad partidaria o, como en el caso de Andrés Manuel López Obrador, por simpatía personal al candidato. Los debates son, sin embargo, los actos individuales que más influencia tienen sobre el voto de los indecisos. Por eso un debate en una contienda cerrada puede cambiar el resultado de unos comicios.

En 1994 el debate entre candidatos a la Presidencia de la República fue ganado por el panista Diego Fernández de Cevallos. Esto no le dio al jefe Diego el triunfo en la contienda electoral del dos de agosto, pero lo convirtió en el verdadero candidato de protesta frente al PRI. Al perredista Cuauhtémoc Cárdenas lo relegó a un distante tercer lugar.

En el año 2000 Vicente Fox alcanzó la victoria en los debates. En el primero participaron seis candidatos, lo cual hacía muy difícil para cualquiera destacarse. Pero Fox pudo cuando menos perfilarse como el verdadero contendiente del priista Francisco Labastida.

El segundo y decisivo debate duró, de hecho, casi toda una semana. Empezó con las discusiones sobre si el encuentro debía llevarse a cabo el 23 de mayo como estaba programado. Ese mismo día a las cinco de la tarde se registró, fuera de guión, un absorbente debate sobre el debate en la casa de campaña de Cuauhtémoc Cárdenas. Sin las rígidas reglas tradicionales en los debates, Fox insistió en que el debate debía llevarse a cabo “hoy, hoy, hoy”. Cárdenas y Labastida se opusieron. Esa noche Fox se presentó solo en las instalaciones de TV Azteca para una entrevista de media hora.

Si bien sus rivales afirmaron que había perdido la batalla, que se había exhibido como intransigente, hoy es evidente que ese debate sobre el debate impulsó a Fox ante los electores. Cuando finalmente se llevó a cabo el encuentro formal entre los tres candidatos, el 26 de mayo, Fox había obtenido ya un impulso que lo llevaría a la Presidencia el dos de julio.

Es difícil saber lo que pasará hoy en la noche. Para empezar López Obrador, aplicando la estrategia de que el puntero debe evitar debatir lo más posible, ha decidido no presentarse a la discusión. Con esto obtiene una victoria relativa, porque establece una diferencia entre él y los demás. Pero corre un riesgo significativo: ya que si Felipe Calderón o Roberto Madrazo se destacan en el debate, pueden convertirse en receptores del voto útil antiperredista. Y esto le daría a López Obrador un solo rival poderoso en lugar de dos divididos.

Cada uno de los seguidores verá en el debate un triunfo de su candidato. Pero hay que recordar que los debates no están hechos para convencer a los simpatizantes decididos sino a los cambiantes o indecisos: a ese 20 ó 25 por ciento de la población que aún no decide su sufragio para el dos de julio. Los retos de los candidatos serán así dos: en primer lugar, convencer a los ciudadanos de votar en un ambiente en el que muchos están considerando seriamente el abstencionismo; y en segundo, persuadirlos de que ellos son, si no la solución para el país, cuando menos la opción menos mala.

Si la experiencia nos dice algo, el debate del próximo seis de junio será el que más influencia tenga sobre los votantes. Una de las razones es que el proceso estará más adelantado, pero la otra será la programada participación del puntero López Obrador. Pero eso no significa que el debate de hoy no tenga relevancia. El candidato de la Alianza por el Bien de Todos se ha mantenido en primer lugar en las encuestas durante años en parte porque el voto que se le opone no ha podido concentrarse en un solo candidato. Si eso ocurre hoy en la noche, López Obrador bien podría lamentarse por no haber participado en este primer debate de 2006.

GUADALUPE JUÁREZ

Uno de los grandes privilegios que he tenido en este último año que he colaborado en la Red de Radio Red ha sido trabajar con Lupita Juárez. He encontrado en ella a una periodista profesional, equilibrada, comprometida con la verdad y emotiva cuando hay que serlo. Esta noche será la encargada de moderar el debate presidencial. Estoy seguro de que hará un excelente trabajo.

Correo electrónico:

sarmiento.jaquemate-@gmail.com

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