“La gente sabe que no puede gastar más de lo que tiene”.
Luiz Inácio Lula da Silva
Escribo este artículo en la noche durante un largo vuelo entre Sao Paulo y Madrid. Ayer por la tarde escuché el discurso del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, con el que virtualmente cerraba la reunión regional latinoamericana del Foro Económico Mundial en Brasil.
Algunas de mis ideas anteriores sobre Lula han quedado confirmadas. El presidente de Brasil, que a fines de este año enfrentará una difícil votación para reelegirse, es un hombre que habla muy bien, con una voz rasposa de barítono, pero que está enamorado de su propia importancia y de sus palabras.
Lula confirmó su participación en el Foro, hijo de la reunión anual de Davos que une a los principales empresarios del mundo, apenas un día antes, a pesar de haber sido invitado con meses de anticipación. Una nube de burócratas y de personal de seguridad estuvo un día antes en el Gran Hyatt de Sao Paulo para arreglar los detalles de la presentación del mandatario que se precia constantemente de sus humildes orígenes como trabajador.
Con todos los cambios de programación que el presidente provocó, se le colocó en un pánel de discusión que incluía a su propio ministro de Economía, Furlan, al presidente del Banco Central de Brasil, Enrique Meirelles y al nuevo presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Luis Alberto Moreno de Colombia. Lula estaba programado para hablar durante media hora, pero extendió su participación durante una hora y media y no dejó hablar ni a Meirelles ni a Furlan. A Moreno, quien venció al candidato brasileño para la Presidencia del BID, lo regañó constantemente en público. Lula parece un hombre enamorado de su propia importancia.
No hay duda que los años y la Presidencia han moderado a Lula. Un ex ejecutivo de una empresa trasnacional que conoció al ahora mandatario hace décadas, cuando éste era todavía un líder sindical, recuerda su izquierdismo de ese entonces y lo compara favorablemente con su actual moderación. “Era realmente un radical”, me dice. En cambio hoy Lula se ha vuelto moderado en muchos temas. “Nosotros vamos a aplicar una política de seriedad”, dice en el Foro. “La gente sabe que no puede gastar más de lo que tiene”.
Sorprende, de hecho, su cuestionamiento a la inflación, un mal que muchos izquierdistas consideran menor. “Quien perdía en la inflación -dice, recordando los tiempos de incontenibles alzas de precios en Brasil- era la parte más pobre del país”.
Lula defiende el superávit primario que ha mantenido en las finanzas públicas brasileñas, “que nos permitirá garantizar que pagaremos lo que debemos”, una afirmación poco radical. De hecho, en momentos lanza advertencias en contra de los populistas, aunque no los llama así: “Es más fácil hacer la política de corto plazo, pensando en las próximas elecciones”, que en “una política de largo plazo” que beneficie a la población de manera sustentable.
¿Dónde quedó el radical líder sindical del pasado? “No piensen que fue fácil resistir a los gritos de mis compañeros sindicalistas que pedían más aumentos salariales”, dice Lula.
¿Dónde quedó el globalifóbico que se unía al repudio al Foro Económico Mundial de Davos, convertido en símbolo de la globalización? “Para exportar -dice- tenemos que viajar”. De esta manera justifica sus viajes internacionales y las exportaciones, una forma de la globalización, para garantizar la prosperidad de los brasileños.
No deja de ser significativo que Lula fue a Davos, ése supuesto altar del liberalismo y el libre comercio, en febrero de 2003, unas cuantas semanas después de haber asumido la Presidencia de Brasil. Ahí estuvo de regreso en 2005. Por otra parte, si bien hizo sufrir hasta el último a los organizadores de la reunión latinoamericana, al final no sólo asistió sino que aprovechó la ocasión para disculparse por no haber asistido a Davos en febrero de 2006. Prometió, sin embargo, estar presente en 2007, aunque para que lo haga como presidente tendrá que haber ganado las elecciones de fines de este año.
También es relevante que el programa Hambre Cero de Lula, ese que se ha convertido en la parte más característica de su Presidencia, le deba mucho más al Oportunidades de Vicente Fox, con su foco en familias realmente pobres y su exigencia de que los hijos vayan a la escuela a cambio de recibir ayuda, que con las asistencias de Andrés Manuel López Obrador, que se dan a los ancianos sin importar su situación económica y a cambio de nada.
¿Podrá Lula obtener su tan ansiada reelección? Es probable. Su popularidad ha resurgido a pesar de los escándalos de corrupción que han afectado a su Gobierno y que han llevado a la renuncia de algunos de sus colaboradores más cercanos. A pesar de esos escándalos, Lula tiene un carisma personal que puede superar cualquier obstáculo. Poco importa que hable en exceso.
POCO CRECIMIENTO
Brasil está creciendo poco: apenas un 1.4 por ciento anual en el último trimestre de 2005 contra 5.8 por ciento de Chile, a pesar que los precios de las exportaciones brasileñas están en niveles muy altos. El problema es que Lula no ha hecho las reformas estructurales que harían más eficiente al país.
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