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Jaque mate/Falsos paraísos

Sergio Sarmiento

“Habría una gran reforma en la política si la sabiduría pudiera difundirse tan fácil y rápidamente como la tontería”.

Winston Churchill

La decisión del Gobierno francés esta Semana Santa de echar para atrás el Contrato de Primer Eempleo para los menores de 26 años es muy grave para los jóvenes franceses, especialmente los más pobres. Significa, por supuesto, que los patrones franceses no podrán crear más empleos para los jóvenes, especialmente aquellos con menor preparación, porque la terminación del empleo seguirá siendo tan prohibitivamente cara como lo es ahora.

Pero el fracaso del primer ministro Dominique de Villepin señala también la imposibilidad de llevar a cabo reformas que le permitan a Francia ser más competitiva en el futuro para superar su actual estancamiento económico y su alta tasa de desempleo. Francia creció 1.5 por ciento anual en el cuarto trimestre de 2005 y tuvo un desempleo del 9.6 por ciento en febrero de 2006. Estados Unidos tuvo cifras de 3.2 por ciento de crecimiento y de 4.7 por ciento en desempleo (marzo).

El Contrato de Primer Empleo era, de hecho, una medida tímida para enfrentar los problemas de fondo de la economía francesa. Ésta tiene dificultades no sólo porque el despido es extraordinariamente oneroso, sino porque el costo de crear empleos, con los impuestos, las prestaciones y las vacaciones (de cuatro a seis semanas por año desde el primer momento de contratación) vuelven imposible a las empresas francesas competir con las de otros países. Hay que recordar que Francia tiene la más corta semana de trabajo del mundo: sólo 35 horas. Competir así contra un México, en el cual se trabajan legalmente 48 horas, o con los países de Asia en que la semana laboral alcanza con frecuencia las 60 horas, es imposible.

A primera vista parecería que los trabajadores franceses viven en un paraíso. Y quizá sea cierto. Pero es un paraíso de acceso limitado. Quienes están fuera tienen vedada la entrada. Cualquier empresario francés está dispuesto a invertir lo que sea en tecnología, pero no en generar nuevos empleos, porque los costos futuros de cada trabajo creado se vuelven imprevisibles. Por eso son tantos los jóvenes -particularmente los de ascendencia negra y árabe, que son los que tienen menor preparación- que simplemente no tienen esperanzas de participar en el paraíso laboral francés. De ahí las explosiones de violencia que vimos el año pasado entre los jóvenes negros y árabes. Es difícil vivir en medio de un paraíso, aunque sea un paraíso artificial, cuando no se tiene acceso a él.

Entiendo que las condiciones de los trabajadores mexicanos, aun de los más privilegiados, distan mucho de las que tienen los franceses. Pero de alguna forma estamos viendo el surgimiento de una situación similar en el mercado laboral mexicano. Los trabajadores de algunas instituciones del Estado tienen condiciones laborales que, por mucho, rebasan las del mercado. Éste es el caso, por ejemplo, de los trabajadores de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, de Pemex o del Instituto Mexicano del Seguro Social, cuyos aguinaldos, prestaciones, vacaciones, pensiones y, sobre todo, protección contra los despidos rebasan con mucho lo que obtienen el resto de quienes laboran en el país.

Una de las consecuencias es que se ha creado un doble sistema laboral. Así como en Francia los negros y los árabes deben limitarse a ver con envidia los empleos de los blancos, en México la enorme mayoría de los trabajadores deben conformarse con aspirar a obtener algún empleo en una de esas instituciones de privilegio que ha creado el Estado. Son tan contrastantes las condiciones de trabajo que existen en ellas frente a las que prevalecen en un mercado laboral en el que incluso un empleo de dos veces un salario mínimo y prestaciones de Ley es un privilegio, que lógicamente ha surgido un mercado negro en las pocas plazas que ofrecen esas instituciones. Esos puestos se compran con dinero o con sexo, especialmente porque no hay un sistema que los entregue a quienes tienen mejor preparación. La decisión es discrecional del líder sindical.

Estamos viviendo en un mundo de crecientes desigualdades. Pero quizá la más injusta de todas, la que tiene menos sentido económico, es la que han creado los sindicatos y los legisladores de países como Francia y como México. Al crear empleos que son artificialmente generosos, y protegerlos a través de un sistema que excluye a la mayoría de la posibilidad de obtenerlos, se promueve una inequidad especialmente dañina a la sociedad. Esta desigualdad no sólo es injusta sino que impide la competitividad y empobrece a la sociedad en su conjunto, como tarde o temprano se darán cuenta los franceses.

FRANCIA Y CHINA

Hubo un tiempo en que Francia era una nación progresista. Hoy se ha vuelto cada vez más conservadora. Por eso rechazó el Contrato de Primer Empleo y por eso se opuso a la nueva Constitución europea. A pesar de la prosperidad que el país ha obtenido del libre mercado y la globalización económica, el 75 por ciento de los franceses se manifiestan opuestos al capitalismo. En cambio, la mayoría de los chinos expresan su fe en el mercado. Por eso China está subiendo; y Francia, cayendo.

Correo electrónico:

sarmientojaque@gmail.com

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