“La gloria de los hombres se ha de medir siempre por los medios de que se han servido para obtenerla”.
François de
La Rochefoucauld
Lo que nos están diciendo los más fieles seguidores de Andrés Manuel López Obrador -hace ya tiempo que quedó claro que no son toda la izquierda o siquiera todos los perredistas- es que el fin justifica los medios.
Esta posición no es nueva. La han utilizado los tiranos a todo lo largo de la historia. Pero con la experiencia que hemos tenido en el mundo con quienes han mantenido este principio, no deja de ser atemorizante que hoy se retome esta doctrina con tanta vehemencia en México.
Sí, es cierto, estos fieles seguidores de López Obrador reconocen que la ley prohíbe el bloqueo de vías de comunicación. El propio líder de su movimiento, tan afecto a las manifestaciones y plantones como arma de presión política, entendió cuando jefe de Gobierno del Distrito Federal que no podía permitir todas las manifestaciones o todos los plantones. Por eso ideó el bando 13, que prohíbe el bloqueo de vías primarias, como Insurgentes, el Periférico y, por supuesto, Reforma. De esta manera, cuando menos dejaba exento a su preciado segundo piso del Periférico de bloqueos de la oposición.
Pero reconocer lo que dice la ley o el bando 13 no ha sido obstáculo para el bloqueo de Reforma. Ninguna regla es válida, dicen los obradorcitas, cuando se busca un bien mayor. En otras palabras, el fin justifica los medios.
Para los adictos a López Obrador el bien mayor es la defensa del triunfo electoral que su jefe presumiblemente obtuvo en las elecciones del dos de julio. Con el fin de preservar esa victoria, cualquier táctica es buena. No es necesario mantenerse dentro de los cauces de la ley. Pueden violarse incluso los derechos de los ciudadanos que no tienen nada que ver en el tema. No olvidemos nunca que el fin justifica los medios.
Cada día estoy más convencido que las afirmaciones de fraude de la coalición Por el Bien de Todos son falsas. Una prueba tras otra se ha caído al examinarse en detalle. El propio López Obrador y sus seguidores aún siguen peleándose por saber si el fraude fue cibernético o a la antigüita. La convicción de los obradoristas de que la repetición constante hará verdaderas las acusaciones no surte efecto en quienes no comparten sus dogmas. Pero aun suponiendo que los cargos fuesen ciertos, el ámbito donde deben ventilarse es el Tribunal Electoral. Violar los derechos de terceros para presionar a los magistrados rompe no sólo la ley sino la ética.
Casi todos los dictadores de la historia han recurrido al principio del utilitarismo que establece que el fin justifica los medios. Muy pocos han estado dispuestos a reconocer que sus actos se basan en la ignorancia o en la perversidad. Adolf Hitler argumentó que el genocidio de judíos, gitanos y otros grupos étnicos era necesario para crear un reino de paz y prosperidad bajo la tutela del pueblo más avanzado del mundo, el alemán. Stalin sostuvo que la matanza de granjeros y disidentes era indispensable para construir el reino del comunismo en el que todos vivirían en paz, igualdad y prosperidad.
Una vez que empieza a aplicarse el principio de que el fin justifica los medios, empero, no hay dónde detenerse. Si a cambio de impulsar un bien mayor se pueden violar impunemente la ley y los derechos individuales, no hay obstáculo para ningún abuso. ¿Por qué no despojar a alguien de su propiedad si, al repartirla entre mis simpatizantes, hago felices a éstos y violo sólo los derechos de uno? ¿Por qué no puedo bloquear las vías de salida de una sola casa, por ejemplo la de Alejandro Encinas, si con ello genero el júbilo de millones? ¿Por qué no puedo matar al negro, al judío o al indocumentado si con ello logro un mayor bienestar o una mayor aceptación política de los electores en mi comunidad?
Mucho se ha escrito en los medios académicos sobre los horrores a los que lleva una ética utilitaria. De hecho, ninguna sociedad civilizada puede sostener que el fin justifica los medios. Los derechos individuales deben ser inviolables. A final de cuentas, todos podemos ser minoría: todos podemos ser esa persona cuyos derechos se violan para promover un bien ulterior.
Los peores tiranos de la historia han aplicado la filosofía de que el fin justifica los medios. Las sociedades libres y democráticas, por el contrario, sostienen que los individuos tienen derechos inalienables que la autoridad no puede violar y que las leyes deben aplicarse a todos sin exentar a los amigos o aliados de los poderosos.
La estrategia de bloquear la columna vertebral del Distrito Federal, es un ejemplo claro de la filosofía de que el fin justifica los medios. Pero una vez que se empieza por este camino, termina por prevalecer únicamente la ley del más fuerte.
INTELECTUALES
Muy importante el desplegado que firman José Woldenberg, Héctor Aguilar Camín, Enrique Krauze, Federico Reyes Heroles, Roger Bartra, Germán Dehesa, Denise Dresser, Soledad Loaeza, Alejandro Rossi y una impresionante lista de intelectuales. Señalan que pudo haber errores en la elección del dos de julio, pero que no hay indicios de un fraude maquinado; que todos los partidos tienen derecho a acudir al Tribunal Electoral, pero que no se debe alimentar una situación de crispación y alarma; y que debemos, finalmente, tener confianza en el fallo del Tribunal.