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Jaque mate| Fox derrotado

Sergio Sarmiento

?Siempre se ha de conservar el temor, mas nunca se ha de mostrar?.

Francisco de Quevedo

Finalmente fue el presidente el que se echó para atrás. Él y Andrés Manuel López Obrador se dirigían el uno contra el otro a lo que parecía un choque inevitable. Pero faltando un día apenas para lo que habría de convertirse en el duelo de Gritos, Fox cedió para dejarle la ceremonia más importante del calendario cívico nacional a su gran rival.

En un momento en que López Obrador se ha visto obligado a desmantelar su bloqueo en el Paseo de la Reforma y el Centro Histórico por el costo político que éste ha tenido para él y para el PRD, súbitamente obtiene un triunfo de incalculables dimensiones. López Obrador demuestra una vez más que tiene el control sobre la plaza pública más importante de nuestro país y ratifica que ése es un territorio sobre el que no gobierna el presidente de la nación mexicana.

El presidente Fox, por otra parte, exhibe una vez más su falta de carácter. El mandatario que decidió ceder a los machetes de San Salvador Atenco en la disputa sobre el aeropuerto de Texcoco, y que ha permitido que un grupo de radicales secuestre impunemente la ciudad de Oaxaca, hoy ha mostrado el miedo que le tiene a López Obrador y a su gente.

Si la decisión de recular la hubiera tomado Fox la primera vez que López Obrador le prohibió dar el Grito desde Palacio Nacional, quizá habría podido salvar la cara. Pero fueron demasiadas las veces que él y su portavoz dijeron que no había plan B, que el presidente daría el Grito desde el balcón central a como diera lugar, aun cuando López Obrador y mil otros dieran su propio grito. Al final, con el rostro rojo de vergüenza, Fox y su equipo tuvieron que meter la cola entre las piernas y llevarse el tinglado del Grito oficial a Dolores, Hidalgo.

En ningún lugar de la Constitución, en ninguna Ley secundaria se dice que el presidente de la República deba salir al balcón central de Palacio Nacional a dar un Grito de libertad a las once de la noche del 15 de septiembre. Se trata simplemente de una tradición, de un símbolo. Pero la experiencia nos dice que los símbolos tienen una fuerza enorme en un país como el nuestro. Ceremonias como el Grito le dan a México -un país de una gran extensión y diversidad? un indispensable sentido de unidad.

Uno podría argumentar que el Grito no debería siquiera existir. El cura Miguel Hidalgo hizo su llamado a las armas en el amanecer del 16 de septiembre de 1810 y no en la noche del 15. La fiesta de la noche anterior empezó a celebrarse de manera aislada a mediados del siglo XIX, pero sólo se consolidó durante el Gobierno de Porfirio Díaz. En el ambiente de culto a la personalidad, los aduladores consideraron pertinente empezar el festejo oficial el día del cumpleaños del mandatario. Y don Porfirio, el hombre que durante más tiempo ha gobernado nuestro país, entendió siempre que por el poder de los símbolos le convenía unir su festejo personal a la celebración más importante de la nación.

Con el paso del tiempo el Grito se ha consolidado. No hay otra fiesta cívica en México que tenga su alcance. La enorme mayoría de los televisores del país se sintoniza cada 15 de septiembre a las 11 de la noche a las transmisiones del Grito. Ésta es la única fiesta del año en que el presidente entra a todos los hogares del país. La única otra celebración que puede compararse con ella es la de la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre. Pero se trata de una festividad religiosa que el Gobierno no puede asumir como propia.

No extraña que Andrés Manuel López Obrador haya decidido llevar a cabo este 15 de septiembre su propia ceremonia del Grito. Si algo ha tenido siempre el tabasqueño es su comprensión de los símbolos que le dan cuerpo y unidad a nuestra nación. Dar el Grito en el Zócalo implica convertirse, aunque sea por un momento, en el presidente de la República que él siempre ha ambicionado ser. Una vez que ha encarnado la figura presidencial, puede permitir el Desfile Militar y evitar un desencuentro con las Fuerzas Armadas; puede incuso levantar el bloqueo del corredor Reforma-Centro-Histórico que tanto daño le ha hecho en lo político al PRD.

López Obrador no ha querido limitar su batalla por la Presidencia al terreno de lo legal o de lo político. La ha llevado al campo de los símbolos porque entiende su importancia. El presidente Fox, en cambio, nunca la ha comprendido. Por eso en su toma de protesta, el primero de diciembre de 2000, empezó su discurso con un saludo a sus hijos. Hoy demuestra una vez más esta ignorancia al dejarle el Zócalo a López Obrador.

Podrán el portavoz, el secretario de Gobernación y el senador Santiago Creel ofrecer ahora todas las racionalizaciones que se quiera. Pero la percepción es que, en el momento de la verdad, el presidente tuvo miedo y le dejó el terreno libre a López Obrador. Y esa percepción, del presidente derrotado, es la que quedará como legado del sexenio de Fox.

FRENTE A LAS CÁMARAS

Seguramente la radio y la televisión transmitirán sólo el Grito del presidente Fox como el primero de septiembre emitieron sólo el discurso del mandatario. La cobertura de la ceremonia de Andrés Manuel López Obrador y Alejandro Encinas se limitará a los reportes de los noticiarios y de la prensa. A Fox le han hecho creer que esto es suficiente para evitar la humillación. Así, se retirará la noche del 15 pensando que ha logrado un triunfo. Pero López Obrador en el Zócalo sabrá que la victoria ha sido suya.

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