“Ojo por ojo y el mundo
acabará ciego”.
Mahatma Gandhi
Respeto el derecho de Israel a defenderse. Pero no puedo aceptar que para cumplir ese derecho las Fuerzas Armadas israelíes maten indiscriminadamente a civiles y destruyan la infraestructura de un país vecino.
Entiendo la exasperación del embajador israelí en México, David Dadonn, ante el desplegado en que un grupo de intelectuales, políticos y empresarios protesta por la matanza de civiles en el Líbano por parte de las Fuerzas Armadas israelíes. Me doy cuenta que tiene razón cuando señala que a ningún intelectual o político mexicano se le ha ocurrido firmar un desplegado para lamentar las muertes de civiles israelíes por actos terroristas llevados a cabo por Jezbolá o Hamas. No es políticamente correcto, al parecer, lamentar las muertes de israelíes.
Pero el asesinato de civiles israelíes por parte de terroristas no justifica el asesinato de civiles libaneses que no tienen ninguna responsabilidad en aquellas muertes.
En la actual situación del Líbano e Israel hay muchas víctimas. Los principales son aquellos civiles que han muerto a manos de los terroristas de un lado y de las Fuerzas Armadas de los otros. También están las familias de estas víctimas. Y en realidad pagan el costo también todos los civiles en el Líbano, porque la economía de su país ha quedado destrozada y porque el Estado libanés se ha vuelto inoperante.
El principal villano en toda esta situación son los dirigentes del Jezbolá. Esta organización terrorista shiita ha buscado desde hace mucho tiempo generar una reacción violenta del Estado de Israel en contra del Líbano. Por eso durante años ha estado atacando de manera esporádica el norte de Israel. Ha obtenido, además, misiles de sus patrocinadores en Irán para crear una amenaza abierta a todo el país vecino.
Durante años los gobiernos israelíes se abstuvieron de responder a los ataques. Pero finalmente el primer ministro Ehud Olmert ha mordido el anzuelo y ha respondido con una violencia desmedida. De hecho, la respuesta ha sido de tal magnitud que ha rebasado incluso las expectativas más optimistas de Jezbolá. Sin duda los dirigentes de esta organización han festejado sin cesar el éxito que finalmente tuvo su provocación.
Los miembros de Jezbolá son libaneses, es cierto, pero en ese país del Mediterráneo oriental las lealtades de etnia son más importantes que las lealtades de nación. Los shiitas libaneses se consideran despreciados no sólo por los cristianos maronitas y ortodoxos de su país sino también por los propios libaneses musulmanes sunnitas, que son quienes comparten el poder político del país con los cristianos. Por eso los shiitas y en particular Jezbolá, han vuelto los ojos al Gobierno shiita de Irán. Provocar una guerra entre su propio país e Israel es una apuesta que, piensan, puede fortalecer la posición de los shiitas en el Líbano.
El Gobierno libanés ha cultivado al alacrán en su medio al permitir que Jezbolá se convierta en una Fuerza Armada independiente en el sur del territorio nacional. Jezbolá, por otra parte, es un partido además de un Ejército privado, con participación no sólo en el Parlamento libanés sino en el Gobierno del país. El haberle dado Ministerios en el Gabinete a representantes de Jezbolá le ha dado, de hecho, una justificación a Israel para la inexcusable guerra contra el Líbano.
Irán aplaude también la guerra, me queda claro. El Gobierno iraní mantiene abiertamente la posición, ya superada en muchos países árabes, de que hay que acabar con el Estado de Israel. La violenta respuesta de las Fuerzas Armadas israelíes a las provocaciones de Jezbolá unifica ahora a los países árabes contra Israel, incluso a aquellos que reconocen al Estado judío. Y, por otra parte, le genera mayor apoyo a Irán en su conflicto con Estados Unidos y los países de Europa por su programa nuclear.
Ni Estados Unidos ni los países de Europa han querido llamarle la atención a Israel por su desproporcionada respuesta a las agresiones de Jezbolá. Prefieren que Israel acabe con todas las células de Jezbolá en el sur del Líbano, sin importarles el costo que esto tenga en la población civil del Líbano.
El costo para Israel de esta guerra, sin embargo, será también desproporcionado. Para empezar, ningún país puede aspirar al respeto de las demás naciones del mundo cuando utiliza su Fuerza Militar para bombardear a comunidades civiles. Pero además la experiencia nos demuestra que las matanzas de inocentes, lejos de garantizar la paz en el largo plazo, generan a nuevos activistas dispuestos a dar su vida para matar a quienes consideran responsables de las muertes de sus parientes.
Me uno a las voces de quienes protestan por la matanza de civiles en el Líbano. Me adhiero también a quienes protestan por la muerte de civiles en Israel por ataques terroristas. Pienso que para bien de todos los que viven en la región ha llegado ya el momento de exigir que sean los civiles pacíficos y no los generales o los dirigentes de grupos terroristas los que establezcan la agenda en el cercano oriente.
VOTOS O PUÑOS
Nuevamente Andrés Manuel López Obrador hace gala de su capacidad de reunir gente en una marcha política. Pero una vez más los demócratas debemos afirmar que son los votos y no los puños los que deben definir el resultado de una elección. Esperemos la decisión del Tribunal Electoral y aprendamos a respetarla.