“La fuerza lo conquista todo, pero sus victorias duran poco”.
Abraham Lincoln
La aplicación de la fuerza tanto para evitar el asentamiento de vendedores ambulantes en San Salvador Atenco como para impedir que continuara el bloqueo de la carretera Texcoco-Lechería la semana pasada era inevitable. Parece absurda la posición de quienes mantienen que la sociedad debe simplemente cruzarse de brazos cuando ciertas organizaciones políticas violan abiertamente la Ley.
Lo anterior no significa, sin embargo, que sea aceptable violar los derechos de las personas que han quebrantado la Ley. Ése es también un inaceptable uso de la fuerza.
Fue correcto usar la fuerza pública para desbandar a los radicales de San Salvador Atenco. Todos los videos, todos los testimonios, muestran la agresividad de los atenquistas y sus simpatizantes, quienes enarbolaron machetes y los usaron para agredir a los policías que llegaron a hacer el desalojo. La mayor parte de los primeros lesionados del tres de mayo eran policías que únicamente estaban tratando de hacer su trabajo.
Pero no podemos cerrar los ojos a las indicaciones de que los policías que participaron en las acciones de Atenco violaron también la Ley. Hay denuncias de que muchos de los detenidos fueron golpeados, no durante la detención, como sería quizá inevitable, sino después, cuando ya se encontraban en manos de los policías.
Así como hay videos del tres de mayo que muestran el salvajismo de los atenquistas contra los policías que cayeron en su poder, así hay también videos que exhiben el salvajismo de los policías al golpear a manifestantes caídos sin posibilidad de defensa. Hay denuncias también de otros abusos, de golpes a quienes estaban ya en custodia, e incluso de violaciones a mujeres. Ninguna de estas acusaciones se puede dejar sin investigación.
Si realmente queremos vivir en un Estado de Derecho, debemos tener una autoridad que pueda utilizar la fuerza para disolver bloqueos y manifestaciones violentas, pero a la que no se le permita abusar posteriormente de aquellas personas que han quedado bajo su custodia. Así como hay que hacer valer los cargos en contra de Ignacio del Valle y de los otros militantes políticos que incitaron a la violencia, secuestraron a policías, tomaron las calles de San Salvador Atenco y bloquearon la carretera Texcoco-Lechería, también hay que sancionar a cualquier policía que haya abusado de quienes fueron detenidos.
Las acusaciones contra quienes violaron la Ley, por otra parte, deben ser sensatas. Los atenquistas cometieron faltas muy diversas, como ataques a las vías de comunicación (por el bloqueo de la carretera), secuestro equiparado (por la retención de agentes de la policía), agresiones e intento de homicidio de los policías que quedaron en sus manos. Pero acusarlos de delincuencia organizada, como se ha hecho en un intento por mantenerlos en la cárcel sin libertad bajo fianza, no parece lógico.
Habrá que ver cómo se maneja la acusación en los tribunales, pero denunciar a los atenquistas por delincuencia organizada deja la impresión de que se está torciendo una Ley diseñada para combatir el narcotráfico. Hay que recordar los fracasos que nuestras autoridades han tenido al tratar de aplicar las leyes contra el “lavado de dinero” a casos que no tienen nada que ver con el “narco”.
Para el subcomandante Marcos y los líderes de otros grupos radicales, como el Frente Popular Francisco Villa y el Consejo General de Huelga de la UNAM, la violencia en San Salvador Atenco ha constituido una gran oportunidad. La “otra campaña” de Marcos había sido hasta ahora un triste desfile con públicos muy reducidos y discursos que no alcanzaban a prender. La violencia en Texcoco, sin embargo, le ha dado nuevamente un respiro de vida al subcomandante, al EZLN y a sus aliados radicales que siguen cuestionando la legalidad de un régimen democrático. Por eso ayer bloquearon durante horas la crucial vía Morelos en Ecatepec y amenazan con llevar a cabo en los próximos días nuevas manifestaciones y bloqueos.
Para la sociedad mexicana, sin embargo, los acontecimientos de violencia en San Salvador Atenco y Lázaro Cárdenas obligan a una reflexión de fondo. Debemos saber si realmente queremos continuar viviendo en un país en que las discrepancias se dirimen a golpes o a balazos y en que los más fuertes finalmente son los que obtienen el triunfo, o si estamos dispuestos a aceptar la disciplina que implica usar a la Ley y a los tribunales como los mecanismos para resolver disputas.
Lo que se está dirimiendo en San Salvador Atenco, en Lázaro Cárdenas y en otros lugares del país es si queremos construir un verdadero Estado de Derecho en México.
¿AMIGOS O ENEMIGOS?
En estos tiempos electorales hay que tenerles más miedo a los amigos que a los enemigos. Los principales enemigos de López Obrador son hoy por hoy el subcomandante Marcos, el líder de los atenquistas Ignacio del Valle y la izquierda radical que ellos han convocado. Nadie le está haciendo más daño a Felipe Calderón, por otra parte, que el presidente Vicente Fox que trata de ayudarlo todos los días. El líder minero Napoleón Gómez Urrutia, por otra parte, se ha convertido en el principal enemigo de Roberto Madrazo.
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