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Jaque mate| Los emigrantes

Sergio Sarmiento

?Nuestras leyes migratorias son violadas tanto por quienes cruzan nuestras fronteras ilegalmente como por quienes los contratan?. Steve Israel

Casi todos los especialistas y columnistas dan por hecho que el nuevo muro que el Gobierno estadounidense planea construir en la frontera con México no tendrá el resultado que se espera de él. Ya hay muchos kilómetros de muros en la frontera entre los dos países, pero no han servido para disminuir el flujo de trabajadores indocumentados. Mientras exista una demanda de mano de obra en la Unión Americana y haya mexicanos insatisfechos con sus ingresos será inevitable que sigan llegando indocumentados a territorio estadounidense.

Quizá. Pero no podemos descartar el efecto que el paquete total de medidas pueda tener en la migración de mexicanos a los Estados Unidos. Recordemos que no se trata solamente del muro. El presidente estadounidense George W. Bush ha mandado también a seis mil miembros de la Guardia Nacional a patrullar la frontera con México mientras se prepara un número similar de nuevos agentes fronterizos. Las nuevas medidas que se están aplicando harán cuando menos más difícil y caro el cruce de indocumentados a territorio estadounidense por la frontera con México.

Si el Gobierno de Estados Unidos realmente quisiera cortar de tajo la inmigración ilegal, tendría que tomar una medida adicional: castigar realmente a los empresarios que contraten a trabajadores indocumentados. Los ilegales no tienen nada que perder ante una amenaza de una acción penal, pero los empresarios estadounidenses sí. Mientras no se apliquen penas reales a la contratación, se podrá acusar justamente a Washington de tener una doble cara: de quejarse de la inmigración ilegal, sin tomar las medidas que realmente serían eficaces para detenerla, por temor a afectar los intereses de empresarios poderosos.

Los mexicanos, no obstante, debemos estar conscientes del impacto que tendría sobre nuestra economía el que el Gobierno de Estados Unidos realmente se pusiera serio en el combate contra la migración ilegal. Nuestra economía se ha vuelto cada vez más dependiente de la emigración. Ante el fracaso que hemos tenido durante casi 20 años en la generación de empleos y en el aumento de los salarios reales, la constante salida de personas en busca de una mejor vida en Estados Unidos se ha convertido en una válvula de escape sin la cual habríamos tenido una explosión social hace tiempo.

Por otra parte, sin el creciente ingreso de las remesas de nuestros trabajadores en el exterior, la economía mexicana habría registrado seguramente una crisis financiera en los últimos años. Nada más entre enero y agosto de este año entraron a México 15 mil millones de dólares en remesas. Imaginemos lo que habría significado para la macroeconomía nacional la ausencia de estas divisas. Además, en un momento en que los ingresos petroleros están finalmente cayendo, las remesas se convierten en una esperanza más a largo plazo, ya que están creciendo a una tasa de 20 por ciento anual.

Independientemente de los beneficios de las remesas, el costo para nuestro país de la expulsión masiva de ciudadanos ha sido enorme. No sólo se están rompiendo las estructuras familiares y millones de niños se están quedando sin una imagen paterna, sino que estamos perdiendo a los más arrojados entre nuestros jóvenes. Aquellos que deberían estar transformando nuestro país, se están yendo a construir la prosperidad de otra nación.

Tradicionalmente se iban aquellos que tenían menos posibilidad de prosperar en México: los campesinos sin tierra y sin instrucción alguna, los segundos y terceros hijos de ejidatarios que no tenían forma de ganarse una vida decente en la parcela familiar. Pero las cosas están cambiando. Muchos de los que hoy se van cuentan cuando menos con instrucción secundaria. El 70 por ciento tiene empleo. El problema no es que no puedan encontrar trabajo, sino que éste no les da la posibilidad de mantenerse dignamente a sí mismos y a sus familias.

Tiene poco sentido que sigamos protestando por las medidas de política migratoria de otro país. Los estadounidenses tienen el mismo derecho que nosotros a establecer sus propias reglas migratorias. De hecho, nuestras leyes en este tema son bastante más restrictivas que las estadounidenses. En México permitimos menos inmigrantes y les restringimos más las garantías individuales. Incluso a los hijos de nuestros inmigrantes les limitamos ciertos derechos, cosa que no ocurre en la Unión Americana.

En vez de quejarnos, lo que debemos hacer los mexicanos es tomar medidas que generen crecimiento en nuestro país para que nuestros compatriotas no se vean obligados a emigrar. Ésta es la solución real, pero la que requiere de mayor esfuerzo. Ésa fue la manera en que países como Irlanda, España y Corea del sur dejaron de expulsar a sus trabajadores. No hay razón para que nosotros no podamos hacerlo.

¿Y LOS EMPLEOS?

¿Cómo crear empleos en nuestro país? Hay que aprovechar las oportunidades de negocio que ya son evidentes. Ante la saturación de Long Beach, en Los Ángeles, por ejemplo, lo lógico es crear un puerto de alto nivel en Ensenada. Pero los entuertos de la propiedad ejidal y las restricciones a la inversión lo han impedido hasta ahora. Necesitamos refinerías modernas que de crudo pesado produzcan gasolina de alta calidad; pero ante la prohibición a la inversión privada, el proyecto y los empleos se están yendo a Centroamérica.

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