“Cuando bebas el agua,
recuerda el arroyo”.
Proverbio chino
Parecería una broma que el Foro Mundial del Agua se celebre esta semana en la Ciudad de México. La capital federal es un ejemplo notable de mala administración de este líquido en un país en el que poco se hace por conservar el agua y aprovecharla de manera adecuada. En el Distrito Federal no se utiliza el agua que cae en forma de lluvia y que sería más que suficiente para cubrir las necesidades de la ciudad. La que se capta en calles y azoteas es conducida a los sistemas de drenaje para mezclarse con las aguas negras y contaminarse.
El agua de consumo humano es traída en buena medida de cuencas hidrológicas lejanas, en particular del Cutzamala y del Lerma, a un costo económico y ecológico enorme, sólo para perderse en un 40 por ciento en las fisuras del sistema de distribución. El agua que queda se entrega a hogares e industrias a precios muy inferiores a los costos y muchas veces no se cobra. En este sistema descapitalizado de manera sistemática, las zonas marginadas se quedan constantemente sin agua.
Los pobres de la ciudad, por lo tanto, terminan pagando más que nadie por el líquido que les es entregado en pipas. El populismo lo terminan siempre pagando los que menos tienen. El problema es grave, pero más lo es la falta de interés del Gobierno del Distrito Federal para solucionarlo. Lejos de ajustar las tarifas para promover un consumo más razonable, la ciudad insiste en mantenerlas a niveles que promueven el desperdicio.
En el Distrito federal se cobra una tarifa de 1.56 pesos por metro cúbico de agua. En Monterrey el precio es de 3.81 pesos por metro cúbico y el dinero se ha utilizado para proporcionar un mejor servicio de distribución y para construir un sistema de tratamiento que permite limpiar todas las aguas residuales. En Tijuana el precio es de 9.22 por metro cúbico. Si bien el agua es quizá el problema más urgente de la ciudad, el Gobierno le ha prestado menos atención que a otros menos relevantes. El proyecto emblemático del sexenio en la ciudad de México ha sido el segundo piso del Periférico, el cual beneficia fundamentalmente a la minoría privilegiada que tiene automóvil privado. En cambio no se ha hecho la inversión en infraestructura hidráulica que habría permitido resolver o cuando menos paliar los problemas de agua de la ciudad. Simplemente un programa de inversión intensa en las tuberías de distribución de agua habría reducido de manera muy importante el desperdicio.
Pero el problema, desde un punto de vista político, es que los trabajos en los sistemas de tuberías no los ven a simple vista los electores, como sí ven los grandes pasos a desnivel para automóviles. En todo el país tenemos una mala política de agua. La actividad agropecuaria es la que más utiliza el líquido y, sin embargo, regalamos éste a agricultores y ganaderos.
Los productores del campo tienen, de hecho, un incentivo perverso para no reducir su consumo. Si lo disminuye se les castiga bajando su cuota de uso para años subsecuentes.
El Gobierno de la Ciudad de México, en lugar de enfrentar los retos que representa el agua, ha preferido politizar el tema.
El jefe de Gobierno Alejandro Encinas declaró este primero de marzo que la postura de su administración en el Foro Mundial del Agua será que la privatización no es la vía para resolver el problema de su distribución y aprovechamiento.
La verdad es que el régimen de propiedad de las empresas o instituciones que manejan los sistemas de agua no debe de ser el tema a discusión sino qué tan eficaz es el trabajo que hacen.
Varias empresas privadas han demostrado que pueden manejar muy bien el agua, como lo ha hecho Bal-Ondeo en Cancún. Pero también pueden ser eficientes los sistemas públicos, como el de Monterrey. Mucho más importante que la propiedad de las empresas son las políticas que se aplican. Cuando se cobran precios realistas y se mantiene una cobranza eficaz, lo cual permite financiar un sistema de distribución y tratamiento y llevar a cabo inversiones, se logra un mejor aprovechamiento de un recurso no renovable.
Cuando se fijan precios que no compensan los costos, y además hay mala cobranza, lo único que se logra es el desperdicio. Parece una broma llevar a cabo el Foro Mundial del Agua en una ciudad tan irresponsable en el manejo de este líquido como lo ha sido la de México.
Pero quizá esta urbe necesite más que ninguna otra la discusión sobre el tema del agua. Si realmente prestamos atención y aprendemos de los expertos que se reunirán en la ciudad a partir del 16 de marzo, quizá podremos empezar a tomar medidas para poner fin a nuestro desprecio por el agua.
¿AGUA PRIVADA?
Curiosamente el Gobierno del Distrito Federal, que tanto se opone a la “privatización” del agua, tiene encomendadas varias tareas a empresas privadas. Éstas no establecen las políticas en materia de agua, pero manejan la facturación, la cobranza y los trabajos de rehabilitación. Bal-Ondeo, la empresa propiedad de Peñoles y Suez de Francia, que opera con gran éxito el sistema de aguas de Cancún, también coopera en el manejo del agua en varias delegaciones del D.F. Lo mismo hacen filiales del Grupo ICA y de Gutsa en otras delegaciones.
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