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Jaque mate/Ovidio y exilio

Sergio Sarmiento

“Muchos mexicanos somos lo que somos, y sin duda somos un poco mejores, porque nos acercamos a esos peregrinos”.

Carlos Fuentes

Ovidio Salcedo celebró este sábado pasado, tres de junio, sus 95 años de edad. Dirigente de la Unión General de Trabajadores y del Partido Socialista Obrero Español en el exilio, leyó en una comida homenaje en Polanco un breve texto en el que agradeció la presencia de más de un centenar de personas. Los ojos se le llenaron de lágrimas cuando recordó a los amigos y compañeros que “se adelantaron para siempre”. Pero cerró con una nota optimista al invitar a todos a reunirse una vez más en cinco años, “cuando celebraré mis primeros 100 años”.

Don Ovidio es uno de los pocos sobrevivientes del exilio español en México que ocuparon cargos de responsabilidad en la República Española. Si bien contaba con menos de 30 años durante la Guerra Civil, tuvo un papel importante en la UGT, la federación sindical socialista para la que colaboró desde muy joven. Este sábado pasado me contaba la anécdota de un encargo de la unión que cumplió en 1933, a los 22 años, para arreglar una huelga en Asturias que se había complicado y se acercaba a la violencia por la intervención de un político de derechas. La huelga la conjuró con un buen arreglo para el sindicato sin que se cumplieran las amenazas de algunos sindicalistas de recurrir al uso de bombas.

En México don Ovidio, quien prosperó en un negocio privado, llegó a presidir el Partido Socialista poco antes de que la nueva generación de líderes españoles, encabezada por Felipe González, se alzara con el control de la organización.

Muchos de los representantes del exilio español que aún tenemos entre nosotros llegaron a México cuando eran adolescentes o muy jóvenes y realizaron toda su trayectoria profesional en nuestro país. Es el caso de Santiago Genovés, Adolfo Sánchez Vázquez, Ramón Xirau y Tomás Segovia, quienes recientemente recibieron la Gran Cruz del Mérito Civil de manos de la embajadora española en México, Cristina Barrios. Un verdadero ejército de académicos, políticos, sindicalistas, artistas y escritores los precedieron y tuvieron una influencia decisiva sobre la vida intelectual mexicana. No hay lista que pueda hacer justicia a todos, pero algunos nombres son indispensables: José Gaos, Maria Zambrano, León Felipe, Max Aub, Enrique Díez-Canedo, Ignacio Bolívar, Indalecio Prieto, Luis Buñuel. En una siguiente generación destacan Emilio García Riera, Néstor de Buen y los homenajeados con la Gran Cruz del Mérito Civil, entre muchos más.

Fernando Serrano Migallón, director de la Facultad de Derecho de la UNAM e hijo del exilio, escribía en octubre de 2005: “Hay que reconocer que para España el exilio está muerto; murió a fuerza de traiciones y de olvido”. En contraste, para México “el exilio republicano vive no sólo en su tercera generación de mexicanos de origen español sino en su legado de ideal democrático, de honor y de colaboración con el pueblo que fue en un primer momento su refugio, posteriormente su casa y hoy su patria”.

Puede decirse que el exilio en México comenzó formalmente en junio de 1937, hace 69 años, cuando llegaron los primeros 460 “niños de Morelia” y fueron recibidos por el presidente Lázaro Cárdenas. Pero si bien España durante mucho tiempo olvidó esta corriente de inteligencia que abandonó su tierra, con los años ha empezado a prestarle atención.

En octubre de 2005 se llevó a cabo en la Universidad Complutense de Madrid un homenaje de una semana al general Cárdenas y al exilio. Este pasado mes de mayo se anunció la creación de una cátedra sobre el exilio en las universidades de Alcalá y Carlos III de Madrid con la colaboración de la UNAM, la Fundación Pablo Iglesias y el Banco Santander. La cátedra comenzará sus actividades en el período lectivo 2006-2007.

La memoria del exilio se preserva en México porque todavía están con nosotros algunos de los hombres y mujeres que, con la derrota a cuestas, llegaron a nuestro país a construir una vida nueva. Esos “trasterrados”, como los llamó Gaos para distinguirlos de los “desterrados” en naciones ajenas a su cultura, son el recuerdo vivo de un sinnúmero de historias que inyectó a México un nuevo vigor intelectual y político.

Este sábado pasado, al escuchar la voz lúcida y emotiva de don Ovidio, con los recuerdos agolpados de mi propio abuelo, Vicente Sarmiento, el médico socialista que en la república fue diputado y gobernador de Murcia, confirmé una vez más la influencia que el exilio ha tenido sobre mí y sobre México. Quizá por eso hice una nota en mi agenda mental para el tres de junio de 2011, cuando pienso estar puntual en la celebración de los primeros 100 años de don Ovidio Salcedo, convertido hoy en uno de los símbolos de la república, la guerra y el exilio español en México.

NAPOLEÓN

Mucho tardó el Gobierno Federal en formalizar los cargos con que amenazaba a Napoleón Gómez Urrutia, quizá porque intuía que las acusaciones eran débiles. Por lo pronto este tres de junio el juez decimoquinto de distrito negó girar orden de aprehensión contra el líder minero pues consideró que no se habían acreditado la acusación en su contra por “lavado” de dinero.

Correo electrónico:

sarmiento.jaquemate@gmail.com

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