?Hay que cambiar de jinete, pero para qué cambiar de caballo, si el caballo va caminando bien?.
Vicente Fox, 18 abril 2006
No me ayudes compadre, le debió haber dicho Felipe Calderón al presidente Vicente Fox cuando éste decidió emprenderla contra los populistas en sus presentaciones públicas durante la campaña electoral.
Dudo mucho que Fox le haya conseguido muchos votos a Calderón con sus afirmaciones de que ?México no debe cambiar caballo a la mitad del río?, ?debemos rechazar la demagogia y el populismo?, no debemos tener ?una regresión al autoritarismo? y ?hoy quieren inventar veredas cortas al desarrollo?, entre otras. Pero, como lo señala el dictamen sobre la validez de la elección presidencial, que fue aprobado de manera unánime por los siete magistrados del Tribunal Electoral y que el propio Fox ha alabado por reconocer como presidente electo a Felipe Calderón, las declaraciones del presidente Fox ?se constituyeron en un riesgo para los comicios?.
Uno puede cuestionar las restricciones que la Ley mexicana impone a las declaraciones del presidente. En otros países del mundo, tanto de régimen presidencial como parlamentario, se da por hecho que el jefe de Gobierno debe defender de manera activa tanto sus ideas políticas como a los candidatos de su partido. Lo hizo, en efecto, Andrés Manuel López Obrador cuando era jefe de Gobierno del Distrito Federal, y hoy lo hace Alejandro Encinas en sus conferencias de prensa matutinas. Pero el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) de nuestro país, prohíbe estrictamente la participación del presidente de la República y otros funcionarios gubernamentales en las campañas electorales. Esto es consecuencia de una larga experiencia de intervenciones presidenciales en los procesos electorales mexicanos.
Si el presidente Fox no estaba de acuerdo con las restricciones a su libertad de expresión, pudo haber trabajado a través de la bancada panista en el Congreso para eliminarlas de la Ley. Lo que no debió haber hecho es burlarse de las disposiciones legales ofreciendo declaraciones casi todos los días en contra de López Obrador y poniendo así en juego la legitimidad de la elección.
Afortunadamente la Suprema Corte de Justicia intervino para detener la publicidad de obra pública del gobierno que se interpretaba también como un respaldo a la candidatura de Calderón. De lo contrario, según lo señala el propio Tribunal Electoral, se habría fortalecido el caso para declarar la invalidez de la elección.
El presidente Fox y su portavoz, Rubén Aguilar, han negado que el mandatario haya puesto en riesgo la elección. Según el vocero, el Tribunal dijo que ?pudo haber sido? un riesgo la intervención del mandatario, ?pero no lo fue?. La verdad, sin embargo, es que el dictamen dice que las afirmaciones públicas del presidente sí se convirtieron ?en un riesgo? para los comicios. Si el presidente está festejando la declaración de validez de la elección, más le valdría tomar nota de las observaciones que le están haciendo los magistrados.
Hay que reconocer que el presidente Fox no mostró la imparcialidad política y responsabilidad histórica que tuvo Ernesto Zedillo cuando gobernó México y en especial durante la campaña de 2000. Lo más paradójico del caso es que, cuando fue candidato, Fox se quejó innumerables veces de lo que consideraba como una intervención indebida del Gobierno en apoyo del candidato del PRI, Francisco Labastida. La actitud del Fox candidato ante las instituciones tampoco fue encomiable. El panista sostenía que no reconocería un triunfo de Labastida a menos que fuera por cuando menos diez puntos porcentuales; podemos imaginarnos lo que habría ocurrido si hubiera perdido por 0.56 por ciento de los votos como López Obrador. Por otra parte, constantemente Fox y algunos de sus colaboradores, como Jorge Castañeda, afirmaban en 2000 que se aproximaba un gran fraude en su contra, el cual se realizaría con el apoyo de Televisa y las encuestadoras.
Al final uno siempre termina pagando las faltas que uno comete. A Fox le ha tocado pagar sus cuestionamientos a las instituciones. También López Obrador deberá hacerlo si en algún momento le toca gobernar el país. A final de cuentas nadie ?ni de izquierda ni de derecha? puede darse el lujo de gobernar un país democrático si no cuenta con instituciones que funcionen bien y sin una oposición leal.
Por lo pronto, el presidente Fox debe estar consciente de que, con sus declaraciones partidistas durante la campaña, él mismo estuvo a punto de invalidar la elección de Felipe Calderón. Lo peor de todo es que no hay ningún indicio de que con sus posiciones le haya conseguido un solo voto al candidato de su partido. El presidente lo arriesgó todo por nada: puso en riesgo la silla y el caballo, pero sin ayudar en nada al jinete que quería que lo reemplazara.
POLÍTICA SOCIAL
Hace bien Felipe Calderón en ofrecer una política social destinada a reducir la pobreza. Los mexicanos -su enorme mayoría- que votaron por Andrés Manuel López Obrador lo hicieron por las promesas del perredista de combatir la pobreza. Lo importante, sin embargo, es entender que el asistencialismo sólo sirve en el corto plazo. Dar apoyos a los más pobres puede aliviar su situación en un momento, pero lo que realmente eleva el nivel de vida es la creación de empleos. En eso Calderón tuvo razón cuando presentó sus propias propuestas de campaña.