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Jaque mate| Rijoso PRD

Sergio Sarmiento

?Uno no puede impulsar un proyecto en que se ofenda constantemente a los demás... La lucha

política no puede basarse en estar agrediendo a la comunidad?. Alejandro Gertz Manero

Un enorme esfuerzo le costó al PRD nacional quitarse la imagen de partido radical y belicoso que adquirió en el pasado, en buena medida por los movimientos de protesta que Andrés Manuel López Obrador encabezó en Tabasco tras las elecciones de 1988 y 1994. Los videos y fotografías de los bloqueos a pozos petroleros en ese entonces le dieron la vuelta no sólo al país sino al mundo entero.

El propio éxito electoral del PRD suavizó la posición de los radicales. Muchos perredistas se fueron dando cuenta de que no es lo mismo protestar que gobernar conforme sus responsabilidades de Gobierno crecían con rapidez. El PRD parecía destinado a convertirse en un partido moderno de izquierda democrática, como los que son comunes en el continente europeo.

Este año, sin embargo, hemos visto una nueva radicalización del PRD. Ésta empezó a manifestarse después de las elecciones del dos de julio, una vez que quedó claro que su candidato Andrés Manuel López Obrador no había ganado la Presidencia de la República pese a haber gozado de una cómoda ventaja de diez puntos porcentuales en las encuestas de opinión al comienzo de la campaña.

La estrategia de realizar manifestaciones y plantones, y especialmente el bloqueo que durante meses se mantuvo sobre el Paseo de la Reforma y el Centro Histórico de la Ciudad de México, revivió la reputación de rijosidad del PRD. La popularidad del partido y la de López Obrador sufrieron una caída significativa, ya que a la gente común y corriente, aun a aquella que simpatiza con las ideas de la izquierda, no le gustan los políticos belicosos. Una de las consecuencias de la estrategia del PRD fue la derrota en Tabasco de su candidato, Raúl Ojeda, en una elección que dos meses antes parecía ganada.

O el PRD no ha aprendido la lección o los grupos radicales han tomado el control del partido de forma tal que ya los moderados no pueden hacer nada. Así, después de meses de que trató de distanciarse de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) debido a su radicalismo, el PRD se ha quitado la máscara y se ha lanzado de lleno a apoyar al movimiento que busca derrocar al gobernador priista Ulises Ruiz. De hecho, el PRD está encabezando ahora los bloqueos de calles y carreteras en Oaxaca. Y cada vez que un restaurante de comida rápida es atacado por enmascarados, sean o no del PRD, se mancha más la reputación del partido.

La APPO puede afirmar, por supuesto, que su movimiento es la expresión de un movimiento social espontáneo. Pero el PRD está usando dinero de sus prerrogativas para llevar a cabo movilizaciones cuyo propósito es hacerle daño a la economía oaxaqueña. En otras palabras, usa los recursos de los contribuyentes para golpearlos a ellos mismos.

Si bien el PRD se ha deslindado de vínculos con las organizaciones que hicieron estallar bombas en la Ciudad de México el seis de noviembre, y que al parecer han sido responsables también de otros atentados en el país, el hecho de que estos grupos exijan exactamente lo mismo que el PRD -la revocación de la elección del dos de julio y la destitución del gobernador de Oaxaca- ha generado también una identidad con el PRD que en nada ayuda a este partido.

La imagen de rijosidad del PRD bien puede verse incrementada el próximo primero de diciembre cuando se lleve a cabo la ceremonia de toma de protesta del nuevo presidente de México, Felipe Calderón. El Consejo Nacional del PRD ratificó este pasado fin de semana la intención de impedir la realización de esta ceremonia. El Partido Acción Nacional y el presidente de la Cámara de Diputados, el panista Jorge Zermeño, han recalcado que se tomarán todas las medidas necesarias para garantizar que se lleve a cabo la ceremonia como lo establece la Constitución Política de nuestro país.

Pero en estas condiciones no sería extraño que se produjera algún enfrentamiento en el Palacio Legislativo el cual podría subrayar aún más la imagen de belicosidad y desprecio por las instituciones del PRD.

El principal partido de izquierda del país parece haber tomado la decisión de abandonar sus esfuerzos por proyectar una imagen democrática y tolerante. Cada día su reputación se funde más con la de grupos radicales, como la APPO y el Frente Popular Francisco Villa, que no tienen ninguna intención de perseguir sus objetivos políticos por la vía institucional. Y esto es una lástima desde dos puntos de vista. Lo es para el PRD, porque cierra las vías en su interior para aquellos que realmente creen en la posibilidad de impulsar causas de izquierda de forma pacífica y democrática.

También lo es para el país, porque cada vez necesitamos más una izquierda moderna, democrática y tolerante, que no está encontrando cabida en el PRD.

DISIDENTES

Algunos perredistas no están de acuerdo con la decisión de impedir la toma de protesta de Felipe Calderón como presidente de México. Una nota de Érika Hernández del periódico Reforma señala que hay un número significativo de legisladores perredistas que rechaza los planes para subir a la tribuna e impedir la ceremonia. Se dan cuenta que estos desplantes minan al PRD y a la izquierda democrática. Pero en su partido, cada vez más dominado por los radicales que rodean a López Obrador, su opinión es cada vez más marginada.

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