?Las concesiones de los débiles son las concesiones del miedo?. Edmund Burke
No es la cancelación de un simple desfile deportivo el 20 de noviembre lo que inquieta. El propio Nelson Vargas, director de la Conade, ha reconocido que se trata de un acto caro que no aporta nada al deporte. El problema es cancelarlo en el ultimo año de Gobierno y en una fecha que Andrés Manuel López Obrador ha señalado para su toma de protesta como ?presidente legítimo? de México. Hay, por lo tanto, un enorme elemento simbólico en la decisión.
Los símbolos son muy importantes en la vida pública de una nación. Eso es algo que no siempre ha entendido Vicente Fox. El actual presidente empezó su toma de protesta el primero de diciembre de 2000 saludando a sus hijos y desde entonces ha insistido en hacer constantemente bromas en presentaciones públicas que han demeritado, a ojos de muchos, la dignidad de la figura presidencial.
Si el presidente Fox hubiera optado por eliminar el desfile deportivo en alguno de los primeros años de su mandato, pocos habrían levantado una ceja. No habrían faltado políticos que argumentaran que el primer jefe del Ejecutivo panista en la historia estaría demostrando su desprecio por la lucha armada de principios del siglo XX, que ha sido considerada en buena medida la justificación histórica del largo periodo de Gobierno del PRI. Pero si Fox hubiese mantenido otros actos de festejo de la revolución, seguramente el cuestionamiento pronto se habría olvidado.
Habría tenido sentido también cancelar la celebración como parte de un esfuerzo por despojar a la Revolución Mexicana de su carácter de lucha mítica libertaria, para darle un sentido histórico más realista, que reconociera incluso el daño enorme que le hizo a nuestro país. Pero ése no parece ser el propósito del presidente Fox, que ha señalado que mantendrá celebraciones de otro tipo el 20 de noviembre.
La cancelación del desfile, así, sólo puede verse en el contexto de que en ese mismo día, el 20 de noviembre, Andrés Manuel López Obrador ha anunciado su intención de hacerse ungir como ?presidente legítimo? de México. Y lo más probable es que quiera llevar a cabo este acto en el Zócalo, escenario de los principales actos simbólicos del tabasqueño.
En las actuales complicadas condiciones del país, con un presidente en funciones que en muchos temas ha bajado ya la cortina o que dedica su tiempo a preparar su retiro en el rancho o su nueva carrera como conferencista internacional, la señal de la cancelación no podría ser peor. La señal es que Fox ha decidido dejarle el escenario a López Obrador para declararse cómodamente presidente legítimo el 20 de noviembre, de la misma manera en que el primero de septiembre le dejó la tribuna del Congreso a los legisladores del PRD y el 15 de septiembre el Zócalo a Alejandro Encinas para la ceremonia del Grito.
Entiendo que es mejor anunciar desde ahora que no habrá desfile, y que por lo tanto el presidente no estará utilizando el Zócalo el 20 de noviembre, que vivir nuevamente la humillación del pasado 15 de septiembre, cuando después de múltiples declaraciones del vocero de Los Pinos en el sentido que la ceremonia del Grito se llevaría a cabo desde el balcón central de Palacio Nacional, finalmente se tomó la decisión de trasladarla a Dolores Hidalgo. Habría sido ciertamente muy penoso que el presidente tuviera que anunciar el 19 de noviembre que estaba tomando la decisión de trasladar el desfile deportivo a la Magdalena Mixhuca o a San Luis Potosí para no incomodar a López Obrador.
Aun así, la cancelación del desfile ?como otras decisiones similares? no hace sino confirmar esa imagen de Fox como presidente débil que ha tenido desde que los manifestantes de San Salvador Atenco le sacaron los primeros machetes. De la cancelación del aeropuerto de Texcoco a la actual toma de la ciudad de Oaxaca, Fox ha sido un presidente que rehúye la confrontación y que no se atreve a utilizar la fuerza pública ni siquiera en casos de abierta violación de la Ley.
Quizá el presidente haya sido sensato al cancelar el desfile deportivo para evitar una nueva confrontación con López Obrador en la que nuevamente habría salido perdedor. Pero le está dejando a su sucesor, Felipe Calderón, un país con grupos radicales habituados a salirse con la suya: no a través de la Ley, sino de la amenaza de la fuerza.
El nuevo presidente de México no podrá seguir cediendo ante cada presión que le hagan los grupos radicales. Pero Fox ha acostumbrado de tal manera a estos grupos a obtener lo que quieran, que será muy difícil que Calderón pueda mostrar independencia frente a ellos sin tener primero una confrontación que bien puede ser violenta.
NO PASARÁ
?Si Ulises no se va, Calderón no pasará?. Esta consigna está planteando una peligrosa alza de la apuesta política de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca. Lo que buscan los líderes de esta organización es mandarle un mensaje al presidente electo, Felipe Calderón, que si no reciben la cabeza del gobernador Ulises Ruiz, el siguiente objetivo será él mismo. Calderón, por supuesto, no puede hacer nada para resolver el conflicto de Oaxaca sino que hasta que tome posesión como presidente de México. Pero así como el presidente Fox ya está dejando entrever que piensa heredarle el problema, también la APPO está mandando el mensaje de que el nuevo presidente o se pliega a sus demandas o tendrá que atenerse a las consecuencias.