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Jaque mate/Sindicatos

Sergio Sarmiento

“No constituyen monopolios las asociaciones de

trabajadores formadas

para proteger sus

propios intereses”.

Artículo 28, Constitución

¿Se ha preguntado usted por qué es tan intensa la lucha por el control del Sindicato Minero y Metalúrgico? ¿Piensa usted que los líderes se están disputando el privilegio de sacrificarse por el bienestar de los trabajadores? Por supuesto que no.

La razón es que los sindicatos en nuestro país constituyen monopolios legales que limitan el acceso equitativo a uno de los bienes más importantes de la economía: el empleo. Esto los convierte en una patente para obtener poder y riquezas: no para los trabajadores, sino para los líderes.

Efectivamente, si los dirigentes de los sindicatos en nuestro país son ricos y poderosos es porque controlan el acceso a determinados empleos. Al limitar de manera artificial la contratación para ciertos puestos, consiguen que las remuneraciones para éstos se eleven por arriba de lo que gana el resto de los trabajadores. Y esto tiene un precio. Por eso pueden quitarles cuotas a los obreros y “vender” ciertos puestos de trabajo especialmente deseables.

En un momento de la historia los sindicatos tuvieron un papel muy positivo en otros países y en el nuestro. En particular permitieron generar reglas laborales más humanas. Consiguieron, por ejemplo, la prohibición del trabajo infantil, la limitación del horario de trabajo y la reducción de los abusos contra las mujeres. Pero el precio que la sociedad ha tenido que pagar por el monopolio de los sindicatos, especialmente en países como el nuestro que necesitan inversión y generación de empleos, se ha vuelto muy elevado.

El monopolio ha elevado los sueldos de los trabajadores sindicalizados por arriba del promedio nacional, pero no ha permitido que éstos alcancen niveles comparables con los de países desarrollados.

Lo que sí ha logrado es hacer a nuestros líderes sindicales más ricos que los de casi cualquier país. Yo no sé si sea verdad lo señalado por los medios de comunicación, en el sentido de que Leonardo Rodríguez Alcaine, líder de los electricistas y de la CTM, dejó una fortuna de cinco mil millones de pesos al morir; pero no hay duda que tanto él como la mayoría de los líderes mexicanos se han vuelto ricos en sus cargos. Por eso no dejan sus puestos y buscan reelegirse una y otra vez hasta que la muerte los destituye.

A veces, de hecho, ni siquiera ésta es suficiente para interrumpir el control, como lo demuestra el caso de Napoleón Gómez Urrutia, quien heredó la secretaría general del Sindicato Minero de su padre, Napoleón Gómez Sada, quien la había ocupado durante cuarenta años.

Ahora bien, si los sindicatos, a través de su monopolio, tienen la posibilidad de elevar los sueldos y prestaciones de sus trabajadores afiliados, aunque enriquezcan a sus líderes, ¿qué de malo habría en ello? Los únicos perjudicados, al parecer, serían los accionistas de las empresas que se ven obligados a pagar salarios y prestaciones mayores. Pero hay costos importantes en este monopolio.

Entre los perjudicados se cuenta la mayoría de los trabajadores, que no son miembros de los sindicatos y no pueden tener acceso a los mejores empleos. En segundo lugar está la sociedad, que sufre las consecuencias de la falta de incentivos entre los trabajadores sindicalizados para mejorar su desempeño.

Cualquier persona que haya buscado trabajo para encontrarse con la consigna de que sólo los miembros de un sindicato pueden obtener los empleos mejor pagados sabe lo frustrante que puede ser el monopolio sindical. Entiende también por qué los líderes pueden vender plazas, ya sea por dinero o por sexo.

Los empleos cuyos beneficios se colocan muy por arriba del mercado general, como los de Pemex y del Instituto Mexicano del Seguro Social, son los que adquieren una mayor cotización en el mercado negro.

Los sindicatos, por otra parte, dificultan la inversión productiva en nuestro país, impiden la contratación de los mejores trabajadores para cada puesto y complican el aumento de la productividad de las empresas. Las reglas laborales en México son particularmente perversas.

Los sindicatos pueden declarar en huelga a una empresa aun cuando los trabajadores no estén de acuerdo, como ha ocurrido en el periódico Noticias de Oaxaca. No están obligados a tener una verdadera democracia en su interior, lo cual facilita que sus líderes se perpetúen en sus cargos. Tampoco tienen que rendir cuentas por el dinero que reciben, lo cual explica la riqueza de sus líderes.

No pensemos, pues, que la disputa por la secretaría general del Sindicato Minero es un enfrentamiento entre líderes bien intencionados por el privilegio de representar a los mineros para elevar su nivel de vida. Es una batalla por la fortuna y las canonjías que surgen de uno de los monopolios que el Artículo 28 de la Constitución permite en nuestro país. Y que, como todos los monopolios, beneficia a unos cuantos y daña a la sociedad en general.

DEBATES

Dice Andrés Manuel López Obrador que él les propuso a sus rivales hasta diez debates, pero a condición que no gastaran mucho en sus campañas. Ahora que como sí están gastando, los castiga aceptando únicamente un debate. ¿Ya entendieron?

Correo electrónico:

sergiosarmiento@todito.com

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