?Cuando dejamos de cambiar, dejamos de ser?. Jean-Baptiste Berton
Imagine usted que podemos mejorar el rendimiento del maíz en nuestro país en un 15 por ciento y aumentar el ingreso de los agricultores en un 50 por ciento. Y piense, además, que esto lo podemos lograr al mismo tiempo que disminuimos la contaminación de la tierra.
No se trata de sueños guajiros. Ésta es una realidad que está ya al alcance de los agricultores de muchos lugares del mundo que tienen acceso al maíz genéticamente modificado. En México se ha impedido legalmente que los agricultores puedan gozar de sus ventajas, pero hay una luz al final del túnel.
La organización ?ambientalista? multinacional Greenpeace ha tenido éxito al presentar el maíz y otros productos transgénicos como un peligro. Primero argumentó un ?principio de precaución?: aun cuando no se había comprobado efectos negativos de los transgénicos tras las intensas pruebas realizadas, advertía que había que tener cuidado sobre posibles peligros ocultos. ?No somos conejillos de Indias?, señalaba un anuncio de la organización que mostraba a animales monstruosos.
Con el tiempo, sin embargo, se han multiplicado las pruebas, los terrenos bajo cultivo y el consumo de productos genéticamente modificados. Son millones las hectáreas en el mundo en que se producen transgénicos desde hace años y no hay hasta el momento absolutamente ningún caso documentado de daño a la salud. Es mucho más probable, como hemos visto recientemente, que se tengan problemas de salud por consumir espinacas, lechuga o zanahorias del estado de California expuestas a contaminación bacteriana que por utilizar o consumir productos genéticamente modificados.
Dado que el argumento de que los transgénicos pueden ser un peligro para la salud ya no se sostiene, Greenpeace ha asumido una nueva táctica en su cruzada contra los transgénicos. Afirma así que el maíz genéticamente modificado puede ser un ?peligro para la cultura del maíz? en nuestro país. Según este razonamiento, el maíz es parte de las raíces de México por lo que el uso o cultivo de productos modificados genéticamente implicaría un riesgo -nunca claramente definido- a la identidad nacional. Poco importa que se mantenga el cultivo del maíz tradicional ya que hay un peligro de que ?se contaminen? las variedades locales.
Ésta es una de las razones por las que se ha decidido llevar a cabo en México el llamado Proyecto Maestro del Maíz. Éste permitiría el cultivo de ciertos tipos de maíz transgénico en tres lugares especialmente designados con el fin de experimentar, en suelo mexicano y con el control de las autoridades nacionales, sobre las posibles consecuencias del cultivo de este producto en nuestro suelo. El plazo para que la Secretaría del Medio Ambiente (Semarnat) apruebe la realización de este Proyecto Maestro se vence el próximo domingo 15 de octubre.
Greenpeace y otras organizaciones están haciendo todo lo que pueden para impedir que se lleve a cabo este proyecto de investigación. Pero el temor que han generado sobre una parte del público se debe fundamentalmente a la ignorancia. Entre más se conozca sobre los transgénicos, entre más queden claros sus enormes beneficios y su falta de riesgos, más difícil será mantener el rechazo a estos productos. Nuestras autoridades deben tener el valor para rechazar estas presiones y llevar a cabo las investigaciones del Proyecto Maestro.
Es importante, también, que se reconozca que el maíz que se cultiva en la actualidad en México no tiene nada que ver con el que se empleaba en tiempos del imperio azteca. La planta que hoy siembran nuestros campesinos ha sufrido innumerables modificaciones genéticas con el tiempo, conforme los agricultores han importado variedades y han buscado mejores rendimientos. Es absurdo negar a nuestros campesinos un mejor nivel de vida para defender un ideal, un maíz indígena puro, que no existe en la realidad.
Las investigaciones en México, es cierto, difícilmente revelarán mucho más de lo que ya han mostrado las realizadas en otros lugares del mundo. Ratificarán que ciertos tipos de maíz genéticamente modificado son resistentes a las plagas por lo que evitan el empleo de pesticidas contaminantes. Señalarán también que estos productos no implican ningún riesgo para la salud ni de los animales -porque las variedades de maíz que se están considerando son usadas como forraje- ni de los humanos. Mostrarán también que es técnicamente posible, si realmente se quiere, aislar a las especies tradicionales de maíz.
Pero esto es lo que los fundamentalistas del ambiente no quieren. No desean que haya un mayor conocimiento sobre los transgénicos porque se perdería el miedo y los agricultores mexicanos tendrían acceso a variedades de maíz más productivas y menos contaminantes. Por eso se oponen incluso a la investigación.
MARCACIÓN
¿Quiere usted llamar a un teléfono local? Hay que marcar ocho dígitos en unas ciudades y siete en otras. Si se llama a un celular desde un teléfono fijo, debe añadirse un 044 más un código de ciudad, que puede ser de dos o de tres dígitos, Si se llama a ese celular desde otro celular, debe omitirse el 044. Pero si se llama de un teléfono fijo desde otra ciudad, hay que añadir un 045. Si la llamada al celular es del extranjero, hay que colocar un 1 entre el código del país y el de la ciudad y no marcar el 045. Y si la llamada es a un fijo, se quita el 1. Cuidado. Es positivo ?el que llama paga?, pero estamos creando un laberinto en la marcación.