Incierto 2006
?Nunca profetices.
Especialmente acerca
del futuro?.
Mark Twain
En principio 2006 debería ser un año positivo para la economía mexicana. Las condiciones están presentes. La economía de Estados Unidos, que se ha convertido en motor de la nuestra, está creciendo a un ritmo de cuatro por ciento. Los precios del petróleo están altos, las remesas de los mexicanos en el exterior están aumentando un 20 por ciento al año y, a pesar de los problemas en Cancún, los ingresos turísticos siguen estando elevados. Pero 2006 es un año electoral y eso puede afectar de manera muy importante la situación económica de nuestro país.
Todos los empresarios y funcionarios gubernamentales de otros países que tienen que ver con México afirman que poco importa quién gane los comicios del próximo dos de julio. Dicen que México es ya un país de instituciones por lo que aun cuando llegara un Gobierno de izquierda no se modificarían los factores fundamentales de la economía mexicana. Pero los mismos ejecutivos y funcionarios que dicen esto en público reconocer en privado que la situación sí puede complicarse. No hace mucho tiempo, en 2002, vimos cómo los mercados financieros en Brasil se desplomaban conforme se volvía evidente que Luiz Inácio Lula da Silva se acercaba a un triunfo en las elecciones presidenciales de fines de ese año.
En parte esto era consecuencia de la propia retórica radical de Lula. Los mercados no empezaron a recuperarse sino hasta que Lula tomó el poder, nombró a funcionarios moderados en los principales cargos de conducción económica y empezó a aplicar políticas sensatas en vez de las radicales que había prometido en campaña.
La retórica de Andrés Manuel López Obrador, quien se encuentra en primer lugar en las encuestas, no es tan radical como la de Lula, pero probablemente implicaría una vuelta atrás en el esfuerzo por liberalizar y hacer más competitiva la economía mexicana. El problema no radica en los programas asistenciales que López Obrador seguramente fortalecería, especialmente si se financian con un ahorro en el excesivo gasto burocrático del Gobierno Federal.
Pero una Presidencia del tabasqueño parecería cerrar la puerta definitivamente a las reformas estructurales que podrían volver a México más competitivo, especialmente en materia energética, fiscal y laboral. Esto tendría un costo en términos de inversión. Quizá Andrés Manuel no entienda por qué hay que hacer estas reformas.
Pero para los inversionistas queda muy claro que si el país no avanza en estas reformas estructurales se seguirá quedando rezagado en un mundo que avanza cada vez más en la competitividad. Esto significa que una campaña en la que López Obrador se mantenga como favorito tendría un efecto negativo en los mercados financieros mexicanos.
Seguramente habría una caída de la bolsa, un debilitamiento del peso y un alza en las tasas de interés. Y si bien muchos simpatizantes del PRD verían estos fenómenos con beneplácito, porque siguen pensando absurdamente que los avances de los mercados financieros tienen un costo en los grupos sociales menos favorecidos, la situación llevaría a una menor actividad económica y una menor creación de empleos. El problema es que ni el priista Roberto Madrazo ni el panista Felipe Calderón llenan de optimismo a los inversionistas.
De Madrazo los inquieta su ambigüedad sobre los temas fundamentales del país. Calderón tiene las ideas correctas para ellos, desde la apertura energética hasta la aplicación de una tasa fiscal única en el impuesto a la renta, pero los inversionistas se dan cuenta que no tendría posibilidad de impulsar sus iniciativas en un Congreso en el que no tendrá mayoría. Una de las características de los países desarrollados es que sus procesos electorales no afectan a su economía. Poco importa que los republicanos o los demócratas gobiernen a Estados Unidos, o los laboristas o los conservadores a la Gran Bretaña. Las políticas económicas fundamentales no cambian en esos países. Pero en México todavía los políticos, y en especial López Obrador, hablan de la necesidad de cambiar el modelo económico.
Esto hace, necesariamente, que los inversionistas se inhiban. Nadie le apuesta a un país que no ha definido aún si quiere tener un modelo económico de libre mercado o uno de economía centralmente planificada. La incertidumbre es demasiado grande. Muchos simpatizantes de López Obrador afirman que los temores de los inversionistas son infundados: Andrés Manuel no es ni un Hugo Chávez ni un Evo Morales. Quizá. Pero López Obrador tampoco es un Felipe González, que hizo muchas de las reformas de mercado en España, o un Ricardo Lagos, que ha mantenido a Chile en un claro sendero de economía libre. Y en estos momentos México no requiere simplemente a un gobernante que no sea tan populista como los peores de Latinoamérica, sino a uno que le pueda realmente dar la vuelta al país y volverlo más competitivo.
?LA OTRA CAMPAÑA?
Hoy se cumplen 12 años del levantamiento zapatista de 1994 y se inicia también ?la otra campaña? del subcomandante Marcos. Es difícil saber qué busca realmente el líder del EZLN. Él mismo ha dicho que cuestiona a todos los candidatos a la Presidencia, pero quizá esto sea una táctica para no afectar a Andrés Manuel López Obrador, quien debe presentar una imagen más moderada si quiere llegar a la Presidencia. Correo electrónico:
sergiosarmiento@todito.com