EL UNIVERSAL-AEE
MÉXICO, DF.- Mirándose en el espejo de la vida, el actor Joaquín Cordero acepta que profesionalmente ha cumplido con su misión en este mundo, ?pero en el aspecto humano me faltan muchas cosas por superar. Primordialmente, mi mal carácter?.
El hombre, más que el actor, confiesa abiertamente debilidades y cualidades. Lo hace en una charla al amparo de una cita cordial entre el reportero y el ser humano despojado de su coraza histriónica. Plática amena y sincera, sin poses ni protagonismos, ?entre dos amigos que se vuelven a encontrar después de larga ausencia?, el mismo Joaquín lo corrobora desprendiéndose de la inherente vanidad del artista.
Sin pretender impresionar a nadie, porque a estas alturas de su vida y de su trayectoria no lo requiere, Joaquín está consciente de que hoy en día sus inclinaciones ?son las de dar amor y tratar de que la gente se sienta muy bien conmigo. Estoy convencido de que es mejor practicar el amor y no el odio, que es rechazo, mientras que el amor es maravilloso y múltiple?.
No es una pose del artista, sino una actitud del ser humano, ?actitud que ya existía en mí desde siempre, sólo que no la ponía en práctica porque me jalaban más los intereses mundanos, materiales y superfluos. Aquellos intereses insanos que te llevan, en ocasiones, a ganar dinero obsesivamente sin importar traicionar a tu mejor amigo?.
A sus 82 años de edad, Joaquín está convencido de que todos tenemos en la Tierra un destino que cumplir, ?una tarea a desarrollar, un ?dao? (camino), como califican la vida los orientales?.
El protagonista de más de 170 filmes insiste: ?He concluido mi tarea, y lo he hecho bien, no porque el resultado haya sido brillante, sino porque mi esfuerzo y dedicación fueron auténticas. Nunca me fui tras lo que estorba en la vida: el bullicio del mundo, los placeres y el dinero por el dinero?.
Cordero procura, no en un sentido virtuoso y místico, ?dar buen ejemplo. Trato de corregir mi carácter y aceptar los defectos de las demás personas. Ser comprensivo, sé que es dificilísimo. Dicen los que creen en la reencarnación que para eso sirven las distintas vidas, para que el ser humano se perfeccione?.
Curioso, pero Joaquín no sólo no cree en la reencarnación, sino que no les gustaría volver a este mundo, ?no, porque estoy decepcionado del ser humano que no ha sabido responder al Creador que nos dio un planeta bellísimo que nos estamos acabando sin justificación. Lo que nos ocurre ahora lo percibo con sentido catastróficamente bíblico?.
Mirándose al espejo de la vida, quien fuera considerado el Dorian Gray del cine mexicano, por su aparente ?eterna juventud?, siente desconsuelo, ?pero filosóficamente se comprende mejor la vida. Las cosas, por lógica, se van terminando. Verme bien por largo tiempo fue una cualidad que se me dio gratuitamente, una bendición que traté de agradecerla con una vida disciplinada en todos sentidos?.
Sabe Joaquín que no ha sido ?una blanca paloma? porque ?he tenido caídas y deslices aunque siempre salí a tiempo de esos errores?.
Cordero fue sometido recientemente a la operación de una pierna, lo que le obliga a usar bastón y caminar lento. Le molesta tener que mostrarse ante la gente en tales condiciones, prefiere no salir de casa con frecuencia y, hasta cierto punto, lo reconoce, ?es por vanidad. No debo decepcionar al público al verme cojeando. De seguro la gente dice, al mirarme, ?ese es Joaquín Cordero, ¿te acuerdas cómo era? ¡Qué fregado está!? Pienso que eso no es bueno. Tengo derecho a evitarlo. Estoy consciente, sin embargo, que la vanidad es un defecto, no una virtud?.
Aún así, el ser humano que tenemos enfrente de nosotros, más que el actor, sabe bien que la vida le ha enseñado muchas cosas ?que la gente sabe que ahora ya no soy el mismo. Que el muchacho de las películas se quedó plasmado en la pantalla. ?Me duele y me molesta, pero también sé que al verme con mi bastón y cojeando soy también un ejemplo de vida. Esto, quizá sin quererlo, la gente lo asimila. Como todo ser humano, voy hacia el final?.
En resumen, sabe bien que Dios ha sido pródigo con él, ?no tengo derecho a reclamarle nada ni a enojarme con él porque ha sido conmigo un padre bueno y muy bondadoso?.