VENTAJA | SE APOYA EN LAS LETRAS PARA EXPRESARSE
El Universal
Joaquín Sabina, un hombre lleno de pasión por las letras, el canto, el toreo, el futbol y la política.
MÉXICO, DF.- Los esotéricos dirán que es un rebelde porque lo rige el signo de Acuario; los freudianos explicarán ese temperamento porque su padre era policía, y los materialistas le atribuirán una marcada conciencia social por la lectura de autores como Marx, Engels y Marcuse.
La verdad es que Joaquín Sabina (1946, Jaén, España) ha estado más tiempo frente a los libros que en estudios de grabación o en escenarios. De adolescente se zambulle en la obra de autores tan disímbolos como Joyce, Jorge Manrique, Proust, Neruda y Vallejo. Hace unos cuantos días declaró que en su juventud ?no deseaba ser cantante sino un escritor de culto, como Juan Rulfo; hoy soy un anciano contador de historias y el traje de poeta me queda grande?.
Paralelamente a su carrera musical, ha editado libros con las letras de sus canciones y ha escrito sonetos, influido por el espíritu satírico de Quevedo. Desde los años sesenta publicó versos en revistas de poesía, como la granadina Tragaluz, en la que escribió: ?Cuando no pague impuestos ningún sueño / ni haya séptimos pisos para amarse... / entonces, / cuando el amor tan sólo, / será todo más fácil?.
En 1986 publica una selección de poemas y canciones en el volumen De lo cantado y sus márgenes, que luego dio pie a recitales al lado de Rafael Alberti, quien solía decir en broma: ?Ahora vendrá Sabina con la guitarra y se llevará todos los autógrafos y todos los aplausos?.
Al arrancar el nuevo siglo, Joaquín Sabina deslumbra al mundo literario con el libro de sonetos Ciento Volando de Catorce. Dentro de la cárcel formal de los endecasílabos, abre puertas y ventanas para que salgan sus recuerdos, anhelos, gustos y convicciones: ?Mi infancia era un cuartel, una campana / y el babi de los padres salesianos / y el rosario ocho lunes por semana / y los sábados otra de romanos?. Una cita más: ?Otra vez en Madrid, de matinada / desenchufado, lúgubre, beodo, / dueño de mí, quiero decir con nada, / fuera de ti, quiero decir sin todo?.
Los lectores de la revista Interviú gozaron de la columna ?Esta boca es mía?, en la que Sabina opinaba de la actualidad española y mundial a través de versos. Un libro con el mismo nombre apareció en 2005, donde se incluye una selección de tales colaboraciones. Ahí pueden leerse, entre otros cosas, sugerencias a Letizia para tratar con el heredero: ?Dile que las divorciadas / no creen en esas bobadas / de la princesita tonta?.
A principios de 2006 se publica ?Yo también sé jugarme la boca, Sabina en carne viva?, larga entrevista que causó un pequeño escándalo en España porque el cantautor narra un encuentro privado con el príncipe Felipe y su consorte. Supuestamente, ella contó un chiste sobre sí misma: ?¿En qué se parece Estafanía de Mónaco a Letizia? En que Estefanía folla con un funambulista y Letizia es una fulana muy lista?.
Para cerrar 2006, el compositor presentaría en la Feria del Libro de Guadalajara A Vuelta de Correo, que contiene cartas en verso a diversas personalidades, incluido el subcomandante Marcos.
Universidad de la vida
La obra poética y musical de Sabina no sólo es producto de su afición libresca; vivió de noche durante décadas enteras, hasta que un infarto cerebral aplacó sus ansias de novillero. Ha dicho que la fama de parrandero se la ha ganado ?por bocazas y por no haberme ocultado. Hace años que no estoy en bares ni me voy de putas; ojalá mi caricatura fuera la de un tipo que lee ocho horas diarias, escribe otras cuatro y que va a dar más de cien conciertos?. Ha vuelto a beber alcohol y a fumar con cierta moderación, aunque ?la nariz ya sólo la uso para respirar?.
El conocimiento de los bajos fondos sí ha nutrido el quehacer artístico de Sabina, pero ha sabido darle forma gracias al conocimiento del idioma español, que inició con lecturas tempranas y con una licenciatura en Lenguas Románicas por la Universidad de Granada.
También ha sido un izquierdista incansable de toda la vida. En 1970 pone una bomba molotov en un banco como protesta contra lo que se llamó Proceso de Burgos (pena capital y retractación de la misma contra 13 integrantes de ETA, en los estertores del franquismo). Posteriormente falsifica su pasaporte y deja de ser Joaquín Ramón Martínez Sabina para convertirse en Mariano Zugasti, alias con el cual se exilia en Londres.
Respecto a su posición política, ha dicho: ?Me considero un rojo sin diminutivos, no soy rojillo, soy un rojazo. Y eso no quiere decir comunista ni socialista ni anarquista, quiere representar esa hermosísima ideología que hacía creer que esta infamia de mundo podía cambiar?.
En Inglaterra sobrevive como camarero, maestro de español, hombre anuncio, teatrero y hasta músico. Cuenta la leyenda que en alguna ocasión actuó en un pub donde George Harrison celebraba su cumpleaños; el ex beatle le dio cinco libras de propina luego de oírlo cantar. Regresa a España en 1977 para cantar en cafés como La Mandrágora y en bares de mala muerte. Finalmente un cazatalentos lo contrata y graba su primer disco, Inventario (1978), que incluye el tema Pongamos que Hablo de Madrid, número uno en las listas de popularidad de la madre patria.
A partir de entonces, sus canciones se han convertido en himnos de varias generaciones. Sus letras expresan poéticamente lo que le sucede a cualquier mortal que se enamora, sufre, llora, se emborracha o hace el amor. Cada quien tiene su propia calle Melancolía, su Magdalena particular, su mes de abril desaparecido, su canción más hermosa del mundo y sus nubes negras.
Del otro lado del charco
A Sabina le apasiona el toreo que practicaban Curro Romero y José Tomás, es fan del Atlético de Madrid ?hasta cuando gana?, hincha del Boca Juniors cuando está en Argentina y aficionado del Atlante por ser un equipo perdedor y porque ahí militó su amigo Félix Fernández.
Entre sus influencias musicales menciona a Bob Dylan, Leonard Coen, Tom Waits y José Alfredo Jiménez. De este último se sabe casi todas sus canciones y lo ha conocido íntimamente gracias a las pláticas con Chavela Vargas, quien se corrió juergas interminables con el autor de El Rey. Sus canciones rancheras Y nos Dieron las Diez y Noches de Boda no parecen escritas por alguien nacido en la península ibérica sino por un compositor chilango que hubiera sido amamantado en Garibaldi.
El DF, Buenos Aires y La Habana son una extensión de su patria, específicamente de Madrid, ciudad a la que rinde culto en la canción Yo me Bajo en Atocha. Aunque nacido en un pequeño pueblo llamado Úbeda, Sabina ha dicho que se siente ?completamente andaluz?. Matiza: ?También me gusta mi pueblo, ¡cómo no me va a gustar mi pueblo! Pero, como decía Freud, uno tiene que matar a su padre y al pueblo donde nació?.
Tres cuartetos, escritos por el propio compositor, bastan para retratarlo con mayor precisión que las líneas anteriores:
Mi primer desconcierto se llamaba destino.
Mi primer hasta luego se llamaba good bye.
Mi primer Al Capone se llamaba Al Pacino.
Mi primer sonotone se llamaba Compay.
Mis primeros setenta se llamaban Guevara.
Mi primer Vaticano se llamaba Fidel.
Mi primera faldita se llamaba dispara.
Mis primeros vaivenes se llamaban andén.
Mi primer virgo potens se llamaba vagina.
Mi primera chistera se llamaba bombín.
Mi primer enemigo se llamaba Sabina.
Mi primera frontera se llamaba Joaquín.
Canciones le salvan la vida
Sabina camina lento con sus atados de cigarros en la mano y su sombrero de ala ancha, acechante como un cazador furtivo de elefantes blancos o uno de esos españoles que buscan jineteras -prostitutas- en Cuba. Da un par de rodeos a la cama de la habitación 111.
En esa escenografía artificial, kitsch y glamorosa de un hotel que parece de Las Vegas el personaje Sabina se mueve con cierta ambigüedad, entre la excentricidad y la familiaridad. Está en la ruta desde hace 180 conciertos y en una gira todos los hoteles son iguales. En este respiro porteño, antes de sus recitales de mañana y pasado mañana en el estadio de Boca Juniors (para los que aún quedan algunas entradas) lo único que le interesa es compartir un par de cervezas y conversar un rato.
-Pensaste que se iba a generar este fenómeno Sabina...
-Cada año que venía yo notaba que había más complicidad y más gente en mis conciertos. Pero hace cinco años hubo un salto grande cuando tuve que hacer doce funciones en el teatro Gran Rex y ahora vino este salto más grande aún que es hacer la Bombonera. Para mí este último salto tiene más que ver con ese morbo de nuestros países, de que estaba enfermo y pensaban que no iba a cantar más. Ese tipo de cosas que surgen de: ?o vamos al entierro o vamos a verlo?.
Joaquín tiene la cara como un boxeador al otro día de una pelea dura. Sorteó un ataque cerebrovascular, una fobia a los escenarios y una depresión que lo mantuvo inactivo. Salió a flote con las nuevas canciones de Alivio de Luto, su última producción. Las canciones, dice, lo han salvado varias veces. Canciones de Bob Dylan, Leonard Cohen y hasta de su colega Joan Manuel Serrat le hicieron mejor a su vida y por eso es una suerte de apóstol de la canción popular.