Juan Sánchez Navarro, muerto el domingo a los 92 años de edad, fue un campeón de la libertad de empresa. No así de la libertad de prensa, desconocedor de la indisoluble vinculación de una y otra. Fortaleció la organización y unidad de los empresarios, para acotar el estatismo, especialmente el desbocado de la etapa de Echeverría. Pero no vaciló en asociarse a él para acallar a un periódico al que, por error que reconoció más tarde, juzgaba enemigo de la iniciativa privada.
Quejosos los empresarios, en 1972, de la política económica de Echeverría, y del eco que le prestaba el diario Excélsior, expusieron su protesta ante el presidente. Consiguieron que ese año se frustrara el proyecto de suprimir el anonimato de las acciones, tendiente a mejorar la recaudación fiscal. Y por lo que tocaba a aquel diario, Echeverría afirmó que estaba en manos de los empresarios resolver el problema. “Ustedes tienen el pandero en la mano”, les dijo. Ustedes lo sostienen con sus anuncios.
La sibilina insinuación cayó en terreno abonado. Sánchez Navarro mismo, y otros empresarios, sospechaban de Excélsior. Por eso en agosto decidieron dejar de anunciarse en ese diario, y promover que muchos más lo hicieran. Para eso, Sánchez Navarro escribió una carta que, firmada por Alberto Bailleres, empresario cervecero entonces, y en aquel tiempo como hoy propietario de El Palacio de Hierro, circuló entre la comunidad empresarial.
Era una invitación a unirse al boicot: “Excélsior continúa su política catastrofista en contra de la libre empresa y de claros propósitos de acabar con nuestro sistema de libertades. En el desarrollo de esa política ha logrado sorprender a varios clientes y lectores...(pero) muchas personas ya se han dado cuenta de que estaban financiando a una publicación negativista, que combate y pretende destruir el sistema democrático en el cual vivimos.
“Tal es el caso de muy importantes empresas que todos conocemos: El Palacio de Hierro, Aurrerá, Comercial Mexicana, París Londres, El Puerto de Liverpool, Sears Roebuck, Viana y Cia. y los Hermanos Vázquez, que decidieron recientemente y de manera conjunta retirarle en forma definitiva su publicidad a Excélsior...”.
Estas conclusiones a que llegaron los empresarios referidos, nosotros ya las habíamos expuesto a usted con toda oportunidad. Y hoy volvemos a insistir para que proceda a analizarlas. Excélsior no es un medio publicitario adecuado. Es una publicación que está al servicio de intereses extraños a la manera de ser de nuestro sistema de libertad. Excélsior está trabajando para que en México se establezca un régimen socialista y nadie ignora que el socialismo es enemigo de la empresa privada de la que usted es un distinguido promotor. “Sin ningún apasionamiento, sin calificativos exagerados, nosotros consideramos que los artículos y los editoriales, los reportajes y las notas periodísticas hablan claramente de una tendencia comunista. Lo invitamos a usted nuevamente para que analice el contenido de Excélsior y también para que si llega a esa conclusión de plano le retire usted la publicidad a Excélsior, porque estamos seguros de que usted jamás le proporcionaría los medios económicos a una revista o a un periódico comunista, como es el caso de esa publicación”.
Por supuesto, esa apreciación sobre la línea editorial de aquel diario, y sobre sus móviles y fines, carecía de todo fundamento. Fui encargado entonces de preparar una selección de textos publicados durante los primeros ocho meses de 1972 y argumentar ante boicoteadores. Ponderé la capacidad de penetración del periódico en los sectores de mayor poder adquisitivo, que provenía de la calidad de sus materiales, y recordé que entre los autores que contribuían a la página editorial se hallaban recipiendarios de premios nacionales de ciencias y artes, y de otros establecidos por el sector privado, como el Elías Sourasky, el Luis Elizondo, el Carlos Trouyet.
Y escribí: “la posición de Excélsior se expone en su página editorial. No hay lugar a la confusión en ella: respecto a la empresa privada y la intervención del Estado en la economía, Excélsior declara que ésta es imprescindible en el área de los servicios públicos fundamentales y que, en los restantes campos, debe llenar los huecos que por incapacidad y desinterés no cubra la iniciativa privada”. Echeverría dio entonces una suprema muestra de su doblez. Sugirió a los empresarios el boicot, y al comenzar éste acudió solícito a salvar la economía de la cooperativa: suplió los anuncios faltantes con los de empresas y oficinas gubernamentales.
Cuando la doble moral fue evidente, y Excélsior no quedaba sofocado por la cancelación de anuncios y en cambio los intereses de las empresas sí se afectaban por disminución de sus ventas, decidieron poner fin al despropósito. Años después, según contó el propio Sánchez Navarro a su biógrafa Alicia Ortiz Rivera (Grijalbo, 1997), el banquero Manuel Espinosa Yglesias le reprochó aquel lance: “¿te acuerdas de que tú me obligaste a entrar al boicot? ¡Yo no quería, porque te dije que iba a ser un fracaso, pero no sólo me convenciste sino que obligaste y luego te vendiste!”. Sin aceptar haberse vendido, Sánchez Navarro deploró que Espinosa Yglesias le siguiera “echando pedradas”. Y es que “lo que no entendió Manuel fue que Echeverría estaba detrás de todo esto”. Esa convicción no le impidió felicitar a Regino Díaz Redondo cuando, con apoyo presidencial en 1976 usurpó la dirección de ese periódico.