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Jerusalén.- Los judíos de todo el mundo celebran el inicio del año 5762, los mismos que según la tradición tiene el universo, y en particular en Israel habrá extremas medidas de seguridad por temor a posibles atentados.
Unos untando manzana en azúcar y otros pan en miel, dependiendo si son sefardíes o askenazíes, los judíos comenzarán la llamada fiesta de "Rosh Hashaná" (Cabeza de año) de dos días con el deseo de un "año bueno y dulce".
De esta manera recordarán los votos de fe que sus antepasados, los israelitas, hicieron a Dios hace más de tres mil año en el Monte Sinaí.
Los sefardíes son los judíos cuyo origen se remonta a la España medieval y los askenazíes proceden del norte y centro de Europa, pero todos aún con una liturgia y costumbres distintas celebran el Año Nuevo en la misma fecha, el 1 del mes hebreo de Tishrei.
"En el mes séptimo, en el primer día del mes tendréis día de descanso, conmemoración al son de trompetas, y santa convocación", dice el Levítico en alusión a esta fiesta y a las obligaciones de los judíos.
"Mes séptimo" porque, curiosamente, el calendario hebreo fija el primer mes del año en Nisán (alrededor de abril, cuando ocurrió el éxodo de los israelitas de Egipto), pero el principio del año en "Tishrei" (alrededor de septiembre, día de la Creación).
"En ese día no haréis ningún trabajo servil y ofreceréis ofrendas de fuego a Dios", dicen las Sagradas Escrituras.
Laicos, tradicionalistas y ortodoxos suelen reunirse en esta fecha con sus familiares para conmemorar lo que la tradición ve como un nuevo aniversario del Génesis, independientemente de que la ciencia asevere que el universo tiene millones de años.
La fiesta de "Rosh Hashaná" es conocida también como "Iom Truá", "Día de la Trompeta", porque los judíos tocan un antiguo instrumento de viento fabricado a base del cuerno de un carnero, como símbolo de la "coronación de Dios".
Además en recuerdo del día que los judíos recibieron los Diez Mandamientos en el Monte del Sinaí, tras el éxodo de Egipto de la mano de Moisés.
Fue aquel un día en el que, al son de fuertes trompetas, los israelitas proclamaron un lema que perdura hasta nuestros días, el de "Haremos y obedeceremos" tus preceptos.
A diferencia del resto de los pueblos, que suelen recibir el año nuevo con fiestas y alegría, el Rosh Hashaná es para los judíos un día de introspección, en el que dedican la jornada a rezar a Dios y pedir perdón por los pescados cometidos en el año que termina.
La fiesta es también el inicio de un periodo de reflexión y expiación que termina 10 días después en el día del Yom Kipur, del Perdón o del Juicio Divino, en el que los judíos entregan sus almas a Dios para que evalúe si se las devuelve o no para el año siguiente.
En señal de modestia y cumpliendo viejos ritos, la festividad de Año Nuevo comienza para los más ortodoxos con la purificación del individuo en agua de mar o de lluvia, en este último caso que confluye a una piscina ritual o "mikve".
Para los laicos, Rosh Hashaná es el pistolazo de salida a un periodo estival después del verano, en el que cientos de miles de ellos aprovechan para viajar por todo el mundo.
La gran mayoría lo hace un día después de la tradicional cena de Año Nuevo, pero el éxodo de turistas se prolongará hasta mediados de octubre, cuando el periodo festivo concluye con la fiesta de las "Cabañas" ("Sukot", según su nombre en hebreo).
Quizá ninguna otra época del año simbolice más que ésta el cisma que se ha producido en la sociedad israelí, donde tradicionalistas y ortodoxos compiten con los seculares por las esferas de poder y el carácter del moderno Estado de Israel, creado en 1948.
Ortodoxos y laicos vuelcan a diario sus ideales en la definición de un Estado, que para los primeros debe conducir a la llegada del Mesías y su transformación en un régimen teocrático, mientras que los segundos aspiran a convertirlo en una avanzada sociedad occidental.
