Tengo vagas referencias de lo que está sucediendo en Chiapas. Las más, por informaciones periodísticas. Allá está un gobernador que accedió al poder enfundado en la casaca del Partido Revolucionario Institucional que ahora, según dicen, apoya a un candidato postulado por el Partido de la Revolución Democrática para dejarlo en su lugar, es decir, en la silla de gobernador. De acuerdo con las últimas encuestas el candidato del PRD va adelante, en las preferencias populares.
El Partido de Acción Nacional retiró al candidato que había postulado que declinó a favor del aspirante del PRI. Esto quiere decir que el PAN y el PRI van con un mismo candidato en esa entidad. Lo que no se entiende si no es a la luz de que hay que obtener el poder a cualquier costo, aun el abdicar de los principios y programa de Gobierno que puedan tener cada partido. El domingo, dentro de las próximas 72 horas, se sabrá si la estrategia les dio resultado o no.
Me quedé meditando en si los dirigentes priistas sabrán lo que están haciendo. No hay de otra que llegar a la conclusión que ignoran la historia de los partidos en México y peor aún, que aun conociéndola no les importa, aunque ello traiga consigo el tener que aliarse con partidos de principios antagónicos con tal de que no triunfe el candidato del aborrecido partido político que en las últimas elecciones presidenciales postuló a Andrés Manuel López Obrador.
Lo más grave es que al parecer llegó el momento de quitarse la máscara de quienes se encuentran al frente del PRI que si uno mira bien, no ofrecen una gran diferencia con las caras que se asoman en la puerta donde despacha el blanquiazul. Tan es así que no les cueste ningún trabajo a los panistas el apoyar al candidato del PRI, José Antonio Aguilar Bodegas. Eso ocurre en la mayoría de las entidades federativas.
Es decir, puede haber excepciones, pero en gran número los candidatos presentan un perfil político que da por resultado que pudieron lo mismo ser postulados por cualquiera de los dos partidos políticos que he venido mencionando. Son hombres de bien que pertenecen a clases sociales acomodadas, gente bonita, pues.
Lo han venido diciendo desde tiempo atrás. Al parecer, lo que se quiere es que en México, al igual que en la Unión Americana, haya sólo dos partidos cuya diferencia no vaya más allá de algunos matices, siempre que provengan de las clases privilegiadas, en un país donde la pobreza de millones es extrema. Quizá cambie el nombre, objetivos comunes, uno representaría los intereses de la derecha y el otro... también. Un paquidermo y un rucio podían ser sus emblemas. Aunque algunas veces se disfrazan los motivos, todo indica que la campaña enderezada contra el abanderado del PRD tenga su origen en impedir a cualquier costo que pudiera treparse a la silla de mando, pero en realidad lo que se busca es copiar el estilo norteamericano suprimiendo a la izquierda, pero con un sentido clasista sin darle al pueblo la oportunidad de disentir.
Los jóvenes están corriendo hacia la nación de las barras y las estrellas, sin que nos dé vergüenza de que no hayamos encontrado la fórmula de retenerlos en nuestra tierra.
Bien, se acercan fechas que pondrán a prueba la prudencia de este Gobierno. En el reciente pasado, lo menos que pudieron hacer las autoridades electorales, era no dejar dudas como las que se han generado por su propia impudicia. A nadie más han de culpar que a la inepcia con la que se manejaron los comicios. Si acaso no hubo maquinaciones, con sus actitudes dieron a pensar que sí, abriéndole las puertas a los anatemas, los estigmas y los reproches provocando comentarios nada edificantes. Lo peor es que la única salida, que les ha aconsejado la almohada, ante la cerrazón de uno y otro lado, es la loca tentación de sacar a las calles las tanquetas anti-motines con las que cuenta el Gobierno.
En vez de eso, un medio, que ni mandado a hacer, sería que el Tribunal Electoral encontrara una solución que dejara satisfechos a todas las partes interesadas; los magistrados tienen el talento suficiente para hacerlo y si bien no es un Tribunal de conciencia, puede y debe formar su propia certitud sobre la litis del conflicto, ordenando se efectúen diligencias necesarias para encontrar la verdad. Recuérdese que la mentira, el fraude y el engaño son fuerzas corrosivas que destruyen a una sociedad. Después de todo lo que está en juego no es moco de pavo. En fin, no sé cómo, pero hay que evitar sucesos desagradables que pueden manchar la limpia trayectoria de un Gobierno que ha sabido estar por encima de sus propias debilidades.