Es práctica común que los magistrados por la premura del tiempo o por los años que cargan en sus cansadas espaldas, dejen en manos de sus secretarios de estudio y cuenta, la elaboración de los dictámenes, no podría afirmar que así fue en esta vez.
He leído algunos de los argumentos usados por los magistrados en su sentencia del pasado martes cuando decidieron por unanimidad declarar infundados los alegatos de los promoventes, que pedían se recontaran voto por voto y casilla por casilla dado que era evidente, decían, que hubo participación del Gobierno a favor de Felipe Calderón Hinojosa. No sólo no me convencieron sino que me dejaron dudas que quiero compartir con ustedes.
Es práctica común que los magistrados por la premura del tiempo o por los años que cargan en sus cansadas espaldas, dejen en manos de sus secretarios de estudio y cuenta, la elaboración de los dictámenes, no podría afirmar que así fue en esta vez. No puedo decir que haya sido justa la sentencia, pues sólo conociendo a fondo los expedientes podría formarme un juicio personal. Lo que conozco y leo con asiduidad son las notas que se publican en los periódicos. Eso es porque soy un ciudadano común que carezco, como la gran mayoría de los mexicanos, del don de ubicuidad. Sé que hubo escupitajos y lanzamiento de huevos podridos, pero no más.
En un distinto apartado, dentro de la resolución, hay estimaciones de los togados que chocan contra el sentido común, señalan que aunque los mensajes negativos difundidos por empresarios, organizaciones civiles y terceros, implican según los siete magistrados, diatriba, calumnia, infamia, difamación y denigración a candidatos, instituciones públicas o partidos políticos, adjetivos que se reconoce en el dictamen se dijeron, a pesar de lo cual no se demostró que haya influido en los votantes para emitir sus sufragios en determinado sentido. ¡Uff!, que no es posible establecer una relación de causa a efecto, -¿no les basta con que AMLO hubiese perdido?- esto es, que debido a tales calificativos, encajados a un candidato, la preferencia electoral hubiera tomado otro rumbo.
Agrega que la Coalición no detalló el modo, tiempo y el lugar de la propaganda, ni los impactos. Concluyendo que la Coalición no entregó encuestas en las que se reflejara que con esos promocionales la preferencia al tabasqueño cambió. -Los mensajes no hay duda existieron, no era necesario que se probara que causaron estragos en la personalidad del candidato dado que es fama pública que la intención de los empresarios era la de dañar la imagen pública de quien busca se vote en su favor, quien requiere la confianza de los electores, luego el daño está imbíbito. Es decir, que influyó no cabe duda. La fama pública no requiere prueba- No era necesaria una encuesta. Los resultados de los comicios, insisto, lo dicen todo.
Además, se dice en la sentencia, que si bien fueron calificados de ilegales los spots que se transmitieron en los medios electrónicos, a instancias del PAN, la coalición también usó spots en contra de los panistas. ?Aquí se ve un absurdo, cuando basta hagamos una compensación de culpas para que desaparezcan-. Que no está comprobado el efecto que produjeron impresos, historietas o mensajes en Internet en contra del candidato y su Coalición. Que las historietas avaladas por organismos empresariales no dañaron, puesto que aparece un expreso y enfático deslinde del Consejo Coordinador Empresarial respecto de cualquier candidato o partido político. ?Este argumento lo dice todo. Usted o yo podemos exponer lo que se nos antoje, bastando que puntualicemos que no va dirigido a alguien aunque ese alguien forzosamente esté implicado-.
Todo esto a mi juicio da la vehemente convicción de que había que desechar sólo por desechar, a la trompa y talega pues la decisión es como se dice, en términos jurídicos, cosa juzgada, esto es, que no hay posibilidad de combatirla tanto porque queda firme o surte sus plenos efectos a partir de que se dicta como porque es la última instancia, no hay más allá. Qué lástima. Aunque habría que hacer un examen pormenorizado de las constancias procedimentales para que pudiéramos hablar con mayor propiedad. Sería tener el difunto a nuestra disposición. Bien, a palo dado, dicen los que saben, ni Dios lo quita.
Estamos ante un suceso que pasará a los anales de este país. No sé cómo lo juzgarán las futuras generaciones. Desde luego lo harán con la ausencia de pasión que trae el tiempo consigo, que logra cerrar las heridas más profundas...
Los tribunos del Tribunal Electoral se someten a su veredicto, me parece muy pusilánime. Para entonces, en unos cien años, no estará ya ninguno de los protagonistas de esta historia. Lo que ahora nos parece insoportable dejará de tener importancia. Unos cuantos estudiosos examinarán los restos de lo que ya ni polvo queda, pues el paso de los años los habrá ido desdibujando. Pero el grueso de la comunidad habrá olvidado sus odios y sus querencias. Vendrán otros actores, levantarán el puño, lanzarán gritos hasta desgañitarse, todo seguirá igual que siempre.
Total que el asunto ya murió. No estaría por demás hacerle la autopsia al cadáver. Me parece que es una obligación que no podemos, no debemos eludir. No tengo a la vista el corpus delictus, no me atrevo a decir si la muerte fue inducida o falleció de muerte natural.