Los candidatos que buscan la Presidencia deberían encontrar un arúspice que bajo cualquier método vea los augurios de lo que les depara el arcano, por que digan lo que digan nada está escrito en esto de la política a la mexicana. No hay nada para nadie. Las encuestas que en otros tiempos han sido más o menos acertadas, no pueden hacer otra cosa que tantear el humor de los votantes en los días que corren. Hace seis años viajando en un transporte aéreo que duró una hora en el aire me tocó la fortuna de tener la compañía de una eminente politóloga, que ejerce el periodismo, quien me hizo un detallado razonamiento de por qué no era lógico que ganara en los comicios un candidato que no fuera del PRI. Esta señora, poseedora de un encanto singular, que se traduce en una visión clara de lo que hay detrás de los acontecimientos, produjo argumentos capaces de convencer al más escéptico. Para ella no había llegado aún el tiempo en que la Oposición tuviera chance de ganar en unas elecciones presidenciales, quizá dentro de seis años, me dijo al bajar la escalerilla de la aeronave. Obviamente su vaticinio estaba equivocado, la política no tiene lógica.
Esto me vino a la memoria dado que leo en los periódicos, un día sí y otro también, que dada la ventaja que arrojan los sondeos de opinión pública el mejor posicionado para ocupar la Presidencia de la República es Andrés Manuel López Obrador, candidato del PRD. El escándalo de colaboradores, la rivalidad con el presidente, el problema de El Encino en que se dijo que había desobedecido una suspensión de amparo, sus supuestas relaciones con un mandatario del Cono Sur, no le produjo más daño que el verse favorecido con una propaganda gratuita, haciéndole lo que dicen que le hace el viento a Juárez. (La frase, repetida por varias generaciones, tuvo su origen en las estatuas que mandó elaborar Porfirio Díaz, en homenaje al Benemérito de las Américas, que siendo de fierro fundido resisten los cambios climáticos sin que obviamente sufra variación su aspecto).
La diferencia con lo que pasó en 2000 es que el candidato puntero tiene enfrente a uno que sí sabe azotar a la melcocha haciéndola rendir y cambiar de color, por lo que convendría que ninguno de los aspirantes eche las campanas al vuelo durmiéndose sobre sus laureles, que en política están hechos de sueños y nubes vaporosas que suelen disolverse al paso del tiempo.
Si, a los que nos gustan los fenómenos políticos, preocupados por el rumbo que toman las cosas, nos encantaría enterarnos anticipadamente del desenlace; aunque nos digan que comemos ansias. Aún falta el transcurso de largas ocho semanas en que todo puede ocurrir. Los ánimos suelen caldearse con la cercanía de la culminación del evento, cuando todo habrá concluido. Nunca las actuales generaciones de mexicanos habían vivido un proceso electoral en que no se sabe de antemano qué va a ocurrir. Hay desazón en el ambiente. Lo peor es que no hay un árbitro confiable que pudiera poner a cada quién en su lugar.
En las elecciones pasadas pocos esperaban una sorpresa como la que nos tenía reservada el destino. Esta vez hay muchos que consideran que este arroz está supercocido con peligro, dirían algunos, de que se pueda quemar. Lleva mucho tiempo la cazuela en el fuego. Ya hubo un primer aviso, cuando el candidato que encabeza las encuestas, en forma desdeñosa, se dirigió al primer magistrado de la nación. Apenas el miércoles de esta semana volvió a la carga, ello, dice, lo hace con todo respeto aunque uno se pregunta: ¿si eso es con respeto, qué tal cuando lo haga sin la consideración debida a un hombre de esa jerarquía? ¿El presidente, quien lo sea, merece ese trato? El propio López Obrador, al ponerse la banda tricolor, lo que ya pocos dudan a menos que suceda algo insólito ¿está dispuesto a que en el futuro cualquier pelagatos lo injurie de esa manera? Creo que el largo tiempo que lleva asistiendo a mítines bajo los candentes rayos del sol está perjudicando su buen juicio. En fin, para el futuro se le recomienda el uso de una buena sombrilla que lo mantenga con la cabeza fría, que no olvide el antiguo dicho de que el pez muere por su boca.