En la primera quincena de enero fue sorprendente el desempeño del mercado de valores y la fortaleza continuada del peso, aún después de varios años de comportamientos espectaculares, en particular en el sector bursátil. Me parece, sin embargo, que ambos eventos no encuentran un sustento de largo de plazo en los fundamentos económicos del país, lo que en cierta medida comenzaron a reconocer la semana pasada algunas corredurías extranjeras.
El martes 17 de enero Morgan Stanley (MS) rebajó su recomendación para las acciones mexicanas a ?baja ponderación? porque consideró que la bolsa mexicana era la más ?extendida? de los tres mayores mercados (de América Latina) en cuanto a valuación?. MS advirtió, además, contra posibles correcciones durante el segundo trimestre. El viernes pasado UBS Investment Research emitió un comunicado similar, reduciendo su exposición a acciones mexicanas de ?neutral? a ?baja ponderación? señalando que ?en nuestra opinión, el panorama corporativo y económico de México no justifica la alta valuación de la que actualmente goza?.
No cabe duda de que ha sido muy positiva la disciplina macroeconómica y el retroceso sostenido de la inflación, pero al mismo tiempo es evidente la parálisis en el proceso de reforma estructural que propicia una gran mediocridad en nuestra expansión económica.
La estabilidad de precios tiene mucho de encomiable, pero por sí sola no genera crecimiento del ingreso y del empleo en una economía. Diversos estudios han concluido que el potencial de crecimiento de México, en ausencia de las reformas estructurales, se encuentra alrededor del 3 por ciento anual. Esta cifra no es para entusiasmar a nadie, y menos para justificar un peso fuerte y expectativas de crecimiento de doble dígito sostenido en el mercado bursátil del país.
Esa es una de las razones por las que desde hace meses pensé que estaban a punto de terminar el auge bursátil y la apreciación de nuestra moneda. Es obvio que me adelanté en mis previsiones, pero sigo pensando que habrá un cambio de trayectoria de esas variables aun cuando es probable que ocurra más entrado este año. Las desviaciones en el comportamiento de las variables financieras respecto a la expectativa generalizada de los analistas al inicio de un año calendario no son exclusivas de nuestro país. En Estados Unidos, por ejemplo, una de las sorpresas más desagradables para los operadores en el mercado de divisas fue la fortaleza del dólar frente al euro y el yen el año pasado. La mayoría de los analistas habían pronosticado una caída de la divisa estadounidense por el nivel de su déficit de cuenta corriente. En enero de 2005 muchos esperaban que el dólar se ubicara en 1.40 por euro y que costara menos de 100 yenes para fines del año pasado. Todos se equivocaron en cuanto al momento pero no han cambiado de opinión en cuanto a la dirección.
En esta ocasión las previsiones necesitan hacerse con cautela, en particular cuando el exceso de liquidez global y las diferenciales de tasas de interés explican gran parte de los errores de pronóstico recientes, tanto en Estados Unidos como en las economías emergentes. Esas mismas razones están atrás del comportamiento de la mayoría de los mercados bursátiles y de divisas latinoamericanas.
Las mayores tasas de interés en América latina y la enorme liquidez global han llevado el capital internacional hacia las inversiones en activos y deuda de nuestros países, lo que aunado a la fortaleza de las exportaciones de bienes genéricos, como el petróleo y los productos agrícolas, han fortalecido la entrada de divisas, lo que a su vez impulsa los mercados de valores y aprecia las monedas. Ese ha sido, sin duda, el caso de México, donde la bolsa mexicana registró el año pasado un rendimiento de doble dígito (cercano al 40 por ciento) en dólares que se ubicó en el lugar 15 de 42 naciones que sigue regularmente la revista The Economist.
La gran mayoría de los países emergentes también han disfrutado una apreciación de sus monedas en relación con el dólar. Ahora los banqueros centrales de los principales países de América Latina, incluyendo a México, tienen un problema con el que no están acostumbrados a lidiar. Por muchos años su preocupación fue tratar de evitar una depreciación desmedida de sus monedas, pero ahora tienen que decidir qué hacer con la persistente apreciación de las mismas. El año pasado 5 de las 10 monedas que más se apreciaron frente al dólar son de países de América Latina, correspondientes a Brasil, Colombia, Chile, México y Uruguay.
La lógica nos indica que según disminuya la liquidez global, suban las tasas de interés en Estados Unidos y continúen descendiendo las de nuestro país, veremos un debilitamiento de la entrada de capital externo y un cambio de dirección en el mercado bursátil y en el precio del dólar. Este cambio puede ser más pronunciado si los precios del petróleo cayeran o si se enrareciera el ambiente político como resultado del proceso electoral en nuestro país.
En ese contexto internacional, una economía como la nuestra que crece apenas por encima del 3 por ciento anual no es un buen aliciente para esperar incrementos sostenidos de doble dígito en su mercado bursátil, aún cuando algunas de sus empresas tengan negocios globales. Esto, como mencioné al principio, lo comienzan a reconocer las corredurías extranjeras y ya propició un ajuste en el índice bursátil. En síntesis, aceptando el riesgo de volverme a adelantar, considero que los desempeños de nuestro mercado bursátil y del peso serán muy poco espectaculares en 2006.
Es muy probable que según cambien los vientos internacionales y se ?caliente? el ambiente electoral en México la bolsa registre una disminución en los meses siguientes y que el precio del dólar supere nuevamente los once pesos para fin de año.