La denuncia formulada en estos días por el gobernador, Humberto Moreira Valdés, pone en un predicamento a la Procuraduría General de la República que tendrá que revisar concienzudamente la actuación de su personal destacado en esta entidad, quienes a propósito del Día del Niño que presuntamente patrocinó en Piedras Negras el narcotraficante Osiel Cárdenas Guillén, recluido en una cárcel de máxima seguridad, cubriendo los gastos del festejo, procedieron al apresamiento de personas que participaron en el evento dando la noticia con bombo y platillo de que habían actuado para detener a los culpables.
Lo malo es que no detuvieron a ningún miembro del Cártel del Golfo, que se escabulleron como agua entre los dedos o de plano sus presuntos captores al verlos pasar voltearon la vista hacia otro lado, cuya conducta no pasó minucia desapercibida para el titular del Poder Ejecutivo de Coahuila, que puso el grito en el cielo al notar que los capturados fueron los músicos que amenizaron el guateque, el propietario del conjunto, el dueño del salón, el animador de la fiesta, el cantante del grupo y, creemos que por no dejar, el que carga las bocinas.
Esto es increíblemente ridículo. Era de suponerse que una vez que los medios dieron la noticia de que la fiesta era financiada con dinero sucio se detuviera a los hombres que lo proporcionaron. No fue así. En su lugar se detuvo a gente del pueblo, expuso el mandatario, que no tienen sueldo fijo, ni quinto para pasar la quincena, esto es, que viven al día. No se molestó a los narcotraficantes ni a sus sicarios, dejando caer todo el peso de la Ley, encima de los que llamó Chivos Expiatorios, calificando los arrestos como una burla dirigida a levantar una cortina de humo para simular un quehacer que en la realidad no se hace. La detención de seis coahuilenses no engañó a nadie revelando que hay algo que huele a podrido en este asunto de la persecución al narcotráfico.
Pasando a otra cosa, pero sin salirnos del tema, la semana pasada, en el Estado de Nayarit, el procurador, Héctor Béjar Fonseca, en su comparecencia ante la Cámara de Diputados de esa localidad, aseguró que poco después de asumir el cargo recibió la visita de un emisario del narcotráfico que llevaba un maletín con cincuenta mil pesos, para ponerse al corriente con la entrega que, le dijo, se hacía periódicamente. O sea, que el mandatario refirió a los diputados, ni más ni menos que un intento de soborno, cohecho o unto. La pregunta que se antoja, es ¿cuántos funcionarios se resisten al embrujo de una maleta repleta de billetes.
Antes de seguir adelante recordaré, si la memoria no me es ingrata, que en el Estado de Chihuahua en uso o no de sus facultades legales, armado de un valor sin igual el gobernador Óscar Flores Sánchez, en los años setentas, cuya naturaleza impetuosa y resuelta lo llevaban a no parar mientes en cómo cumplir con su deber de gobernar, puso en jaque el prestigio de la entonces Policía Federal de Caminos al aprehender a todo el personal de esa dependencia, a los que juntando sus tiliches, los sacó con todo y patrullas de esa entidad remitiéndolos a la Ciudad de México, considerando no los necesitaba dada la corrupción imperante.
No hubo ningún reclamo a la conducta viril del mandatario quien a la postre, años después, sería nombrado titular de la PGR. Son pocos los que en tiempos de un priismo centralista se atrevían a exhibir al Gobierno Federal, mostrando el lado oscuro de una Administración. Se requería un gobernador pertinaz, recalcitrante, obstinado, con características tales que lo hicieran inmune a las asechanzas del poder del centro. Ocioso es agregar que no tenía pelos en la lengua ni cola que le pisen.
Debería analizarse con cuáles órdenes de aprehensión se detuvo a los que amenizaron con sus instrumentos musicales la fiesta. Si es que fueron giradas por un juez de Distrito cumpliéndose con los requisitos que señala el código procesal de la materia o se trató de una detención arbitraria en un palmario abuso de autoridad del personal de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada. De la información que da a conocer el gobernador coahuilense se sabe que no se agarró a ninguno de los narcos o sus sicarios, por lo que se pone en evidencia una colusión entre los mandos que investigan el asunto y los que se dedican a la distribución y venta de estupefacientes. Por cierto, regresando al asunto de Nayarit, al poner un maletín con dinero en su interior, al más puro estilo de la mafia, a disposición del procurador, en un negocio que deja millones a los capos, ¿le acompañarían como un elemento persuasivo un proyectil de plomo, en el siniestro dilema de aceptas el ofrecimiento o te mueres? En fin, de esos funcionarios estatales, que no temen discrepar con la autoridad federal o a enfrentar narcotraficantes, está necesitando este país.