Una de las cosas más gratificantes del ejercicio de la profesión de médico veterinario es la relación que se establece con los dueños de las mascotas.
Relación primero casual y profesional, y con el tiempo de confianza y empatía y en muchas ocasiones, a través de los años en una franca y sincera amistad.
Hace ya muchos años se presentó a la consulta, junto con toda la familia, una perrita cruza de cocker de unos tres o cuatro años de edad. Eran como las 10:00 de la noche cuando revisé a la perrita, quien presentaba pérdida progresiva de peso, vómito y diarrea abundante y amarilla y dolor muy pronunciado en el vientre, su temperatura estaba ligeramente elevada, sus mucosas ictéricas (amarillas), sus ojos hundidos por la deshidratación y aunque tristes por el dolor que sentía, no dejaba de tener la chispa que nos da la vida.
Al acabar la revisión de la perrita que se llamaba Coquis, me dirigí hacia los señores Máynez y hacia sus tres hijos Cristina, Ramón y Mónica, quienes para ese entonces cursaban la preparatoria los más grandes y la primaria la más chica. Les expliqué que la Coquis tenía hepatitis aguda, que estaba muy delicada y requería ser internada para su tratamiento.
La respuesta inmediata de los señores Máynez fue un rotundo no, la Coquis nunca ha estado fuera de casa sin nosotros, además no se puede quedar aquí. Les insistí en que tendríamos que canalizarla (poner suero por vía intravenosa) y que requería de medicamentos y cuidados periódicamente, así como absoluto reposo.
No, me contestaron nuevamente, la Coquis no se puede quedar aquí pues está muy acostumbrada a nosotros y estaría muy triste y eso pudiera afectar su condición, me dijeron los señores Máynez.
Volví a explicarles los pormenores de la enfermedad, la gravedad en que estaba la perrita en ese momento y el tratamiento que requería. De nuevo la respuesta fue no, la Coquis no se puede quedar sola aquí.
Ante esa negativa tan rotunda invité a los señores Máynez a que se retiraran de la clínica y pidieran una segunda opinión.
Fue entonces que los Máynez debido a mi reacción pensaron de forma objetiva, dejaron a la perrita en tratamiento, que duró por varios días hasta que la Coquis sólo gracias a Dios se curó por completo.
La perrita Coquis vivió por muchos años después una vida alegre y plena junto a la familia Máynez, y yo me beneficié con el aprecio y amistad que todos ellos me brindan hasta el día de hoy.
En la actualidad Ramón Máynez, que entonces era un joven, está casado y es un profesionista exitoso, y la hija menor, Mónica, estudió medicina y presta su servicio en Mapimí, Dgo.
Ahora son propietarios de una perra cruza de poodle con cocker, llamada Blondie, quien ya tuvo una camada y se le practicó una cesárea, y de paso se esterilizó a petición de la familia.
Seguido pienso que soy muy afortunado, pues a diario trabajo en lo que me gusta, lo disfruto al máximo y como si esto fuera poco, la mayoría de las veces cuento con el aprecio y amistad de los dueños de las mascotas.
¿Dudas?
miguel_daviladavila@hotmail.com
ADÓPTANOS
Somos Golo y Salo, las domimascotas roqueras del refugio.
Golo: Hembra, criolla, vacunada y esterilizada, adulta muy obediente, leal, buena compañera, ideal para gente responsable mayor de edad.
Salo: Macho, criollo, vacunado y esterilizado, adulto gruñón, buen guardián y compañero, obediente, ideal para gente responsable mayor de edad.
Identifica a tu mascota con una placa en su collar: nombre, teléfono, dirección, nombre del dueño, son algunos de los datos importantes que debe tener tu animalito en caso de que se extravíe, recuerda que es mejor prevenir que lamentar. Evita que tu mascota se convierta en otro animalito callejero.
Hasta la próxima, saludos, Domi.