El desarrollo de este material y de la azulejería para baños y otras superficies se remonta al asentamiento musulmán en la península ibérica.
EL UNIVERSAL-AEE
MÉXICO, D.F.- La cerámica es una de las manufacturas más importantes en la historia del hombre. No sólo es útil para la elaboración de artículos para el hogar y la decoración, sino que sirve también para revestir paredes y suelos cuando se utiliza en forma de azulejos.
El desarrollo de este material y de la azulejería para baños y otras superficies se remonta al asentamiento musulmán en la península ibérica. Las baldosas cerámicas que primero se desarrollaron tenían aportaciones de la tradición romana y visigoda de la península, y otras, traídas por los islámicos y procedentes de oriente, de la herencia egipcio-mesopotámica.
"Si a estos estilos sumamos los valores cristianos, tanto mediterráneos como de Europa del norte, obtenemos una cerámica muy rica y única en el mundo.
"Es a partir del siglo XI cuando aparecen los primeros avances técnicos y se aplican los primeros esmaltes, lo cual contribuyó a mejorar la calidad, las posibilidades creativas y el colorido. "En Málaga se crea el primer gran centro de producción de azulejos al que le seguirán algunas ciudades de la cuenca mediterránea", explica Alberto Fernández, de la firma de decoración "A decorar".
El experto dice que la mano de obra, cada vez más especializada, da paso a verdaderas obras de arte ya sea en vajillas o accesorios decorativos. Tanto es así que países como Italia, Inglaterra y otros de oriente se han convertido en clientes importantes de este producto.
"Lo que se designa comúnmente con el nombre de cerámica hace referencia a una pasta de arcilla y agua que se cuece.
Las variedades dependen de los tipos de arcilla, de las proporciones en la mezcla, de la cocción y de la técnica utilizada. Las diferencias del esmalte con el que se cubre la pieza o la composición de la pasta da lugar a las distintas variedades: gres, terracota, porcelana y otros."
"Los esmaltes sirven para decorar las piezas. Sin esta sustancia la cerámica no brilla, no tiene colores vivos, dibujos y otros motivos decorativos. Además, dura más porque le ofrece un revestimiento que la protege y favorece su limpieza e higiene", describe Fernández.
La cocción es el paso fundamental para conseguir piezas cerámicas de calidad. Consiste en el calentamiento de las piezas de arcilla y su enfriamiento posterior: ambas actividades constituyen este proceso. La calidad, resistencia y dureza dependerán de que el procedimiento se siga cuidadosamente.
La temperatura, el horno y el intervalo de cocción son algunas de las características del proceso que más se cuidan para que las piezas sean perfectas, sin grietas o se rompan con facilidad. "El tipo de pasta y esmalte, así como la proporción de materiales determinarán las necesidades de tiempo y temperatura en su elaboración.
Las temperaturas de cocción varían entre 650 y 700°C. Dependiendo de los colores que se busque obtener, puede ser necesario aumentar la temperatura de la misma.
Si la decoración lleva distintos tonos, lo mejor es hornear del color que necesita más calor al que menos", describe el interiorista. Una vez decorado el azulejo o la pieza, se realiza un tercer calentamiento, con una temperatura que oscilará entre 750 y 800°C.
Gracias a estas altas temperaturas se pueden conseguir variados colores. "Estos se pueden obtener mediante pigmentos en pastilla o polvo, incluso se pueden añadir metales preciosos como el oro, la plata y el platino, los cuales se aplican antes de calentar la pieza. Los bruñidos metálicos también crean bonitos efectos de luz sobre las piezas. Tras la cocción, los colores suelen modificarse, por eso es esencial elegir los matices adecuados", concluye Fernández.