Desde hace años, la degradación de la política es asunto cotidiano. Pero, en estos días, esa degradación alcanza una proporción inconmensurable. De seda o de mezclilla, con lenguaje soez, chocarrero o refinado, joven o vieja, experimentada o no, la clase política lleva tatuado, como marca de su actuación, el sello del más brutal cinismo. Ciertamente, algunos políticos escapan a esa crisis. Son pocos. Los dedos de las manos alcanzan para contarlos. Es tan reducido su número que no se cifra en ellos la simiente para rescatar al resto. Es más probable incluso que esos pocos se vean arrastrados o devorados por el cinismo del conjunto. Viene a cuento esa degradación porque, en el imperdonable cinismo del gobernador Mario Marín y el empresario Kamel Nacif, el resto de la clase política quiere encubrir el suyo y de ese modo vacunarse ante la epidemia de indignidad que los infecta. El problema es que ese caso exhibe, desnuda y de cuerpo entero, a la clase política en su conjunto.
*** En el cinismo de Mario Marín y el empresario Kamel Nacif, la clase política busca lavar el suyo. Quiere hacer creer que en esa mancuerna de canallas se agota el problema y, si su sacrificio les salva a ellos el cuello, a lo mejor hacen algo. El problema es que su cuello no es muy distinto al de aquéllos. Enrique Jackson recurre a un viejo ardid parlamentario para evitar que se solicite a la Suprema Corte investigar el escándalo provocado por el gobernador poblano. Rompe el quórum y, luego, pone cara de sorpresa. Qué más quisiera que llegar hasta el fondo del asunto pero, como Jackson es respetuosísimo del derecho y no hay quórum, se ve obligado a suspender la sesión. Qué pena. Su compañero en San Lázaro, el golpista Emilio Chuayffet, se preocupa no tanto por el flagrante abuso de poder de su compañero, el gobernador Mario Marín. Él que se las sabe todas, porque hasta de matanzas (como la de Acteal) ha salido bien librado, intenta una maniobra en defensa desde luego de los más altos valores del Estado de Derecho: no importa tanto lo grabado como la intervención telefónica y, además, como sabe que todos tienen sus fantasmas en el clóset, apunta que lo que se pretende es sacar de la atención pública a los hijos de Marta Sahagún. Fíjense en los de allá, no en los de acá. Como quiera, la naturaleza de Chuayffet no lo pone a salvo de rebajar el debate y aprovecha para darle un raspón al subsecretario Miguel Ángel Yunes, señalado como el autor de la grabación. El golpista acusa de pederasta a ese funcionario y éste le responde como hombre: “A diferencia de usted, yo -replica Yunes-, diputado Chuayffet, soy un hombre en toda la extensión de la palabra, no soy un desviado”. En el afán de pintar su raya frente a Mario Marín, los políticos se colocan en el mismo lado. La diferencia no aparece por ningún lugar. En el mejor de los casos, se trata de darle “un coscorrón” al gobernador pero de ningún modo se quiere ir más allá. Los senadores y los diputados del PRI exhiben su cinismo en defensa del cinismo de su compañero de partido y los senadores y los diputados del PAN quieren ir más lejos... hasta donde los hijos de la señora Marta los dejen ir, porque tampoco se trata de echarse la soga al cuello.
*** Frena el priismo la posibilidad de llevar a juicio político a Mario Marín o la posibilidad de que la Suprema Corte haga suyo el asunto. Lo frena y, aunque sea otra vía para no dejar en la impunidad a Mario Marín, la Presidencia de la República se hace guaje. El portavoz presidencial Rubén Aguilar, condena al gobernador Mario Marín. A nombre del presidente de la República califica de “indignante” la conversación del gobernador con el empresario Kamel Nacif. Engola la voz: “la Presidencia de la República condena de la manera más enérgica todos los actos realizados por cualquier autoridad o por un particular que viole el Estado de Derecho y que pretenda limitar el ejercicio de la libertad de expresión”. Con la contundencia de la declaración, Fox y su vocero quieren dar por zanjado el asunto. No dicen que podrían ir más lejos. Ahí es donde asoma su cinismo. El Artículo 97 de la Constitución faculta tanto al jefe del Ejecutivo como al Congreso de la Unión a pedir la intervención de la Suprema Corte para averiguar hechos que “constituyan una grave violación de alguna garantía individual”. Desde luego, Fox y Aguilar lo saben pero se hacen guajes. Eso no es todo, tienen a la mano otro recurso inaugurado en mala hora: la nueva Fiscalía Especial Para la Atención de Delitos Cometidos Contra Periodistas. Sí, el mismo día que el hombre del micrófono, llámese Vicente o Rubén, condenó lo hecho por el gobernador de Puebla, el subprocurador Mario I. Álvarez Ledesma dio a conocer la nueva instancia y justificó la tardanza en la creación de esa fiscalía, diciendo que “tenía que ser una instancia que permitiera ir más allá y que fuera creando las condiciones para una protección nacional de periodistas y no solamente quedarnos con decir: no somos competencia en este tema”. Una facultad y un instrumento tiene la Presidencia de la República para, de inmediato, proceder frente a la arbitrariedad del gobernador de Puebla, pero no. Cínicamente los olvidaron. No quiere “ir más allá”. Basta la declaración del día, qué más quieren, parecen decirle a la ciudadanía. No vaya a ser que después radicalicen la investigación sobre los hijos de la señora. Mejor que ahí quede.
*** La osadía, el cinismo de Mario Marín y Kamel Nacif se llevan el escándalo de la semana. Sin embargo, semana a semana, algún escándalo ocupa su lugar. La degradación de la política no tiene fin. El cinismo de Enrique Peña encubriendo a Arturo Montiel; de Ulises Ruiz levantando y colocando adoquines según quien lo vaya a visitar; el cinismo del matrimonio Fox poniendo a salvo a los muchachos; el cinismo de confundir la frontera entre lo público y lo privado; el cinismo de Víctor Flores de reelegirse como dirigente obrero, cuando hace años que dejó de trabajar; el cinismo de políticos fracasados que con toda cachaza quieren un asiento en el Congreso; el cinismo de farmaceutas y campesinos para comprar un partido; el cinismo de montar el sketch de la captura de un secuestrador para dar gusto a la televisión; el cinismo de reaccionar frente a la violencia y la delincuencia nomás porque lo pide un embajador; el cinismo de denunciar el populismo sin morderse la lengua; el cinismo de no reaccionar frente a una madre que le ruega a un secuestrador que le devuelva cuando menos el cuerpo muerto de su hijo... El cinismo de decir no es mi voz, no soy yo, no lo supe, no estaba enterado y muchos menos estoy involucrado, no, nunca dije eso..., el cinismo de una clase dirigente que niega al país la oportunidad de ser otro, distinto, mejor. Quién sabe hasta dónde la clase política quiera llevar su cinismo, quién sabe hasta dónde quiera llevar su complicidad y hasta dónde quiera degradar la política... No es posible saber hasta dónde quieran llegar, lo cierto es que están poniéndole cartuchos de desesperación a la inconformidad social porque, aunque no lo crean, el país que niegan existe, no como se quisiera, pero existe.