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La derrota

Patricio de la Fuente G.K.

“Lo que importa

verdaderamente en la vida

no son los objetivos que nos marcamos, sino los caminos que seguimos para lograrlos”.

Peter Bamm

Viendo una película de reciente estreno me llamó poderosamente la atención cierta frase en referencia a Martin Luther King: “su muerte fue sólo el principio de su victoria”, dijo por ahí uno de los protagonistas de la cinta. Aunque impactante -no estoy sugiriendo que morir sea un recurso al cual nunca debemos apelar o que el ejemplo venga mucho al caso- la aseveración anterior vino a confirmar viejas ideas que he ido adquiriendo con el paso de los años, es decir, que el fracaso y la derrota pueden y deben ser transformadas a nuestro favor. Durante las horas bajas, precisamente en esos momentos donde todo parece salir mal, ahí mismo se requiere hacer un alto en el camino, mirarnos de frente y meditar los porqués, las razones.

La manera en que manejemos el éxito dirá mucho de nuestra esencia; por otra parte, la aceptación de la derrota, la sabiduría para entender que la vida y mucho de su sentido se encuentran compuestos por el dolor y su circunstancia, es cualidad de aquéllos cuyo destino es la grandeza en toda su extensión. Ser derrotados no significa la finitud; perder es únicamente la oportunidad de, reflexionar para así renacer un poco más sabios, quizá hasta más humanos y auténticos.

La derrota cobra especial importancia cuando hablamos de política, más aún si ésta se encuentra sustentada por la democracia. Sí, para todo político el fin es ganar, sin embargo también cabe la posibilidad de perder. A últimas fechas me vienen a la cabeza diversos ejemplos de hombres y mujeres públicos que en determinado momento no fueron favorecidos por la voluntad popular. Su actuación a partir de la derrota fue distinta –estamos hablando de circunstancias históricas poco afines- pero al final de cuentas son comparables, pues cada uno de ellos supieron anteponer el interés colectivo y superior a cualquier dejo de individualismo o ambición personal.

Felipe González, ex presidente de Gobierno de España, símbolo de toda una época, concibió a la derrota, a la posibilidad real de perder, en los siguientes términos: “mi convicción profunda de que lo que define a la democracia es la aceptabilidad de la derrota. La aceptabilidad de la victoria es facilísima. Todo mundo está dispuesto a aceptar la victoria en un sistema democrático o no democrático. Sin embargo, no sucede así con la aceptabilidad -no la aceptación, que es un momento- de la derrota con carácter previo y posterior al momento incierto, que es esencial para la democracia, en que el ciudadano vota entre una, dos o tres o cuatro alternativas entregando su soberanía individual en manos de líderes y grupos políticos determinados. La aceptabilidad de la derrota es lo que define a un régimen democrático maduro. Se trata de la aceptabilidad de la derrota, no de la victoria”...

Cuauhtémoc Cárdenas ha sufrido varias derrotas. Quizá la primera fue ver que su partido (PRI) estaba alejado de los principios rectores que muchos hombres –entre ellos su padre- habían defendido, de ahí el nacimiento de un frente democrático sin precedentes o clamor por una izquierda sensible y comprometida con los eternos olvidados del Gobierno. El presumible fraude de 1988 –entonces no teníamos a instancias como el IFE- le significó la posibilidad de incitar a millones de ciudadanos a defender su causa, sin embargo su visión a largo plazo, la sapiencia del costo que suponía dividir a toda una nación, lo hizo desistir. Ahí empezó su leyenda y verdadera victoria: en la actualidad Cárdenas es depositario de una autoridad moral sin precedentes. El que el ingeniero calle y se mantenga en el ostracismo confirma cierta verdad que no pocos callan: la izquierda de Cárdenas se encuentra secuestrada, probablemente ni él mismo la reconozca.

Y en fin, querido lector, podríamos continuar con muchos ejemplos, tristemente hoy son casos muy lejanos a nosotros y con franqueza te digo que estamos comprando sueños guajiros. La verdad a la larga siempre acaba por triunfar. Yo puedo pretender ser quien no soy, engañar a la humanidad entera. Habrá un momento donde mis actos me delatarán, donde a la luz salgan mis verdaderas intenciones.

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