“La fidelidad comprada siempre es sospechosa y generalmente, de corta duración”.
Tácito
No hace muchos años vivíamos bajo lo que tan acertadamente el escritor peruano Mario Vargas Llosa llamó “la dictadura perfecta”. Época -inenarrable para algunos, quizá añorada por otros- en la que el titular del Poder Ejecutivo fungía como faro y epicentro de los ánimos de la República y su partido (el PRI) respaldaba cualquier acción de quien fuese su jefe máximo. Está por demás dejar sentado que se prevé imposible que tal coyuntura se repita de nueva cuenta: las circunstancias actuales no dan cabida para el retroceso ni admiten al sistema de antaño.
Si por algo admirábamos -o mirábamos con suspicacia- a los priistas, se debía a su sentido de cohesión. Fieles seguidores de las doctrinas revolucionarias, contados eran los casos en donde alguien osaba insubordinarse o expresar opiniones contrarias a los parámetros de disciplina partidista vigentes en aquel entonces. Actualmente, de cara a las elecciones, no deja de causarnos sorpresa los recientes pronunciamientos de distintas corrientes que sencillamente no toleran haber sido excluidas, pues ello se traduce en la imposibilidad de continuar ocupando cotos de poder.
Seamos claros: dentro del PRI muchos militantes no pueden ver ni en pintura al actual suspirante, Roberto Madrazo, pues para ellos representa “la mentira, el doble discurso y continuamente haber traicionado principios fundamentales, si se quiere ser parte del sistema político mexicano”. Ya lo vimos en el caso de la maestra Elba Esther Gordillo, líder magisterial cuestionada por sus turbios manejos: la alianza con el foxismo le costó el control en la Cámara de Diputados, la Secretaría General del partido y pesa sobre ella una posible expulsión. Cabe destacar que Gordillo ha amenazado con llevarse más de un millón de votos provenientes del magisterio. ¿No olerá a la circunstancia de 1988, pero ahora con repercusiones mayores? A lo mejor…
Opino que los priIstas no supieron adaptarse a ser oposición y tampoco lograron manejar la característica que viven todos los partidos en México: la existencia de corrientes internas y voces disímbolas. No debemos pasar por alto que en realidad se hicieron esfuerzos encaminados hacia la democratización del organismo: los procesos internos para elegir candidato presidencial en 2000 y 2006. Tristemente, a la larga, sólo fueron intentos fallidos en pos de lograr la apertura, que de frente a la sociedad civil los puso en ridículo. En el ejercicio de 2000 la maquinaria presidencial cargó sus dados hacia Francisco Labastida y ya para 2006 el engranaje favoreció abierta y descaradamente a Madrazo.
Es muy fácil querer aventarse del barco cuando se está hundiendo. El senador Manuel Bartlett, presunto autor del fraude electoral que favoreció a Carlos Salinas y hoy supuesto paladín de la democracia, ha declarado recientemente su simpatía por el señor López y deja abierta la posibilidad de votar por el PRD, si en un momento dado los resultados no favoreciesen al candidato de su partido. Ello no debe dejarnos boquiabiertos: la generación que representa Bartlett se siente -al igual como ocurrió cuando los tecnócratas desplazaron al jurásico de políticos de línea dura- incomprendida. Aquéllos dispuestos a seguir al hoy senador de la República, no lo harán motivados por un sentimiento democrático genuino, sino más bien, estarán actuando a partir de recelos generacionales, intereses de grupo y de nuevamente pondrán en evidencia lo que ya es un sentir colectivo: los políticos, hoy más que nunca, son acomodadizos y se forman “donde haya”. Y si no pregúntenle a Manuel Camacho o a Demetrio Sodi.
¡Y cómo no iba Bartlett a sentirse afín a López! Bueno, es que el perredista tiene tintes del viejo priista de antaño: ha hecho suyas las banderas del mesianismo, el populismo y demás vicios añorados por una camada que no acepta a la derecha representada por Felipe Calderón, ya que la vinculan con la legitimidad democrática y todo lo que huela a Vicente Fox. Tampoco digieren la posibilidad de ver a Roberto Madrazo como presidente, pues ello anularía toda posibilidad de continuismo.
Aquí su charro negro ni es priista, ni simpatiza con algunas de las ideas de Madrazo, pero no me cabe la menor duda que, por un lado, el tabasqueño ha buscado la inclusión de nuevos valores en su campaña y por otro ha sido implacable con sus detractores. De cierta manera Madrazo pretendió la unidad, pero sin escuchar la voz de la experiencia. Madrazo habló de democracia y al mismo tiempo quiso nulificar toda voz alterna. Utilizó la maquinaria del partido y también denostó a un CEN encabezado por un Palacios Alcocer débil y con poca relevancia. Que después de entrevistarlo no me cupo la menor duda que, Roberto Madrazo Pintado es un bipolar nato, pues camina del negro al blanco sin punto medio, levanta pasiones que van del amor al odio desbordado. Quizá por eso sea tan difícil entenderlo y coincidir con su forma de ser.
Lo que sí se puede ver con claridad es una posible nueva derrota del PRI. También es cierto que López con tal de ganar votos, acoge en su regazo a cualquiera sin importar sus antecedentes. El maquiavelismo tropical llegó -esperemos que no en definitiva- como lección de que para los malos políticos todo se justifica si con ello logran sus fines.
¡Caray! A un mes de la elección no se debe uno andar con cantaletas. Aquí podemos justificar que en un tiempo determinado que nuestros principios puedan ser incompatibles con el entorno donde fuimos formados; sin embargo existen momentos propicios para cambiar el rumbo. Una cosa es oportunidad, la otra se llama oportunismo.
Los malos priistas andan lloriqueando cuando ven la desolación y sienten el miedo característico de la derrota ante ellos, o como se dice populacheramente, “justo cuando el agua les llegó al cuello”. Pero existen otros peores, los verdaderamente peligrosos para México: esos que campechanamente amenazan con desconocer los resultados si éstos no los favorecen…