Me encantaría poder afirmar en este preciso momento con datos contundentes e inobjetables que efectivamente Felipe Calderón derrotó a Andrés Manuel López Obrador en las urnas, voto por voto. Hoy eso es imposible. La realidad es que un margen tan estrecho, por supuesto que ha lugar a que el aparentemente perdedor busque por los medios posibles la revisión puntillosa de la elección, merced de la real posibilidad de que efectivamente el tabasqueño haya obtenido más votos que cualquier otro. Hoy el centro del debate debe ser la interpretación de las normas jurídicas aplicables con precisión implacable, nada más.
Sin embargo, vale decir que ya basta. Ya basta que López ataque a todos y a todo y que continúe en los medios en espacios estelares. Es claro que todo mundo está jugando a la cómoda, especialmente la prensa en todos sentidos: le doy voz al rijoso -sus actos van más allá de lo estrictamente jurídico, que es el único campo que le queda- en aras de aparentar una imparcialidad, al cabo que si se llegase a revertir el resultado quedo bien con el perredista y si todo continúa como todo lo señala, el panista tendrá que entender: es función esencial del medio.
Ya basta que “El Peje” piense que como es superpopular en la capital de la República, debe ser así en todos lados y que eso le da derecho a hacer lo que se le pegue su gana, arrollar a las instituciones y personas. Hoy “El Pejelagarto” se ha mostrado como es: intransigente, obcecado y con actitudes mesiánicas. Es cierto que él ha sido un gobernante distinto, tan es así que parte de su mucha popularidad se debe a su aparentemente decencia, a sus postulados de corrección del sistema de capitalismo salvaje que desprecia la calidad humana de las personas. Dígase lo que se diga, es parte también del bagaje del ex jefe de Gobierno del Distrito Federal, de ahí su gran recaudo de votos el pasado dos de julio, amén de una verdadera necesidad justiciera de una clase que ha sido golpeada en mucho por sus gobernantes.
Lo que ya no se puede admitir, es que en su ceguera de rabia causada por su eminente derrota, AMLO aproveche la limitada educación del pueblo de México y el justo reclamo de justicia distributiva, para profundizar la división de clases en el país. Es deleznable que él ponga todo en blanco y negro, sin matices. Para López decir que los ricos son los malos y que sugerir que se llevan a cabo conspiraciones en su contra en cada esquina, en pos de mantener el statu quo de la sociedad para seguir explotando a “los de abajo” le ha rendido extraordinariamente a su hoy remoto acceso a la silla presidencial.
No debe permitirse que siga en su berrinche de derrota, provocando esa división en la sociedad. México debe hoy voltear hacia el futuro y confiar en el Tribunal Federal Electoral, quien será el encargado de calificar la elección, de dar el veredicto apegado a la legalidad y el espíritu democrático, si es que es verdad que los mexicanos deseamos un mejor país. El respeto a la instituciones es elemento indispensable para el desarrollo de la sociedad, sin él, todos en algún momento sufriremos consecuencias.