La noticia sobre la tragedia que enlutó a familias de mineros en la región carbonífera, tuvo la virtud de hacernos olvidar, aunque momentáneamente, lo acontecido en Puebla, donde un gobernador puso al descubierto, al conversar con quien seguramente fue su mecenas, lo que todo mundo sabía: que el dinero y la política en este país van de la mano. La información referente al mandatario estatal no valía un ardite, lo importante consistía en los 65 trabajadores atrapados después de una explosión provocada, aparentemente, por el gas grisú, que es la amenaza latente en las minas de carbón. Las notas en los periódicos, dando cuenta de los avances o retrocesos en el rescate, eran devoradas por los lectores hasta que se supo que todo se había consumado, la cuadrilla de obreros había perecido. En ese momento, como por ensalmo, se hizo visible la cara antes esfuminada, de Mario Marín Torres.
En un desplegado, dirigido a la opinión pública, los presidentes municipales en el Estado de Puebla, liderados por el de San Pedro Cholula, manifiestan su respaldo a su gobernador, a quien consideran como una persona afable, cordial, honesta y respetuoso de la Ley. No podría ser de otra manera, pensé. Es lógico que los alcaldes, no dice cabildos, externen su apoyo pues es sabido que en su momento han sido palomeados como candidatos por el gobernador quien decide quién lo acompaña en la Administración pública como encargados de una oficina más del Gobierno Estatal, dispuestos a alabar a su benefactor hasta llegar a la ignominia de ser necesario. De otra manera no se explicaría la defensa apasionada que hacen de quien dicen es su amigo, en el que depositan toda su confianza, indicando que están unidos en torno a él. No es sorpresa que suceda lo que es común se utilice en estos asuntos. A querer o no los munícipes estampan su rúbrica. Lo que trae a cuenta que los empresarios poblanos no hagan lo mismo.
Los abyectos, que serían capaces de vender su alma al mismísimo chamuco, para no dejar de seguir firmando en la nómina, se humillan ante aquello de Dios los cría y ellos se juntan o se podría decir, sin temor a equívocos, que aves de la misma pluma siempre se juntan. Si fueran serios, esperarían a que las autoridades competentes establecieran la verdad jurídica. Dar un apoyo público a su gobernador sin más ni mas, al más viejo estilo priista, no hace más que desnudarlos ante la opinión pública que no tiene un pelo de tonta, pues sabe que tiene aplicación aquello de dime con quién andas y te diré cuánto cobras de dietas. No les importa exponerse al ludibrio de la gente. Lo menos que puede decirse de los alcaldes es que no tienen ni tantito así de vergüenza. La dignidad es un lujo que no se pueden dar quienes medran en la política.
Bien hace el gobernador poblano en no hacer caso a los que le piden que renuncie. Faltaba más. A él no lo eligió el pueblo si no el grupo de notables que manejan la entidad. Además se necesitaría un código de ética por que las leyes no lo alcanzan a pesar de que a cada rato se les llene la boca con la frase de que nadie está por encima de la Ley -con excepción de un gobernador malandrín-. Este país será otro el día en que un mandatario bribón que lo merezca vaya a parar a chirona. La persecución de una defensora de los derechos humanos carece de valor en los tribunales que requieren que quien tome una grabación tenga el consentimiento de los implicados en la conversación. No obstante hay otros medios. En fin, lo que el pueblo está mirando no es algo que puede gustarle. La impunidad para los que tienen el poder político no es anuncio de nada bueno, de no hacer algo estamos en peligro de volvernos un país de descarados. Las mentiras a que tan aficionados son los que se mueven alrededor de la política cada vez engañan a menos. Para bien de las futuras generaciones los mexicanos estamos abandonando la edad de la inocencia.