En la Cumbre Mundial para el Desarrollo Sostenible, en Johannesburgo en el 2002, los líderes de las naciones se comprometieron a construir una sociedad mundial equitativa y preocupada, consciente de la necesidad de respetar la dignidad de todos los seres humanos.
Con ello se comprometieron a fomentar la equidad en la distribución de los bienes y del conocimiento; a promover la conservación y cuidado del medio ambiente; a divulgar los derechos humanos, a proteger la diversidad biológica y cultural y a impulsar el desarrollo que contribuya a un ambiente sostenible.
Para apoyar esta decisión, la Organización de las Naciones Unidas, ONU, instituyó los años de 2005 a 2014 como la Década de la Educación para un Futuro Sostenible, y para su promoción ha designado a la UNESCO como responsable.
Es recurrente mencionar que la educación es una herramienta vital para encarar la pobreza, la degradación ambiental y cultural, el desarrollo, el conocimiento, los modelos de producción y de consumo, por ello, en esta ocasión, es necesario ver los modelos educativos desde una perspectiva global, incluyente y adecuada.
Hay que visualizar que en la educación se incluyan perspectivas para satisfacer todas las necesidades del presente, pero sin comprometer irresponsablemente los recursos de las generaciones futuras. Por ello, hay que insistir en la generación de políticas públicas -globales- que permitan la dignidad del hombre en un ambiente satisfactorio y saludable.
Los modelos educativos, por lo menos en México, siguen careciendo de visión global y se remiten al entorno inmediato, sin propiciar -además- la interactividad entre educadores y educandos. Es necesario que en la educación se asegure que todos puedan tomar sus propias decisiones y colaboren para revertir las situaciones que hoy amenazan el entorno del planeta.
Ahora, con la Década de la Educación para un Futuro Sostenible, se plantea la posibilidad de un cambio en el pensar, hacer y quehacer de los niños y jóvenes del mundo para mejorar la calidad de vida y de bienestar para todos los seres del planeta.
Para que esto suceda, la educación debe ser entendida como una labor fundamental de todos los actores sociales, es decir, Estado, Sociedad, Familia, Clero, en fin, todos aquéllos, públicos y privados que estén involucrados en algún tipo de actividad colectiva y que intervengan en el proceso de formación de personas humanas.
Entre las acciones que se deben concretar desde todos los ámbitos están -por mencionar algunas- la conciencia de inculcar un consumo responsable y el reciclaje de los materiales; la protección, cuidado y preservación del medio ambiente; la anteposición de los intereses generales a los valores comerciales, económicos o representativos de políticas de corto plazo que afecten el entorno natural o sus recursos.
Además de demandar la creación de iniciativas locales, nacionales y mundiales para la generación de cuadros de educadores con plena conciencia de la situación de degradación del planeta, así como la generación de campañas y reuniones a todos niveles para que se tome conciencia de este hecho en el mayor número de personas en el mundo.
Las acciones que ha emprendido la sociedad a lo largo de miles de años, por el abuso en muchos de sus recursos naturales, nos han llevado a un estado de emergencia del planeta; es un hecho que de seguir por este camino, el futuro de la humanidad está más que comprometido, está comprometida su existencia.
Ya en la Cumbre de la Tierra, en Río de Janeiro, en 1992, se planteaba que el consumo de algunos recursos vitales del planeta superaba el 25 por ciento de las posibilidades de recuperación de la tierra; para 1997 superaba ya el 33 por ciento.
Si bien es cierto que no podemos aseverar cuánto tiempo más podremos seguir explotando irracionalmente los recursos del planeta, sí podemos decir que éstos estarán disponibles según el tipo y volumen de consumo mundiales.
Ejemplos muy claros de esta devastación se pueden observar en el cambio climático mundial, en la desmedida fuerza y frecuencia de los fenómenos meteorológicos y sus consecuencias, la escasez de agua, por sólo mencionar los más visibles.
Tampoco es viable el desestimar o desalentar el uso de recursos que han servido al desarrollo y bienestar de los seres humanos; hay que encontrar soluciones para lograr el equilibrio entre uso, consumo, producción y regeneración de recursos.
El paso y proceso que obliga el cambio en los sistemas educativos y sociales para reenfocar la concepción de la sociedad hacia el planeta, y por ende hacia nosotros mismos, no es sencillo; pero es impostergable ampliar a todos los estadios de la sociedad el tema de la conservación de la biodiversidad, de la utilización racional de los recursos naturales, de la equidad, de la justa distribución de la riqueza y del respeto a la diversidad cultural.