El mal ataca principalmente al sistema nervioso autónomo, es decir, el cual no obedece directamente a la voluntad del individuo.
La expectativa de vida de los mexicanos se ha ampliado de manera importante en las últimas décadas, y con ella la amenaza de ciertos males que acechan a la gente de edad avanzada, como es la Enfermedad de Parkinson (EP), que se debe controlar con el auxilio de la ciencia médica.
Expertos en el campo de las neurociencias explican que el cuerpo humano tiene un sorprendente sistema que responde a impulsos dictaminados por el cerebro, que forma un mecanismo de dos áreas principales: el sistema nervioso voluntario y el sistema nervioso involuntario, que constituyen un tercero: el nervioso central.
En estas redes complejas de nervios se dan algunos padecimientos como la EP, que afectan al sistema nervioso y atacan principalmente al sistema nervioso autónomo, es decir, el cual no obedece directamente a la voluntad del individuo.
Este sistema es regido por las señales enviadas por los neurotransmisores, dicho sistema proporciona el control automático de las funciones de los órganos internos como la circulación, la respiración, la digestión, la regulación de la temperatura y la presión sanguínea.
Al realizar una actividad cotidiana, como correr, ambas áreas interactúan para proporcionar al cuerpo el oxígeno necesario, y a la inversa, el sistema nervioso autónomo influye sobre los músculos que están primordialmente bajo control voluntario, por ejemplo la expresión facial como respuesta a los estímulos emocionales.
En el sistema nervioso central sano existe un "equilibrio de neurotransmisores" constante, garantizando el fluido equilibrado de información de una célula a otra, lo que significa que los movimientos voluntarios están controlados y los involuntarios mantienen una estabilidad en sus funciones.
Cuando se presenta una afección como la EP, los neurotransmisores disminuyen su actividad provocando la muerte de las células productoras de dopamina, generando una alteración en el sistema nervioso central que se aprecia en una etapa avanzada de la enfermedad por la pérdida del control de movimientos.
El equilibrio de los neurotransmisores se puede restablecer con la ayuda de fármacos, tratando así el trastorno del movimiento y reestableciendo hasta donde sea posible la función de los mismos.
Debido a la progresión del padecimiento, es necesario mantener un tratamiento que el especialista planteará según la situación personal del paciente.
Uno de los fármacos que se utilizan en las etapas tempranas del padecimiento es la amantadina, que forma parte de un grupo de medicamentos llamados anticolinérgicos y que ayudan en la disminución de síntomas del Parkinson.
La movilidad de los pacientes tratados con amantadina muestra una mejoría rápida y perdurable. Adicionalmente, mejora el estado de ánimo de los pacientes y tienen más energía.