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'La Etnografía de los Pueblos de México'

México, (Notimex).- Desde la época prehispánica, el territorio actual de la Ciudad de México ha sido sede de diversos grupos étnicos, portadores de sus particulares manifestaciones culturales, quienes contribuyeron al carácter multiétnico que caracteriza al Distrito Federal desde su fundación.

Por las fuentes escritas y la distribución de los restos arqueológicos localizados hasta la fecha en la ciudad, la investigadora Teresa Mora Vázquez infirió una ocupación predominante de grupos otomíes y tepanecas desde el norponiente hasta el surponiente.

Así como de diferentes grupos nahuas del nororiente y el suroriente distribuidos en las orillas del lago de Texcoco y de los ríos que recorrían la parte central de la Cuenca de México, en donde la Triple Alianza: Tacuba, Tlatelolco y Tenochtitlán, había sometido a los otros grupos asentados en el territorio conquistado por los españoles en 1521.

Los pueblos de esta capital son una expresión de la memoria histórica del proceso sociocultural de una de las ciudades más grandes del mundo, cuyas expresiones culturales han sido estudiadas por Mora Vázquez, quien presenta un adelanto de su trabajo en el número 82 de la revista "Diario de campo", editada por el INAH, bajo el título de El atlas etnográfico de los pueblos originarios.

El INEGI, documenta Mora Vázquez, tiene registrados en 1995, 115 pueblos y 148 barrios que desde su fundación conservan esta categoría política; se localizan distribuidos en las 16 delegaciones políticas y su incorporación a la ciudad es resultado de un proceso paulatino de reorganización territorial, que adquirió su fisonomía actual en la década de los años sesenta del siglo XX.

La mayoría de los pueblos, explica, aún se reconocen con el nombre asignado en la época colonial, compuesto generalmente por el de su santo patrono unido al término náhuatl que describe sus atributos ecológicos.

En la mayoría de los casos están representados por un glifo o sólo con el patronímico náhuatl que actualmente denota a delegaciones y pueblos considerados anteriormente ciudades, como el caso de Xochimilco y Tlalpan.

Cabe destacar que como fundamento del presente Atlas, se retoma el término de pueblos originarios como un concepto que reitera el origen prehispánico de sus pobladores y los ubica como integrantes de la Ciudad de México al diferenciarlos de los pueblos indígenas y no indígenas de otras regiones del país.

Mora también explica que uno de los recursos más empleados por los pueblos originarios para conservar su identidad han sido los ritos, los cuales obedecen precisamente a esta cuestión.

Así por ejemplo, quienes se identifican como descendientes de los antiguos pobladores, pero ya viven en colonias citadinas, cada año acuden a la fiesta patronal donde refuerzan su identidad con el pueblo de origen.

Asimismo, a través de peregrinaciones, procesiones y las invitaciones entre los santos patronos en su aniversario, así como la entrega de promesa, refuerzan la identidad locativa entre pueblos, a través del intercambio ritual.

Mora explica que desde la fundación de estos pueblos se fue alterando su estructura sociocultural interna, propiciada por la cercanía con el núcleo urbano; es el caso de los pueblos pertenecientes a las delegaciones Cuauhtémoc, Guastavo A. Madero, Venustiano Carranza y Miguel Hidalgo.

Asimismo están los pueblos en donde los habitantes recuerdan a los abuelos hablantes de náhuatl y conservan una compleja estructura sociocultural, compuesta por un conjunto de rituales tradicionales, organizados bajo responsabilidad de vecinos nombrados en diferentes instancias colectivas, religiosas principalmente.

En dichos pueblos, dice, los mayordomos o comisionados tienen un amplio reconocimiento social y a los representantes de las delegaciones se les confiere cierta autoridad al interior del pueblo.

En este rubro se encuentran algunos pueblos de Álvaro Obregón, Cuajimalpa, Magdalena Contreras, Milpa Alta, Tláhuac, Tlalpan y Xochimilco.

En lo que se refiere a la lengua, la historiadora ha encontrado que durante la Colonia, en la mayoría de los pueblos se hablaba náhuatl, pero el desplazamiento de la lengua se presentó a lo largo de un proceso que inició precisamente en la Colonia y se agudizó a partir de los años treinta del siglo XX.

Actualmente, dice, es probable que en los pueblos originarios existan algunas personas que hablen un poco de náhuatl o lo entiendan, pero con certeza encontró aproximadamente 300 hablantes en la Delegación Milpa Alta, especialmente en el pueblo de Santa Ana Tlacontenco.

La investigadora comenta que los habitantes de los pueblos originarios representan un 15.96 por ciento de la población de la Ciudad de México, es decir, un millón 355 mil 755 personas; y ocupan un territorio aproximado de 148 kilómetros cuadrados, de acuerdo con el conteo realizado por el INEGI en 1995.

Con base en un pasado histórico, el apego a su territorio, a sus tradiciones y a las diferentes instancias organizativas que los rigen, los habitantes de los pueblos originarios han desarrollado una compleja red de relaciones políticas y socioculturales que les distingue entre ellos y del resto de los residentes urbanos, a pesar del crecimiento de la urbe, concluye la historiadora.

El trabajo de Mora forma parte del proyecto La Etnografía de los Pueblos y las Regiones Indígenas de México y fue realizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Tiene el propósito de divulgar algunas expresiones de la rica diversidad cultural de los pueblos de la capital del país, mismos que han conservado esa categoría desde la época colonial, gracias a la permanencia de los grupos sociales que han recreado su cultura y reafirmado su identidad territorial.

Mora señala en su trabajo que una tarea inicial importante para la elaboración del Atlas fue localizar con exactitud los pueblos y barrios, reconocidos en planos ubicados en diferentes archivos y bibliotecas.

Esta información se corroboró y enriqueció con base en guiones de entrevistas y observación aplicados en trabajo de campo por las 16 delegaciones de la ciudad de México; posteriormente se determinaron las colindancias precisas de los pueblos y a partir de ello se elaboraron los planos del Atlas.

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