A instancias del Consejo de Seguridad de la ONU (CSONU), en días pasados acaba de entrar en vigor una tregua que es más frágil que una ala de mariposa, monarca o de la que el lector quiera.
El CSONU aprobó su resolución 1702 a iniciativa de Estados Unidos y de Francia, países que trabajaron conjuntamente el texto que dice muy poco para un alto el fuego definitivo, ni establece tiempos ni métodos para alcanzar una paz larga y duradera entre Israel y Líbano.
Pareciera que conviene más mantener el status bélico porque reditúa más utilidades a las empresas productoras de armamento y porque es más útil a los principales actores que intervienen en el largo y difícil conflicto del Oriente Medio.
Y es que son tantos los intereses que se involucran en esta región que no pueden apartarse unos de los otros. En una frenética actividad militar que fue criticada por propios y extraños, Israel se lanzó a destruir Líbano en forma sistemática y aún lanzó fuertes ofensivas terrestres que llegaron hasta los límites del territorio libanés que había ocupado hasta 2000, año en que retiró sus tropas.
El río Litani hacia la frontera entre el Líbano y la zona ocupada por Israel. Hasta esta importante vía de agua llegó el Ejército israelí en sus operaciones militares de julio y agosto de este año.
Cuando viví en el Líbano hace ya una década, los libaneses decían que el propósito central de la ocupación israelí del sur libanés era para sustraer el agua del Litani y trasladarla hacia Galilea y otras áreas agrícolas del sur israelí y no tanto con propósitos militares como aducía el Gobierno de Tel Aviv, porque a la postre las milicias libanesas, Amal y Jezbolá, esta última en mayor medida, operaban con bastante libertad dentro de la zona ocupada por Israel.
Y ahora ha ocurrido lo mismo. El Ejército de Israel llegó hasta el Litani y se replegó a sus límites fronterizos debido a la resolución citada, pero siempre con la advertencia de que podrá actuar militarmente en territorio libanés sin importar el tiempo o el lugar donde lleve a cabo sus operaciones.
Más aún, ha advertido a los libaneses que han ido regresando paulatinamente a sus lugares de origen, que se abstengan de hacerlo.
El sur libanés ha quedado reducido a escombros y la infraestructura de Líbano se encuentra totalmente fuera de servicio. En estos días se llevará a cabo una conferencia internacional de donadores para la reconstrucción de Líbano.
No es el primer ejercicio. Ya antes se habían realizado una o dos reuniones semejantes en las que los países hacen ofertas en dinero, en bienes materiales, o en proyectos de cooperación, lo cual me lleva a pensar que la comunidad internacional ya encontró el caminito fácil cada vez que ocurren estas tragedias en el Líbano.
En general, los que hacen ofrecimientos mayores son los países árabes y los que hacen aportes reducidos son curiosamente las potencias occidentales, que tienen gran responsabilidad en los hechos de violencia que han destruido tantas veces a este diminuto país árabe del Mediterráneo.
Pero por más recursos que se inyecten, nunca un país vuelve a ser el mismo después de una guerra. Y el Líbano ya lleva muchos años inmerso en la espiral de violencia.
Al final de la jornada todos se preguntan quién ganó. La mayoría de expertos dice que Israel no ganó porque no logró los propósitos que perseguía cuando inició sus operaciones militares, porque derrotar a una guerrilla, cualquiera que ésta sea, siempre ha sido una empresa muy difícil para cualquier Ejército profesional. Tampoco les devolvieron a los dos soldados secuestrados por Jezbolá, que fue uno de los argumentos para lanzar su ofensiva sobre el Líbano.
El despliegue de las Fuerzas internacionales de la ONU tampoco le da seguridad de que Jezbolá estará ausente de la frontera con Israel. Yo diría que incluso Líbano ha ganado bastante, porque ahora el Ejército libanés ha retomado el control del sur del país, algo que no había podido hacer desde hace muchos años por la presencia misma del ejército israelí y de las milicias libanesas islámicas, Amal y Jezbolá, hasta la milicia cristiana (llamada Ejército Libanés del Sur) que apoyaba a Israel y le ayudaba a cuidar la zona ocupada.
Obviamente, el riesgo para todos es que Jezbolá vuelva a operar en el sur libanés, pero yo pienso que no lo hará por un buen tiempo, porque goza de una inusitada fama ganada a raíz de enfrentarse al poderoso Ejército israelí y porque necesita tiempo para rearmarse.
El problema más delicado causado después de este mes de guerra es la alta probabilidad de un enfrentamiento mucho mayor a nivel político y militar de la mancuerna Estados Unidos-Israel con Siria y con Irán, países que, en opinión de Washington y Tel Aviv, han apoyado activamente a Jezbolá. Este es ahora el mayor peligro.