A pocos días de que los candidatos sostengan un segundo debate, ahora sí con la presencia de Andrés Manuel López Obrador, la población, en su mayoría, está más preocupada por el futuro de la Selección Mexicana en el mundial de Alemania 2006.
La vida está llena de prioridades y para una nación cuyo culto a la Virgen de Guadalupe y el festejo del gol comparten jerarquías, poco importan ya los discursos de los candidatos, que en honor a la verdad no han logrado despertar el entusiasmo de los ciudadanos.
A diferencia de hace seis años, donde Vicente Fox marcaba los temas de la agenda, ninguno de los actuales candidatos a la Presidencia de la República ha sido capaz de generar noticias contundentes. Es cierto, Fox fue un fenómeno mediático, pero hoy ni siquiera eso tenemos. El número de indecisos es cada vez más alto y el fantasma del abstencionismo ronda el dos de julio.
Los políticos saben que a partir del nueve de junio la población sólo hablará de futbol. Ya lo decíamos, la vida es de prioridades y al menos hasta el momento para la concepción popular, Rafael Márquez ha mostrado mayores dotes de liderazgo que Felipe Calderón Hinojosa, Roberto Madrazo Pintado o Andrés Manuel López Obrador (a quien incluso el futbol no le genera grandes pasiones como el beisbol).
¿Qué pasaría si México llegara a cuartos de final y jugara el sábado primero de julio, logrando la hazaña de pasar a semifinales?, ¿cuántas personas embriagadas por el triunfo se preocuparían por salir a votar? Conociendo el ingenio mexicano no dudo que alguien propusiera a La Volpe para presidente. Es triste reconocerlo, pero en un país cuya participación ciudadana es mínima, el mundial desplazará a los candidatos a la Presidencia de la República.
Por lo anterior, el debate del seis de junio es una especie de gran final. Donde Felipe Calderón y Andrés Manuel se juegan el todo por el todo. Vaya, es tal la efervescencia por el mundial, que los candidatos acudieron a los campos de entrenamiento de la Selección Mexicana para desearles suerte en la próxima justa mundialista. Obviamente el objetivo era tomarse la foto con las estrellas del balompié. En esta misma tónica, el buen “Peje” ya se promociona usando al futbol como metáfora, “es el tabasqueño el gran técnico que merece este país para dirigir su destino”.
Y aunque para el escritor argentino Jorge Luis Borges el futbol es un “deporte feo estéticamente”, ya que, “once jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos...”, lo cierto es que para los mexicanos no hay mejor pretexto para enarbolar el nacionalismo. Las ofensas de Estados Unidos contra los migrantes no generan tanto encono como perder un partido de futbol contra nuestros vecinos del norte.
Debemos reconocerlo, el futbol es una de las expresiones más trascendentes de la cultura de nuestro país. Quizá uno de los últimos lugares donde se ha replegado la participación popular, el único espacio que nos queda para sentirnos en casa, donde nos consideramos hermanados y ejercemos como nadie el sentimiento de nación. Es donde podemos ganar y por algunos instantes, compartir espacio con las grandes potencias del mundo. Es también donde si perdemos, no nos va la vida.
Paradójicamente el futbol y la política tienen similitudes, así lo retrata el escritor Eduardo Galeano: “El futbol ha sido objeto de desprecio por parte de los intelectuales desde siempre, por una extraña coincidencia que atraviesa todos los matices de la diversidad ideológica: para los de derecha es la prueba de que el pueblo piensa con los pies, y para los de izquierda, el futbol tiene la culpa de que el pueblo no piense. Hay una suerte de unanimidad con excepciones en el desprecio por el futbol”.
Muy pocos analizarán a partir del nueve de junio, día en que inicia el mundial de futbol, las propuestas de los candidatos. ¿A quién le importa un Gobierno de derecha o de izquierda?, si el único anhelo es ver un gol de Borgetti y que desaparezca la maldición de los penales.
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