En la vida diaria entre personas tienen que darse en ocasiones relaciones de equidad, de trato equiparable entre todos los componentes del grupo humano en el que se interactúa, como también en otras se tiene que apelar al ideal de justicia que consiste en la constante y perpetua voluntad de dar a cada quién lo suyo: lo que le corresponde.
La segunda parte de la encíclica Deus Caritas Est: Dios es Amor, es en sí misma una proclama desde la Iglesia Católica y para la misma Iglesia de su fundamento centrado en el amor. La Redención, el mensaje y las mismas obras de Cristo en la tierra están centradas en la virtud teologal de la caridad: ?amaos los unos a los otros como yo os he amado?. Por ello la doctrina social cristiana nace cuando Cristo proclama que la fe y el amor a Dios tienen que manifestarse en obras concretas de caridad hacia el prójimo, dado que es imposible manifestar la fe y el amor a Dios a quien no se puede ver, si no es a base de llevar a cabo obras de misericordia en la persona del semejante.
Dicha segunda parte plantea la misión de la acción eclesial como una comunidad de amor, precisamente por el hecho de que el cuerpo místico de Cristo que es la Iglesia Católica tiene la obligación de vivir en plenitud la virtud de la caridad.
A lo largo de la historia la jerarquía eclesiástica, las congregaciones y ordenes religiosas que en ella han surgido y la labor personal de muchos millones de fieles católicos que anónima, callada y heroicamente han procurado cumplir con el imperativo enseñado por Cristo con su propio ejemplo de entrega plena por los demás, han sido fieles intérpretes de ese mandato del Amor.
Comenta Benedicto XVI que a partir del siglo XIX se planteó en ciertos círculos ideologizados y politizados una objeción crítica a la acción caritativa, al afirmar dichas corrientes ?que los pobres no necesitan obras de caridad, sino de justicia?.
El Papa afirma al respecto de esa frase que debe reconocerse ?que en esa argumentación hay algo de verdad, pero también bastantes errores?, puesto que de ninguna manera pueden considerarse como contrapuestas la virtud de la justicia respecto de aquella otra de la caridad sobre la que se centra su encíclica programática.
Pero también en muchas ocasiones la justicia no basta, por lo que habrá que apelar a la caridad, que siguiendo la explicación anterior pudiéramos resumirla, en dar al prójimo aunque no le corresponda en estricta justicia, sino por el hecho de que se lo quiero dar.
La beata Teresa de Calcuta varias veces mencionada por Benedicto XVI en su encíclica, escuchó de un periodista inglés asombrado por su obra colosal, la frase siguiente: yo ni por un millón de dólares haría lo que usted. A lo que la religiosa simplemente contestó: ni yo tampoco; sólo me mueve el amor a Dios representado en mis hermanos más desvalidos.