El ex gobernador del estado de Aguascalientes, actual subsecretario de Gobernación, que aspira a ocupar un sitio en la Cámara de Senadores, para cuyo cargo de elección popular va a ser postulado por el Partido Acción Nacional, en un principio negó que hubiera portado un arma de fuego a la cintura indicando que es fácil confundir el bulto que hace un teléfono celular en la cintura debajo de la chaqueta. Ante la evidencia de una foto que se le tomó el día que triunfó en la decisión interna de su partido, la cual no dejaba lugar a dudas, aceptó de mala gana que sí usa pistola. De lo que dijo suponemos que no la deja ni cuando se sienta en la taza del W.C.. Añadió que desde años atrás cuenta con permiso expedido por la Secretaría de la Defensa Nacional, que su uso, sentenció lúgubremente, es para lo que se pueda ofrecer. No se le preguntó si seguirá la costumbre de ir armado en caso de que sea elegido para ocupar un escaño como legislador.
¿Qué se puede esperar de alguien que dice que no, a lo que luego se evidencia que si? ¿Es factible que se trate de una mentirijilla sin mayor trascendencia? ¿Un funcionario público necesita llevar una pistola al cinto durante el desempeño de sus funciones? Al cuestionársele sobre por qué trae consigo el arma sólo alcanzó a farfullar que se trató de algo accidental al levantar demasiado los brazos, con lo cual se abrió la chaqueta cuyos faldones la dejaron al descubierto. Esto es, si el día que en local de su partido no hubiera sido fotografiado ¿seguiría porfiando en que no traía pistola? Al parecer si. Es un mal que aqueja a la mayoría de los políticos sean del partido político que sea; el mentir se les ha convertido en un hábito pernicioso. Agregó que mostró la credencial que acredita está autorizado para portar el artilugio a los colaboradores de su jefe Carlos Abascal Carranza. De lo que se sabe no la enseñó a los medios, por lo que se puede especular que el permiso sólo está en su imaginación.
No alcanzo a vislumbrar cual es la intención del ex gobernador de llevar la artillería las 24 horas del día. Mal presagio para los candidatos a un puesto de elección popular. ¿estaremos en el caso de que un candidato pueda ser baleado en plena campaña electoral?, o aun, habiendo ganado, ¿sentado en su sitial dentro de la Cámara? El mismo aspirante a senador dice a los reporteros que su uso personal es por lo que se pueda ofrecer, no estando para dar ventaja a nadie ¿qué peligro le acecha?, ¿usará chaleco anti balas?, o ¿será simplemente un perdonavidas? Si a los políticos que buscan un escaño se les pregunta si llevan un arma ¿mentirían? Hace algunos años a un alcalde de Torreón que platicaba con funcionarios estatales, en el primer piso de un edificio ubicado por el bulevar Revolución, de pronto se le cayó de entre la ropa una pistola semi automática, que golpeó estrepitosamente en el piso rebotando hasta chocar con la pared donde se detuvo. El rostro de los que ahí nos encontrábamos sufrió un cambio evidente que demostró primero estupefacción, luego temor y por último desagrado, pero nadie se atrevió a hacer el menor comentario. El edil esperó a que un ayudante la recogiera, esbozando una sonrisa bobalicona, del que no espera ser pillado en algo indebido. Con la mano se alisó la cabellera, enganchándola de nuevo en la cintura.
En el peor de los escenarios todos los funcionarios públicos traerán una pistola, algunos sabrán usarla, otros podrían darse un balazo a sí mismos jalando el gatillo antes de llegar a sacarla. Ya entrados en gastos, sería conveniente abrir un polígono o stand de tiro, para que practiquen los futuros legisladores. Se podría poner como blanco, en vez del acostumbrado cartel con círculos concéntricos, si el empistolado es del PAN, la imagen de Andrés Manuel, si lo es el del PRI, la de la profesora Elba Esther y si el que practica es del PRD, el rostro de Vicente. Igualmente sería pertinente grabara en la cacha, la clásica leyenda “no me saques sin motivo, ni me guardes sin honor”. Un guardapolvo encima, como el que usaba Matt Dillon, el famoso Marshall, de las películas de cowboys, le ayudaría a disimular lo que trae en la cintura, entonces si que regresaríamos a los tiempos en que imperaba la Ley del revólver. Pero, dejando de lado la guasa, ¿qué les pasa a este político de la nueva ola? ¿Es acaso que necesita traer al cinto un truculento artilugio para sentirse hombre?, o ¿realmente está corriendo peligro su integridad física?
Nota bene.- Perdonavidas: baladrón, persona que presume de lo que no es y se jacta de valiente.