Lo más digno de crédito en la aglomeración desordenada y confusa de personas y de palabras pronunciadas el sábado 16 de septiembre en el Zócalo de la Ciudad de México es que la hipotética Convención Nacional Democrática, que aclamó a Andrés Manuel López Obrador como ?presidente legítimo de México? se podría perfilar hacia otro objetivo: la integración de un supuesto frente de izquierda que necesariamente sustituiría al Partido de la Revolución Democrática, cuya inserción en el consejo del Instituto Federal Electoral, lo descalifica pues está legalmente ubicado en la línea de las instituciones que AMLO tacha de cochinas, desprestigiadas e inservibles, y por lo tanto desechables.
La derrota electoral puso al hombre de Macuspana ante un inexorable destino: registra la historia en México que los candidatos a la Presidencia de la República que fueron derrotados acabaron perdidos en la desmemoria de la masa y sus nombres se diluyeron, al transcurso del tiempo, en el empolvado olvido de las hemerotecas, igual que la tinta de los diarios ahí archivados. Pero López Obrador no se reconoce merecedor de tal fatalidad y se ha entercado en convertirse, obra y arte de los grupos que le siguen, en el auténtico triunfador de la elección presidencial.
Tras esa tozudez laten la esquizofrenia y la paranoia que suelen acompañar a los megalómanos...por eso fue que en la veraniega noche del dos de julio AMLO se puso a gritar ¡fraude! repetidamente para que algunos quienes por él votaron también exclamaran ¡fraude! ¡fraude! en el deseo de convencer al resto del pueblo.
Hubo partidarios, sin embargo, que reaccionaron de manera lógica y en vez de reclamar reconsideraron su adhesión extrañados de las dislocadas expresiones del ex candidato que atacaba de frente al IFE, al TRIFE, al Gobierno en el poder, al presidente en funciones y al entonces virtual triunfador Felipe Calderón Hinojosa. Y no sólo eso: AMLO también despotricaba contra la misma Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el Código Electoral Federal, los poderes constituidos, los partidos políticos y todo lo que se moviera en la política, en los negocios y en la cultura sin repetir el reclamo obradorista: ¡fraude! ¡fraude! ¡fraude!..
Los intelectuales que lo habían apoyado decidieron recular y pintar su raya: uno a uno, o por grupos firmantes de cartas abiertas. La inteligencia sirve para otorgar apoyo a un candidato o a una empresa política o social, pero también para corregir los errores cometidos por cada quien en aras de esa intención. Finalmente fue el propio López Obrador el que impulsaría la deserción de sus simpatizadores. Las rectificaciones fueron publicadas una tras otras hasta culminar, hace unos días, con la firme y esclarecida toma de posición del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano en una carta dirigida a la escritora Elena Poniatowska.
Escribió y dijo Cárdenas: Andrés Manuel López Obrador no es quien finge ser (sino algo peor) así que sus actos insensatos sólo podrán derivar en un daño irreparable para el movimiento político de la izquierda. Y en ello, reafirmó Cárdenas, no lo pueden acompañar los socialistas juiciosos y dignos de fe..
Dos días después López Obrador cambiaría el rumbo de su protesta pacífica para enfilar hacia la constitución de ese frente amplio de la izquierda mexicana que ahora busca consolidar mediante una gira multitudinaria por todo el país al fin de coptar adeptos en regiones y estados cuyos votantes habían su nombre y filiación partidista en las boletas electorales del reciente dos de julio.
Puestos en la realidad ahora podríamos decir que finalmente el ?show? podrá culminar en una compulsiva retirada del Partido de la Revolución Democrática de la escena política, a la espera de que, como ave Fénix, surja de entre sus ruinas un nuevo partido socialista, posiblemente tan radical y tozudo como quien lo inspira,el señor Andrés Manuel López Obrador, quien es y aspira a seguir siendo su único, sapiente, infalible y omnipotente líder moral. Vale decir caudillo, cacique y mandamás de multitudes obsecuentes integradas por personas engañadas, quienes conforme transcurra el tiempo se van a convencer de la real textura ética y política que late bajo el disfraz carismático de Andrés Manuel López Obrador.
Dudamos mucho de la permanencia leal y constante de los partidos del Trabajo y Convergencia Democrática al lado de AMLO. Cuando dicha solidaridad les afecte sus beneficios económicos es claro que van a cambiar de opinión. Igual va a suceder en el PRD donde ya se movilizan algunas corrientes internas contra las excentricidades de AMLO.
¿Quién va a financiar la gira a lo ancho y largo del territorio de la República? ¿El Gobierno del Distrito Federal, acaso? Suponemos que el flamante jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, no malgastará el presupuesto del DF, como lo hizo AMLO.
Y puesto que donde no hay harina hay mohina, se va generalizar la desbandada de los líderes que podrían concretar mejor su esfuerzo dentro ese Frente Amplio Democrático que se han propuesto, si logran cristalizarlo a la espera del año 2012. Si así sucede, puede que pronto veamos cintilar la luz de la tranquilidad social al final del túnel...