Curiosamente, los chinos utilizan la pijama como atuendo público, dentro de su barrio o en casa; algunos tienen varios modelos que dan fe de su poder adquisitivo o de la moda de la temporada y, excepto en invierno, se lo quitan para dormir.
EFE
Pekín.- La surrealista escena de ver pasear o pedalear a los chinos en pijama a plena luz del día peligra, según una encuesta llevada a cabo en la cosmopolita ciudad de Shanghai, donde encuentran esta actitud poco menos que pueblerina cuando todos aspiran a vestir de Armani.
Quién no ha vivido la experiencia, en sueños, de descubrirse con el atuendo nocturno en la oficina. Esta situación onírica se hace casi realidad en China y en otros países asiáticos como Vietnam, y está muy relacionada con un sentido del espacio público y privado y de la inhibición muy diferente del occidental.
En China es una consecuencia lógica de la vida en comunidad en los barrios antiguos donde, en el caso de Pekín, al menos cuatro familias conviven en los tradicionales "siheyuan" (construcción con cuatro habitáculos y un patio interior).
La carencia de baños en estas casas obliga a compartir la intimidad en espacios comunes como duchas y lavabos públicos.
La escena nunca deja de sorprender al forastero, que descubre, ahora ya entre rascacielos, cómo en verano los chinos pedalean, tapean en terrazas y pasean al perro en pijama de algodón y estampados conservadores: rayas, flores y ositos.
Pues bien, los shanghaineses, que aspiran a situar su ciudad al nivel de París, Londres y Nueva York, encuentran la costumbre mucho más deplorable que la muy extendida de escupir en la calle o defecar en grupo en los sumideros públicos.
El sondeo
Vestir pijama en calles, tiendas, bancos y parques está considerado en la metrópolis como "incivilizado", aunque un 16 por ciento de los encuestados reconoce que ellos o sus familiares son adictos a la moda de la pijama, mientras que un 25 por ciento lo hace de vez en cuando.
El sondeo fue publicado esta semana por la Academia de Ciencias Sociales de Shanghai, una ciudad donde es común ver esta costumbre en las zonas antiguas, a punto de desaparecer.
El hábito se extingue con la demolición de barrios históricos, de los que se pierde un kilómetro cuadrado al año en el caso de Pekín.
Los pequineses de mediana edad, realojados en edificios de ocho plantas, dudan al principio, pero una vez instalados y habiendo ya compartido partidas de "mahjong" (damas chinas) y charla con sus nuevos vecinos, no se cortan y recuperan la costumbre de la pijama a los pocos meses, según ha podido comprobar Efe.
"Me siento cómodo", explica un vecino, confirmando la teoría acerca de la espontaneidad de los chinos. Una joven sale de la ducha pública con el cabello mojado, jabón en mano y con su pijama de algodón en el "hutong" contiguo (callejón tradicional), una escena que se repite en cada residencia de estudiantes del país.
La costumbre se practica con profusión. "Un alto cargo chino con el que había hecho contacto me invitó a cenar a su casa, con su familia, y me recibió en bata y zapatillas", comentó a Efe una funcionaria hispana.
Curiosamente, los chinos utilizan el pijama como atuendo público, dentro de su barrio o en casa; algunos tienen varios modelos que dan fe de su poder adquisitivo o de la moda de la temporada y, excepto en invierno, se lo quitan para dormir.
