Dice ser soltero, no tener hijos e imaginar su muerte por una bala y con el pasamontañas puesto. Conocido en la mass media como el subcomandante Marcos, este encapuchado vuelve a ser noticia en las últimas semanas. La violencia ocurrida en Atenco hizo voltear los reflectores a este hombre que en 1994 se volviera un fenómeno de masas.
El enfrentamiento entre las autoridades y el grupo comandado por Ignacio Valle, provocó que el hombre de la máscara declarara la alerta roja en el país y amenazara con ir a Atenco, para apoyar a los macheteros en su lucha.
Dichas declaraciones ocasionaron que el hombre que realizaba la autodenominada Otra Campaña, hasta el momento desapercibida, volviera ser tomado en cuenta. Así los políticos lanzaron consignas contra el guerrillero chiapaneco, Roberto Madrazo no tuvo empacho en llamarlo por su nombre: Rafael Sebastián Guillén Vicente y el obispo Onésimo Cepeda en un arranque de vigor ultraderechista no dudó en definirlo como “un pobre diablo”.
Los últimos días de gloria de Marcos en la industria de los medios se remiten a febrero de 2001, cuando el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), dejó las armas en la selva Lacandona para marchar pacíficamente a la Ciudad de México a pedir el cumplimiento de los acuerdos de San Andrés, que el Gobierno de Ernesto Zedillo firmó pero nunca se convirtieron en Ley. Ésa fue la última ocasión que Marcos ocupó horario Triple A en las televisoras y que su rostro, encapuchado, fue portada de cientos de periódicos.
En aquella ocasión el denominado “zapatour” visitó 12 estados del país, antes de llegar a la capital mexicana, encontrando en todos los lugares una respuesta inaudita.
Más allá de los odios y simpatías que pueda provocar este personaje, llama la atención que a doce años de su primera aparición en público vuelva a ser noticia el hombre que lo mismo despertó simpatía en intelectuales como José Saramago, al tiempo que provocaba bajas pasiones en mujeres que anhelaban conocer su rostro.
Hace 12 años era impensable, por su carácter de guerrillero alternativo, que Marcos visitara un set de Televisa. Ayer lo hizo, aceptando ser entrevistado por Carlos Loret de Mola. Doce años atrás se dio el lujo de vetar a la empresa de Emilio Azcárraga, hoy recurre a ella porque lo importante es ser primero noticia.
Fiel a su estilo irónico, Marcos dio muestra de su inteligencia y su buen manejo de los medios de comunicación, no en balde el hombre se convirtió en el pasado en una especie de estrella del rock. Frente a Loret de Mola el guerrillero aseguró que tras los hechos violentos ocurridos en Atenco, existe un riesgo real de estallidos en otras partes del país. Al tiempo que negó cualquier participación del EZLN en dichos incidentes.
Desde su perspectiva, el subcomandante Marcos define así el próximo proceso electoral: “tres mediocres se van a disputar un negocio, no el rumbo del país, sino el negocio que conducir a este país significa, habrá una cierta esperanza en que ahora sí las cosas van a cambiar, luego va a volver la desilusión y entonces es cuando se necesita otra cosa”.
De esta forma Marcos vuelve a ser noticia, se sube al ring mediático para despotricar contra Madrazo, Calderón Hinojosa y López Obrador, para afirmar que él sólo anhela que se cumplan los acuerdos de San Andrés para poder irse a dormir, ya que en ese momento el EZLN se desactiva. Ese día Marcos volverá a la oscuridad de la leyenda.
Para algunos es simpático, para otros un poeta revolucionario, y algunos más lo tachan de payaso, carente de discurso. Lo cierto es que en un mundo globalizado, la figura de Marcos como escribiera Juan Villoro, se erige como “un evangelista en Internet, el ícono pop que interviene en una canción de Manú Chao, el corresponsal de José Saramago”. Ése es Marcos, una figura mediática que mezcla la rebeldía pop con el realismo mágico, su máscara reclama atención y la mayoría de las veces sus mensajes merecen ser escuchados.
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