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La moraleja

Gilberto Serna

Acaba de exonerarse al ex gobernador Arturo Montiel de la denuncia que por la comisión de los delitos de enriquecimiento ilícito y peculado presentó un regidor perredista de Tlalnepantla, Estado de México. Lo dijo el procurador Alfonso Navarrete Prida quien figuró al frente de la Procuraduría General de Justicia del Estado de México desde los tiempos en que ocupaba la gubernatura Arturo Montiel.

Es posible que no haya elementos para considerarlo responsable. ¿Por qué no creerle a Navarrete que en conferencia de prensa aseveró que el 80 por ciento de su patrimonio corresponde a su actividad empresarial? La pregunta que se antoja a cualquiera, la principal, ¿es por qué al hacerse pública su fortuna en los medios de comunicación se vio obligado a abandonar su carrera por la candidatura a la Presidencia de la República? El apotegma de quien nada debe nada teme, ¿no le favorecía? La verdad es que nadie, que no sean sus amigos, está convencido de que sea inocente de los cargos presentados en su contra.

Otra pregunta surge con relación a que el procurador del Estado de México manifestó, ante la insistencia de los medios informativos, estar impedido por Ley para hacer público de qué bienes se compone todo el patrimonio, el monto al que ascendía éste antes de ser gobernador y el monto al que llegaba al dejar el cargo.

Tampoco despejó la incógnita de cuál era la causa que los bienes que se dieron a conocer en la prensa, los haya adquirido precisamente hasta que ocupó el cargo de gobernador. Deja en sus oyentes o lectores la incredulidad de que la resolución que emitió la Procuraduría se haya basado en lo que dijo el denunciado. Cualquiera pensaría que en un Estado de Derecho es a la autoridad a la que corresponde averiguar los elementos de que se compone el cuerpo del delito. Esto trae a colación lo que repiten las autoridades, en un estribillo que se ha vuelto monótono: nadie por encima de la Ley.

La ciudadanía no está en Babia, cada día está más alerta a estos fenómenos sacando con gran criterio sus propias inferencias. Alguien comentaba que en el Estado de México no prosperaría ninguna acción en su contra, que allá le hacen lo que el aire a Juárez. En apoyo de su aseveración, dicen que no hay autoridad actual que no le deba su puesto.

¿Cómo esperar que se haga justicia? El pueblo está sumido en un marasmo que se manifiesta en la gran cantidad de delitos que se presentan a diario. Está en sus conciencias el conocimiento intuitivo de que los de arriba roban bien y bonito.

¿Por qué razón ellos no? Intuyen que no serán castigados, como al común de los mortales, aunque los agarren con las manos en la masa. Hay un contubernio entre policías y ladrones derivado de la misma causa: ausencia de escrúpulos.

No hay principios éticos que impidan llevar al cabo sus latrocinios. Aquí no se da aquello de que no es ladrón el que roba sino al que agarran robando. Tampoco es ladrón si cuenta con las influencias que da el ejercicio del poder, aunque se sepa que tiene una fortuna que no pudo lograr por medios lícitos.

Es aquello de que autoridades y políticos saqueadores del erario público se tapan con la misma cobija. No hay el menor pudor. Mientras el pueblo de abajo ve cómo sus hijos adolescentes se van en búsqueda de mejores horizontes. Hay asaltos urbanos en las grandes ciudades. Las amas de casa se truenan los dedos porque el dinero no alcanza para el gasto doméstico. Los amantes de lo ajeno cada vez son más arriesgados.

¿Cuál es la conclusión que podemos sacar de este asunto? Si tiene el insano deseo de tener dinero a manos llenas ocupe la gubernatura de una entidad federativa. Si una vez terminado el período desea que sus desmanes queden en la mayor de las impunidades procure que quien lo sustituya sea de sus propios colaboradores, que su carrera política se la deba a usted, comprométalo erogando grandes cantidades de dinero en su campaña, a continuación impóngale funcionarios adecuados, luego espere tranquilamente a que transcurra el término en que expira su responsabilidad que por lo común es un año a partir del momento en que entrega el mando a su sucesor. En fin, la moraleja, es: en este país no roba, el que no quiere.

Nota bene.- Moraleja: lección o enseñanza que se deduce de un cuento, fábula, ejemplo, anécdota, etc.

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