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La nueva fuerza en América/Animal político

Arturo González González

Una nueva fuerza política ha irrumpido en la escena estadounidense. Un mensaje se envía a todo el Continente Americano. Una enseñanza nos deja.

Ayer, cientos de miles de inmigrantes tomaron las calles de más de 70 ciudades importantes de la Unión Americana, para pedir la legalización de once millones de indocumentados latinoamericanos, en su mayoría mexicanos, que residen y trabajan en aquel país.

Nueva York, Los Ángeles, Phoenix, Chicago, Washington, entre otras, fueron testigos de una de las movilizaciones más grandes en las últimas décadas, perteneciente a un movimiento de defensa de los derechos humanos fundamentales -como lo son el acceso a los servicios médicos y educativos y a un trabajo bien remunerado- de los migrantes; movimiento que en cuestión de semanas ha adquirido una potencia inusitada.

Miles de voces se siguen sumando para gritar un sonoro “¡aquí estamos!” y cimbrar las entrañas del imperio, recordándole que su riqueza y poderío han sido forjados, en gran medida, gracias a la mano de obra de individuos procedentes de todos los países del mundo.

El valor y empuje de todas estas personas nos debe servir como ejemplo a quienes vivimos al sur del río Grande; como sacudida a los grupos sociales y sectores gubernamentales norteamericanos ultraconservadores que se niegan a reconocer la importancia de los inmigrantes; pero, sobre todo, debe servir como bofetada a los gobiernos mexicanos -municipales, estatales y Federal- que no han podido generar las condiciones apropiadas para que todos esos compatriotas puedan encontrar en su tierra lo que tienen que ir a buscar “al otro lado”, sorteando todos los peligros posibles, poniendo en riesgo su vida y separándose de sus familias.

La posición del Gobierno de la República frente a lo que sucede en Estados Unidos, y en general al fenómeno de la migración, es, en principio, irresponsable e hipócrita.

Irresponsable porque, como lo mencioné en un artículo anterior, muy poco hace para combatir la pobreza y marginación que obligan a más de 400 mil personas al año a buscar horizontes más promisorios. E hipócrita, porque si estando esos miles de personas en México el Gobierno nunca se preocupó por ellos, ahora sí parece hacerlo, cuando se encuentran ya en los Estados Unidos mandando miles de millones de dólares como remesas, ayudando con ello a mitigar la miseria que las instituciones nacionales no han podido enfrentar eficientemente.

Además, si se pide que sean respetados los derechos de los migrantes en la Unión Americana y se condena la discriminación que sufren, lo mínimo que debiera hacerse en congruencia, es promover y garantizar la aplicación de esos valores en nuestro país.

Sin embargo, no sucede así. Basta con observar lo que pasa en la frontera sur, en donde los centroamericanos que intentan cruzar la República para alcanzar el “sueño americano”, son maltratados igual o peor que las autoridades fronterizas estadounidenses.

Cuántos paisanos no han sido víctimas de burla o abuso en su nación de origen simplemente por su forma de hablar. “Pochos” y “chicanos” son los apelativos más comunes.

Los mismos indígenas mexicanos, primeros pobladores de estas tierras, son vistos y tratados como extranjeros o ciudadanos de segunda, incomprendidos y vejados al grado de que “indio” resulta una ofensa para cualquier mestizo o blanco.

El respaldo a las demandas de los migrantes en Estados Unidos implica un compromiso básico de congruencia que va más allá de un comentario de dientes para afuera.

Porque una nueva fuerza política ha despertado en América, hay que escuchar y entender su mensaje.

Correo electrónico: argonzalez@siglodetorreon.com.mx

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