Estoy lejos de Saltillo, alojado en una habitación de hotel y me dispongo a pergeñar esta columneja para que pueda ver la luz del día siguiente. Como suele suceder el intelecto se me congela ante la procesadora de palabras. ¡Tema, tema, tema! clamo al cielo y compulsivamente interrogo a mi memoria. Nequáquam, me parece oír que grazna el venerado profesor de latín: ¿Nada de nada? Alelado en la contemplación del infinito escucho que en el lobby aúllan, desde Alemania, los cronistas de Televisa en su histérica e histórica convocatoria de vivir sólo por ver el campeonato mundial de futbol.
¡Ya sé! exclamo con entusiasmo: escribiré sobre el deporte de las patadas. Busco entonces los diarios que compré por la mañana y devoro con mis ojos las noticias del día anterior. Subrayo algunas con un marcador verde, pues ningún otro color se consideraría propio a cualquier referencia sobre la selección nacional; cuando me dispongo a redactar la entrada de mi artículo alguien incrementa el volumen del televisor en el lobby, lo cual me obliga a oír la trémula voz del candidato del PAN, Felipe Calderón Hinojosa, que pronuncia su propia convocatoria a los ciudadanos mexicanos: que los simpatizantes del PRI voten por el PAN, habida cuenta que Madrazo ya las perdió de todas todas. Supone que él ganará, que triunfará el PAN y lo más importante, según él mismo, que Andrés Manuel López Obrador perderá la contienda.
En la política, cada quien forja sus propias ilusiones, aventuras oníricas entre soñadas según los deseos conscientes; pero la política no puede ser tan simplona y querámoslo o no, a los electores se nos presentan ahora situaciones inéditas sin que exista vidente, profeta o arúspice con profunda precognición sobre lo que podrá suceder el domingo dos de julio. Vale entonces glosar lo que flota en el enrarecido ambiente electoral.
Quizá los ciudadanos fieles al PRI puedan sufragar como siempre lo han hecho. Nadie los podrá convencer del fracaso de Madrazo sólo porque las encuestas lo afirmen o los comentaristas de noticias lo den por válido. Ésos, evidentemente, ya escogieron partido y candidato. Tampoco alumbra nuestro futuro el hecho de que unos cuantos priistas descontentos con Madrazo tomaran ‘las de Villadiego’; no es de extrañar pues eran de antiguos enemigos, por las mismas razones que ahora contraponen al ex presidente del PRI y al ex presidente del PRD: viejísimas rencillas electorales, añosos enconos, promesas incumplidas, fraudes de todo tipo, invectivas e infamias de ida y vuelta; razones personalísimas mas no irrenunciables: el criterio de un ciudadano puede cambiar a la hora de estar en la casilla, sin testigos ni más consejeros que su propia conciencia.
Algunos malquerientes de Madrazo no lo conocen bien, simplemente les resulta muy antipático. Al revés hay quienes dicen amarlo pero le guardan una respetuosa -¿temerosa?- distancia. Ni en la soledad de la casilla podrían votar por el tabasqueño, así lo apoyara el Papa Benedicto XVI. Pero sus amigos y seguidores tienen otra contextura política: no importa lo que se vocifere contra Madrazo, ellos están dispuestos a correr los riesgos de una elección competida y conflictiva y hacerlo triunfar, democráticamente o a la antigüita.
Felipe Calderón, candidato del PAN, empieza a tragar sapos y culebras de la mesa política, un menú desconocido para sus ojos y su boca. La postulación devino consecuencia del proceso electoral interno que realizó el PAN en el que también fue precandidato el entonces secretario de Gobernación, Santiago Creel Miranda, previa la magra bendición del presidente Vicente Fox. Creel no dio el ancho ni el largo requerido y trastabilló en la pasarela política, cae que no cae, hasta dar con el suelo. Infladísimo desde los primeros días de la precampaña, el del aristócrata apellido apenas podía disimular que aspiraba a la Presidencia y a la hora de la hora resultó ser más que largo, larguísimo. Su apoyo a la instalación de los brincos y casas de apuestas lo sacó de la contienda y lo dejó a expensas del azar en el juego de mentís y veras de la política.
Quien hoy se proclama ganador de la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador, se ha encargado de poner tepocates y víboras en el camino del que es su principal contrincante electoral, Felipe Calderón Hinojosa. Pero al perredista lo pierden dos defectos personales: su boca suelta y la incontenible ansiedad de ser presidente; transpira el sudor del populismo y ha adquirido una desconocida facilidad para provocar la desconfianza del electorado. Que su “proyecto de nación” haga evocar las tenebrosas figuras de Luis Echeverría y José López Portillo sería suficiente motivo para que se perdiera el sueño y se comiera las uñas. ¿Alguien se las ha visto últimamente?
En poco tiempo vamos a develar la incógnita. ¿Apuestas? No son fáciles a pesar de la obviedad de mecánicas operativas que se respira en el proceso electoral. Faltando tan pocos días ¿a qué anticipar vísperas?...Usted, querido lector, ¿ya sabe por quién va a votar o también, como a mí, se le congeló el cerebelo ante la página en blanco de nuestro destino?...