A punto de culminar el proceso para elegir presidente de la República el próximo domingo, el PRD y su candidato plantean de cuerpo entero la existencia de una estrategia para desconocer los resultados, en el caso de que la votación les sea adversa.
Se trata de un sistema de pinza en el que los perredistas se apoyan en la tenaza de la democracia y la legalidad, siempre y cuando los resultados de las elecciones respondan a sus intereses y accionan otra tenaza de impugnación y de violencia en caso contrario.
La estrategia no es nueva, corresponde a la técnica seguida históricamente por la llamada izquierda mexicana que por lo visto sigue a aferrada a los principios marxistas-leninistas.
El actual proceso se encuentra ensombrecido por el tardío e insistente anuncio de un supuesto fraude a que aluden el PRD y su candidato, que cuestiona la honestidad de sus adversarios y la solvencia de nuestros organismos electorales. Esta actitud constituye el verdadero “foco rojo” en las presentes elecciones, porque preludia el desconocimiento de una eventual derrota en su perjuicio.
Las instituciones electorales han costado un enorme esfuerzo de concertación a todas las Fuerzas políticas de este país y no vale acogerse a beneficios de la democracia sin depositar la confianza que el sistema no sólo merece, sino que además requiere para funcionar. Es incongruente que el PRD vaya a las elecciones bajo el supuesto de que un marco legal que se reservan impugnar si así les conviene.
En el caso concreto, primero vino una impugnación al padrón por parte de Andrés Manuel López Obrador y Roberto Madrazo Pintado, que amenazó converger en una alianza entre ambos. En estos días el PRD rasga sus vestiduras porque el Partido Acción Nacional tiene en su poder el padrón y lo utiliza.
La acusación es absurda, porque todos los partidos disponen de dicha información para fines electorales, con la única limitación de que no debe trascender a manos de terceros para evitar su utilización con propósitos comerciales o cualquiera otro distinto, a los que corresponde conforme a nuestra legislación electoral.
Esta actitud de hipocresía no extraña, si observamos el comportamiento del PRD y su candidato en su papel de Oposición los últimos seis años. Aprovechan los beneficios de la legalidad a conveniencia e impugnan el marco legal a capricho, aduciendo que la justicia debe estar por encima de la Ley y como ellos se atribuyen la representación de la justicia, su opinión particular debe prevalecer sobre el marco legal.
Lo anterior se resume en la regla suprema del comportamiento de esa izquierda según la cual, mantiene como rehén a la sociedad y se acoge a la Ley cuando le conviene y cuando no le conviene, toma las calles, saca el machete y apunta con la pistola.
De manera semejante, la Oposición perredista mantuvo un discurso de cambio a lo largo del presente sexenio, pero se opuso a toda iniciativa del Ejecutivo respecto a las reformas política, fiscal, laboral, etcétera, sin hacer propuesta alguna al respecto, lo que vino a frustrar las tan mencionadas reformas.
Por ello no sorprende que en la actual contienda que cierra con encuestas que colocan a los principales contendientes en una suerte de empate técnico, López Obrador y sus secuaces se ubiquen en una aviesa actitud según la cual, si gano gané y si no gano me rajo.
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