“Volví al bar a la noche siguiente / a
brindar con su silla vacía”.
Joaquín Sabina
El gran ganador del juego de las sillas es, una vez más, Andrés Manuel López Obrador. Los representantes del PRI y del PAN ante el IFE piensan sin duda que lograron una gran victoria al conseguir que se dejara la silla vacía del candidato perredista en el escenario del primer debate de los candidatos presidenciales del 25 de abril. Pero en realidad lo único que han conseguido es mantener la atención centrada en López Obrador.
Sea cual sea el resultado final, esta elección sin duda pertenece ya a Andrés Manuel. Él es quien ha establecido la agenda en todo momento. Las campañas de las otras dos principales coaliciones se han concentrado en atacarlo más que en presentar sus propias propuestas. Aun si al final resulta perdedor, porque los electores indecisos apoyen a uno solo de los candidatos que se le oponen, nadie podrá cuestionar que el tabasqueño ha sido la figura central de la campaña de 2006.
López Obrador tomó una decisión calculada pero riesgosa cuando se negó a participar en más de un debate. De esta manera disminuía la oportunidad para que sus rivales pudieran hacerle daño en una discusión abierta, pero perdía presencia en un programa de televisión que sería muy visto y en el que cualquiera de sus dos principales rivales podría definirse como el contendiente claro que atrajera el voto útil antiperredista.
Los propios rivales, sin embargo, se encargaron de impedir que tuviera lugar esta pérdida de presencia. Al insistir en que se colocaran la silla y el atril de López Obrador en la escenografía, garantizaron que la figura del puntero esté ahí presente todo el tiempo. Grave error.
La experiencia nos dice que Andrés Manuel se fortalece cuando se le presenta como víctima pero se debilita cuando se deja llevar por su natural arrogancia. El proceso de desafuero en contra del entonces jefe de Gobierno de la Ciudad de México, por ejemplo, fue la mejor campaña de promoción que cualquier político haya tenido en la historia de nuestro país. La información disponible nos dice claramente que sí había razones para proceder por desacato en contra del gobernante de la Ciudad de México, pero las acciones legales en su contra lo colocaron inevitablemente como mártir a ojos de un pueblo que se identifica tradicionalmente con el más débil.
En cambio, Andrés Manuel se debilitó a sí mismo cuando insistió en decir al presidente Vicente Fox: “Cállese chachalaca.” Súbitamente el tabasqueño perdió esa imagen de víctima de un complot y asumió la del político que sabe que ya está a punto de recibir el poder y que empieza a utilizarlo con prepotencia. Le costó trabajo recapacitar a López Obrador, pero ahora lo ha hecho. Si se fijan, hace ya varias semanas que el candidato no se ha referido al presidente como chachalaca ni le ha ordenado que se calle.
A un candidato que va en primer lugar en las encuestas no le conviene tener debates con sus rivales: y mucho menos con cuatro de ellos. Esos debates les dan a sus contendientes, incluso a los más débiles, una estatura similar a la de él. López Obrador tomó una decisión correcta, así, cuando decidió limitar la posibilidad de daño al participar sólo en un debate.
La decisión, sin embargo, tenía dificultades. Un candidato que se niega a debatir porque va en primer lugar no es una víctima sino un triunfador que cuida su ventaja. Si los rivales hubieran aprovechado la circunstancia, habrían conseguido quizá avances frente al puntero.
Pero la silla vacía hace esto más difícil. Es verdad que habrá gente que se irrite contra López Obrador por no haber aceptado participar en el primer debate, pero éstos son ciudadanos que no habrían votado de cualquier manera por el perredista. Los ciudadanos que no tienen un compromiso fuerte con ningún partido, que son los que van a definir la elección, verán en la silla vacía un nuevo esfuerzo por humillar a Andrés Manuel. Éste podrá protegerse una vez más detrás del argumento del complot. Porque claro, el hecho de que se deje la silla vacía, no significa que se dejarán también los huecos en el debate que le habrían tocado a López Obrador.
Es poco probable, sin embargo, que el debate cambie mucho las cosas. Un debate entre cuatro, además con reglas tan rígidas como las que suele haber en estos ejercicios, se convertirá en una simple sucesión de breves discursos retóricos. La única elocuencia provendrá seguramente de la silla y el atril vacíos de López Obrador.
CÁLLENSE, OTRA VEZ
El IFE va a solicitar al PAN que retire los anuncios críticos de Andrés Manuel que tanta controversia han causado en los medios políticos. Me parece que eso es un error. La razón por la cual tenemos campañas electorales es porque necesitamos escuchar todos los argumentos, positivos o negativos, para escoger a un presidente. Si el PAN ha ofrecido cifras engañosas en algunos de sus comerciales, por ejemplo los que afirman que el aumento de la deuda del Distrito Federal en los tiempos de AMLO y de Alejandro Encinas, fue exagerado, lo que debe hacer el PRD es aclarar las cifras como lo ha hecho. Lo que es inaceptable es que se nos prohíba a los ciudadanos escuchar los argumentos de los dos lados.
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